Pero no sólo importa cuánto se gasta, sino también cómo se gasta. Los fondos en salud mental deben tender a implementar acciones de prevención, asegurar la atención en los centros de salud y hospitales generales, fortalecer la red de dispositivos comunitarios (viviendas con apoyo, cooperativas de trabajo, entre otros) y asistir a las personas en sus procesos de externación.
Fortalecer el presupuesto en salud mental es urgente. Por eso, le solicitamos al Congreso que garantice una inversión suficiente y adecuada, y asegure el cumplimiento de la obligación que él mismo estableció hace ya 14 años.
Sin presupuesto, no hay salud mental.