Por Chino Martinez Moreno
Una de las decisiones que tomé cuando inicié mi camino en las redes sociales fue conversar con un amigo y consultor, Horacio Cuervo. Esto sucedió hace un par de meses. Hablamos más de una hora, y después, en algunas ocasiones por teléfono. Una de sus recomendaciones clave fue que debía focalizar mi contenido y orientar mi esfuerzo hacia donde viera venir mi monetización, conjugando este enfoque con la urgencia. Estos dos aspectos, foco y urgencia, me marcaron el rumbo.
Facebook se convirtió en la plataforma más simple para empezar. Tenía un par de miles de suscriptores en el canal Argentina Productiva, con contenido de audio y audiovisual que había acumulado durante décadas. Sin embargo, la producción en la actualidad era casi insostenible, no era sustentable. Uno de los motivos por los que dejé de producir contenido para radio y televisión fue porque los anunciantes dejaron de ser privados y pasaron a ser públicos. Las pautas institucionales que alimentaban programas colaterales como el mío se desplazaron del sector privado al público. Cuando esto pasó, y el 80% de las pautas eran públicas, el negocio dejó de ser viable para mí, alguien sin relaciones con el Estado ni voluntad de aceptar ningún tipo de "bozal". Así, me vi forzado a salir del sistema.
De ahí, hace un poco mas de 20 años, no solo migré de negocio, sino también de país, lo que me llevó a viajar por más de 10 años alrededor del mundo.
Hoy, reconozco que, en muchos aspectos, no he seguido del todo los consejos de mi amigo Horacio. Estoy hablando de lo que considero importante en este momento, en lugar de enfocarme únicamente en lo que podría generar más monetización. Como bien saben quienes me siguen, soy un emprendedor serial. La montaña rusa de mi vida se ha transformado en una de esas estructuras de madera: crujiente, apasionante, peligrosa, pero que le añade sabor, adrenalina y esperanza a mi existencia. Para quienes no sabemos vivir sin vértigo, esas montañas rusas de madera, las pocas que quedan, son las que realmente alucinan.
He tocado el cielo de los negocios al menos tres veces, y les aseguro que fueron muchas más, pero estas son las más significativas. Primero, Unitec Blue, donde el empresario más creativo y uno de los más poderosos de Argentina invirtió unos cuantos cientos de millones. Todo empezó con una idea plasmada en una servilleta, y él supo ver el gran negocio detrás. Para mí, se trataba de soluciones informáticas, pero para él, era un negocio de hardware, de tarjetas. Duré solo dos semanas en la empresa, aunque seguí siendo socio hasta que la empresa cambió de rumbo. Esa es una historia para otro momento.
La segunda fue una empresa de productos nutracéuticos —chia, quinoa, lino— llamada Forgood. Ahí, volví a sentir que estaba montado en un segundo unicornio. De nuevo, todo comenzó con una servilleta, pero después de unos meses, me mandaron de vacaciones, y mis socios llevaron la empresa por otros rumbos. Esta es otra historia que también contaré más adelante.
Finalmente, hace dos años, nació Greentech Science, mi tercer unicornio, en el que sigo invirtiendo. Sin embargo, por ahora es solo un pequeño pony que aún no se ha transformado.
Este relato tiene algunas reflexiones que me gustaría compartir, no solo para emprendedores y empresarios, sino también para ejecutivos exitosos que, cuando las cosas se complican, son mucho más frágiles que aquellos que han pateado la calle desde abajo. Primero, no siempre sigas ciegamente a los consultores; si fueran tan brillantes, ya serían millonarios. Segundo, saber cuándo salir a tiempo de un negocio es un arte. Y lo más importante, no te subas al poni cuando sientas que has tocado el cielo de los negocios, porque cuando el sueño se complique, el teléfono dejará de sonar. Aquellos a los que no valoraste, subestimaste o maltrataste en la cima de la frágil montaña del efímero éxito, estarán esperándote a la vuelta de la esquina.