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Informe Económico Semanal del Banco Ciudad

LA SEMANA EN POCAS PALABRAS

Con gran ansiedad se esperan los datos económicos de octubre. Ocurre que, desde entonces, comenzaron a escalar las tensiones en el mercado cambiario, monetario y financiero, y la intuición de los expertos es que la economía habría comenzado a desacelerarse a partir de allí, fruto de las mayores compras de dólares, la desaceleración de los depósitos y el crédito, junto con la suba de las tasas de interés.

Las estimaciones privadas y oficiales de inflación del mes de octubre mostraron una desaceleración del ritmo inflacionario. Según información del mercado, las estimaciones privadas apuntan a una suba de los precios al consumidor cercana al 1,5% mensual, bajando un escalón respecto a la variación de los dos meses previos (1,9%). Esta dinámica ubicaría el ritmo de crecimiento interanual de los precios minoristas por debajo del 24% relevado por el Congreso durante septiembre, mientras que el IPC publicado por el INDEC registró en octubre una suba del 0,6% mensual (9,7% interanual), la menor desde julio de 2009, tras oscilar 18 meses consecutivos entre el 0,7% y 0,8%.

A pesar de este comportamiento, consideramos que sería apresurado extrapolar un dato puntual para concluir que la economía comenzó un súbito enfriamiento desde octubre, cuando todavía reinaba un clima de euforia económica y optimismo social que permitía ocultar la principal y preocupante tendencia económica subyacente: una persistente fuga de capitales que, en noviembre, aceleraría su ritmo y ocuparía la tapa de los principales diarios hasta hoy.

El curso futuro de la tasa de inflación es un pronóstico de alto riesgo. Las fuerzas que encendieron el fuego inflacionario en estos años no estarán presentes: en particular, la abundante expansión monetaria para comprar los dólares excedentes del balance de pagos y el boom de demanda alentado por tasas de interés sistemáticamente negativas (es decir, por debajo de la inflación). Pero habrá operando aquí otras fuerzas, económica y políticamente ingratas: la emisión de pesos para financiar al fisco, las mayores expectativas de devaluación, la inercia inflacionaria en las negociaciones salariales y las subas de tarifas de servicios públicos.

Al menos en el corto plazo, la tasa de inflación dependerá de la cinchada entre estos factores contrapuestos. En el mediano plazo, el Banco Central tendrá que acertar con una política monetaria capaz de desacelerar la inflación, sin aniquilar el crecimiento.