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Informe Económico Semanal del Banco Ciudad

LA SEMANA EN POCAS PALABRAS

La economía mundial comenzó a frenarse de manera coordinada en el segundo trimestre. En Europa y Estados Unidos se profundizó la desaceleración, fruto de la caída de la confianza de los consumidores por la irresuelta crisis fiscal y financiera. Asimismo, el contagio que genera la incertidumbre financiera global y la desaceleración del comercio global quizás explique por qué la mayoría de los países de Latinoamérica muestran señales de enfriamiento, desde Chile hasta México, pasando por Centroamérica.

En un movimiento inesperado y sin precedentes, el Banco Central de Brasil (BCB) sorprendió ayer con una reducción de 50 puntos básicos en su tasa de referencia (SELIC), bajándola al 12%. En este sentido, el gobierno de Brasil y su banco central están reaccionando coordinada y preventivamente ante la desaceleración económica mundial, con una estrategia de mantener en orden las cuentas fiscales y flexibilizar la política monetaria.

Argentina no parece estar fuera de esta tendencia mundial, como no lo estuvo en 2008-2009. En el año 2009, la crisis externa se combinó con una sequía histórica que hundió la cosecha agrícola cerca de 40%, dando lugar a que Argentina registre la recesión más dura de la región, de acuerdo a las mediciones privadas. Ahora, los mismos indicadores muestran, casi todos, una desaceleración en su ritmo de crecimiento, aunque manteniendo una expansión algo más elevada que el promedio regional. Poniéndole números a esta tendencia, así como en el grueso de Latinoamérica se pasó de una expansión del 6% al 4% de manera reciente, en Argentina el aterrizaje se da desde un crecimiento del 8% al 6%.

La única pero importante diferencia con el resto de Latinoamérica es que aquí la incipiente desaceleración ocurre a pesar de una mezcla de políticas fiscal y monetaria súper-expansivas. El aumento de la cantidad de dinero ronda el 40% y el del gasto público el 35%. En otras palabras, Argentina ya venía con el “acelerador a fondo” para llegar a las elecciones de octubre a máxima velocidad, mientras que en el resto de la región se venían aplicando medidas para evitar el recalentamiento, algo que explica la diferencia de niveles en las tasas de crecimiento.

Mirando para adelante, todo indica que la economía argentina descansará cada vez más en el contexto externo para sostener alto el crecimiento. Esto se explica porque los factores estrictamente domésticos comenzarán a jugar en contra: 1) la inflación resta competitividad a las industrias; 2) las tasas de interés han comenzado a subir empujadas por mayores expectativas de devaluación; 3) un deslizamiento más agresivo del tipo de cambio nominal no necesariamente derivará en mejoras de competitividad, dadas sus implicancias inflacionarias; y 4) el gasto público no podrá seguir creciendo a este ritmo sin comprometer las finanzas públicas o sin encontrar una nueva fuente de financiamiento que no sea el Banco Central imprimiendo billetes.

Resulta evidente que la clave seguirá siendo que: a) las tasas de interés internacionales sigan siendo bajas; b) el precio de la soja siga estando alto; y c) el Real en Brasil continúe apreciado. Hasta hoy, los dos primeros ingredientes están presentes pero el tercero, con el reciente movimiento del BCB, ha comenzando a estar en duda.