Mientras se van apagando
los ecos de la puesta en escena de la consagración de la "soberanía
hidrocarburífera" y la "recuperación" de YPF hasta el próximo
show, que no sabemos cuál ni cuándo será, la situación económica se deteriora
cotidianamente, a un ritmo más acelerado del que preveían a principio de año
los consultores económicos.
Nuestra economía tiene un talón de Aquiles muy
evidente, entre muchos otros: el atraso cambiario. Con una inflación que en los
últimos años se ubicó en torno al 25% y hoy tiende al 30% anual y una
depreciación del peso que en ese período fue aproximadamente del 5% anual, cada
año nuestro peso se potenció un 20% frente al dólar. Esto significa que la
economía argentina es cada vez menos competitiva, porque sus costos -entre
ellos, el salarial- aumentan mucho más que los precios de las exportaciones.
El problema de fondo es la inflación, que no se
origina en la perversidad de los empresarios y comerciantes, sino en serias
distorsiones macroeconómicas; en particular, el sostenido aumento del gasto
público, que debe ser financiado, a falta de fuentes genuinas de ingresos, con
emisión monetaria.
El dólar está cada vez más barato con relación a
otros bienes de la economía, como los salarios. A su turno, la falta de
seguridad jurídica y de previsión que el gobierno siembra son sus medidas
arbitrarias, que violentan la propiedad privada en el sentido constitucional,
que, desde luego, comprende los derechos contractuales, hace que, no habiendo
posibilidades de inversión o de ahorro seguras, la gente se vuelque al dólar
como un refugio para aquello, mucho o poco, que puede atesorar en vista a
contingencias futuras.
El gobierno, como es su estilo, no atacó las
causas, en este caso signadas por la inflación y la falta de confianza, sino
los efectos. Así, desde octubre del año pasado estableció restricciones a la
compra de dólares y frenó sin norma general, sino por decisión caso por caso
del omnipresente Secretario de Comercio, Guillermo Moreno, las importaciones y
adoptó otras medidas destinadas a frenar la fuga de divisas.
La última de las medidas adoptadas por el
stalinismo en funciones es la que impone a los bancos la obligación de informar
a la AFIP acerca
de los datos de las personas que soliciten créditos para cotejar que no estén
utilizando el financiamiento bancario con el propósito de comprar dólares. El
organismo recaudador no puede controlar el destino del crédito, al menos eso es
lo que ocurre en una república democrática, pero si debe fiscalizar si la
persona declaró ese dinero.
Las consecuencias de todo lo expuesto son el
agravamiento de la desaceleración de la economía, la que según economistas de
FIEL y otras consultoras privadas exhibirá en el año en curso un raquítico
crecimiento que orillará entre el 2.7 % y el 3 %. Otros estudios, entre ellos
los de las Universidades Nacional de Tucumán y Di Tella han anunciado esta
semana que ya cruzamos el umbral de la recesión, en particular en el sector
industrial. Es natural, porque ni siquiera se permite la importación de insumos
indispensables para el proceso productivo.
El inasible "modelo de Acumulación de Matriz
Diversificada e Inclusión Social" (MAMDIS), tampoco cumplió con el
enunciado del último término del pomposo pobre: la inclusión social es hoy una
quimera. Recientes estudios del prestigioso Observatorio de la Deuda Social de la UCA nos indican que la pobreza
alcanza al 21,9 % de la población. Esto significa que 8.5000.000 de
compatriotas no cuentan con ingresos que le permitan a una familia tipo acceder a una canasta total diaria de 74
pesos.
Si bien la tasa de indigencia es menor, pues
abarca al 5,4 % del país es más lacerante desde el punto de vista
económico-social, pues nos anuncia que
2.000.000 de argentinos no cubren una canasta básica alimentaría familiar de 36
pesos diarios.
Ese estrafalario modelo - que puede significar una
cosa hoy y la contraria mañana - tuvo en estos años una bendición del cielo: el
extraordinariamente favorable contexto internacional. Para decirlo muy
simplificadamente, los dos grandes pilares del "modelo" son la soja y
Brasil.
La soja sigue por ahora con precios muy altos,
pero la sequía ha hecho que la siembra sea menor a la esperada.
Del lado de Brasil, éste ha desacelerado su
crecimiento y en las últimas semanas ha ido devaluando su moneda. Ambas son
malas noticias para la
Argentina , porque dificultarán las exportaciones de productos
industriales.
Como si bailara en la cubierta del Titanic, la Presidente se pavonea en
el Arca de Moreno con la intención de llevar a Angola nuestros productos, acompañada
por obsecuentes funcionarios y timoratos empresarios que, para no perder el favor
y las prebendas oficiales critican en privado, pero en público cumplen
dócilmente con el rol de aplaudidores.
No se advierte que el gobierno entienda la
naturaleza profundamente errónea de sus políticas económicas. Si lo que
hace es "profundizar" este modelo, tenemos serios motivos para estar
muy preocupados.
(*) El autor es abogado y periodista
Dr. Jorge R. Enríquez