Algunos dirigentes de Juntos por el Cambio, encabezados por Horacio Rodríguez Larreta y Gerardo Morales, han propuesto ampliar esa coalición para incluir al peronismo cordobés liderado por Juan Schiaretti y otras expresiones del peronismo afines a él. Jorge Enriquez analiza en MDZ esta coyuntura.
Juntos por el Cambio, antes denominado Cambiemos, nació en 2015 como una alianza formada en torno a ciertos valores comunes y cierta visión del país que se encuentran en las antípodas de los del kirchnerismo. Si bien se constituyó inicialmente a través de tres partidos 8el PRO, la Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica), fue lo suficientemente flexible como para incorporar a otras fuerzas políticas en la medida en que compartieran el núcleo sustancial de ese ideario.
La conformación de esa coalición no fue fácil. La Argentina no tiene una sólida tradición de gobiernos de coalición, como es común en los sistemas parlamentarios. El PRO y la UCR, sus dos componentes principales, poseen distintas trayectorias, aunque el primero, mucho más joven, se ha nutrido entre otros de exdirigentes radicales. Sin embargo, los líderes de esas corrientes supieron dejar de lado las desconfianzas recíprocas y las diferencias no esenciales para concretar lo que gran parte de la sociedad anhelaba.
En tal sentido, la recordada Convención Radical de Gualeguaychú marcó un hito de profundas consecuencias en nuestra vida cívica. La coalición ha mantenido su solidez y unidad hasta ahora, atravesando una primera etapa de gobierno y una segunda de oposición. No hay que temerles a las rispideces de las elecciones primarias. La democracia interna en los países más avanzados es siempre enérgica y vibrante: eso, más que un problema, es algo que da nueva vida a la acción política.
Por otra parte, los desafíos que tendrá el próximo gobierno serán mayúsculos. Hay que dar vuelta a la Argentina como a una media y sentar las bases de su desarrollo sostenido, largamente demorado por irresponsables políticas populistas. Para hacerlo, será menester celebrar todos los acuerdos legislativos que correspondan con otras fuerzas. Cuanto mayor volumen político tenga el oficialismo que se constituya a partir del 10 de diciembre próximo, mejor.
Ahora bien, la propuesta de Rodríguez Larreta y Morales ha resultado sorpresiva a pocos días del cierre de las alianzas. El efecto ha sido contrario al que ellos probablemente desearon. No se lo percibió como un paso constructivo, sino como una mera maniobra táctica en el contexto de las elecciones primarias. La ciudadanía, en especial la que simpatiza con Juntos por el Cambio, se sumió en la confusión, sobre todo porque el sector que ahora se quiere incorporar -y que cínicamente se presenta como “antikirchnerista”- ha sido un aliado fiel del kirchnerismo en estos años, a tal punto que no ha vacilado en acompañar la nefasta quita de recursos coparticipables a la Ciudad de Buenos Aires durante la pandemia para paliar la desastrosa gestión bonaerense de Axel Kicillof, hacia quien fueran las sumas detraídas del erario porteño.
Como lo ha manifestado con su lucidez habitual en un reciente artículo el dirigente radical y presidente de la Auditoría General de la Nación, Jesús Rodríguez, esa confusión “deriva de su pobre argumentación. Se pretende justificar con su contribución a la gobernabilidad futura, cuando en verdad el resultado es la afectación negativa de la confianza ciudadana en la política, principal insumo para los detractores de la democracia”.
Además, esa poco clara jugada perjudica las chances electorales de los candidatos de Juntos por el Cambio en Córdoba, que vienen teniendo éxitos de gran envergadura en los comicios municipales de la provincia mediterránea y que han dado muestras de seriedad y responsabilidad al acordar una lista de unidad. Si, poco antes de las elecciones, una parte de la coalición invita a sumarse a Schiaretti, pierden fuerza las duras y fundadas críticas que Luis Juez, Rodrigo De Loredo, Mario Negri y otros dirigentes de las conducciones cordobesas de la UCR, PRO, Coalición Cívica, etc. vienen haciendo a la actual gestión provincial.
Es imprescindible dar vuelta la página lo más rápido posible y dejar atrás este mal paso. Serán bienvenidos después todos los acuerdos legislativos que sean necesarios para sacar a la Argentina de la decadencia. Mientras tanto, lo mejor para la democracia es la competencia sana y transparente entre distintas miradas sobre el país. Las jugadas de vuelo corto y sorpresivo que ni llegan a explicarse están siempre rodeadas de una bruma que no ayuda a consolidar la fe pública en sus instituciones.
* Dr. Jorge R. Enríquez
Exdiputado nacional – Presidente de la Asociación Civil JUSTA CAUSA