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La amenaza K a Alberto Fernández para que renuncie a la reelección: "Te vamos a tirar con todo"

 Antes de la reunión del Consejo Nacional del peronismo, los Kirchner y otros sectores le habían advertido que si no renunciaba antes a su precandidatura, iba a ser duramente criticado en esa instancia. 

Alberto Fernández miró a todos los que lo rodeaban, o pareció hacerlo, girando su cabeza de un lado al otro, aunque como dando un vistazo general, algo difuso. Acomodó el micrófono. Y habló. Su discurso abría el debate de la reunión del Consejo Nacional del PJ. No estaban allí ni la vice Cristina Kirchner ni su hijo, el diputado Máximo Kirchner. Esa mañana, la del viernes pasado, el Jefe de Estado les había vuelto a hacer caso cumpliendo con uno de los muchos pedidos que le hicieron en declaraciones públicas, y con tonos variables. Fernández había informado, a través de un video subido a sus redes sociales, que no buscaría su reelección.  

“Bueno, como todos saben he tomado una decisión sobre mi precandidatura…”, empezó diciendo, palabras más, o menos, para explayarse sobre por qué había hecho lo que hizo.

A la audiencia presencial que lo escuchaba allí, aunque él sea en los papeles el Presidente de la Nación, y también Presidente del PJ, no le interesaba escucharlo demasiado. En su gran mayoría estaba integrada por sus rivales del peronismo, sus opositores más brutales dentro del propio oficialismo.

Cuando Fernández terminó su exposición, que fue breve, preguntó: “¿Alguien quiere agregar algo?”.

La respuesta que recibió fue ésta: silencio.

Fernández estaba preparado para las hostilidades.

Salió del momento incómodo con otra propuesta: “Pasemos a tratar otro tema”.

Entonces sí algunos de los dirigentes del partido pidieron tomar la palabra.

En cuarenta minutos el encuentro había terminado.

El Consejo del PJ le puso fecha a la realización del Congreso del PJ, en el que se discutirá con mayor énfasis, y energía, quiénes serán, o quién será, los o el precandidato del peronismo para intentar retener el poder en los próximos comicios.

Fernández había decidido renunciar a su sueño de reelección, un escenario de éxito muy improbable, después de recibir una “amenaza” de los jefes territoriales del PJ. Sobre todo, de parte de los Kirchner, que le transmitieron la presión -a través de uno de los funcionarios que hace de intermediario- con quiénes su Jefe ya no se habla, nada más ni nada menos que la familia K y sus aliados.

“Si no renuncia antes de la reunión del Consejo le vamos a hacer de todo. La va a pasar mal. Le tiramos con todo”, fue el “apriete” que provocó que el Presidente convocará la medianoche del jueves a su portavoza Gabriela Cerruti, para grabar en la Quinta de Olivos el video que, a las 9:53, el mandatario subió a su cuenta de Twitter. El mensaje audiovisual llevó un título curioso: “Mi decisión”.

¿De quién podría ser, si no era suya, la decisión de abandonar la reelección, o al menos el intento de instalar que estaba decidido a dar esa pelea improbable, pero que le servía para dar la sensación no dejaría que su poder se esfumara tantos meses antes del 10 de diciembre, día en que entregará los atributos de mando del Poder Ejecutivo?

Ya no importa.

Entre otros funcionarios de su confianza, quienes le habrían alertado sobre la amenaza del PJ, retórica, pero cierta, se podría mencionar a su Jefe de Gabinete, Agustín Rossi; o a su vicejefe de Gabinete, Juan Manuel Olmos.

El Presidente no tenía más salida que renunciar a su plan de extender por un tiempo más esa definición.

La semana había empezado mal para su gestión. Una vez más.

El lunes la cotización en pesos del dólar blue había empezado a subir con un vértigo que generó pánico en la Casa Rosada, y desazón en una sociedad ahogada por la inflación y la desaparición lenta pero firme del valor de la moneda nacional, el peso.

Las versiones y rumores de una posible devaluación sacudieron los mercados. Y generaron turbulencias y bronca en el Palacio de Hacienda, al mando de Sergio Massa.

En el ministerio de Economía se convencieron de que el responsable de esa “corrida” financiera tenía al menos un responsable. Era el aun jefe de asesores del PresidenteAntonio Aracre, que había almorzado con Fernández. Aracre es el autor de un paper con propuestas económicas que, según el entorno de Massa, solo provocaron confusión.

Massa volaba de rabia mientras volvía a intentar frenar la suba del dólar cuya causa –es la versión que dejó trascender-, tiene una explicación en las rivalidades políticas que canibalizan al oficialismo, que a otras variables de la economía.

Aracre renunció.

El Presidente habló con Massa ese mismo martes y le aseguró que él no había sido responsable de que el “plan Aracre” sea tomado en serio por los más importantes jugadores del mercado, y también del poder político.

El miércoles, Massa visitó en la Quinta de Olivos a Fernández. Protagonizó un Zoom del pre-coloquio de la organización empresaria Idea, que se realizaba en Mendoza.

Por idea de la quizás no tan eficaz Cerruti, ella misma los convenció de que les sacaría una foto juntos, para intentar desmentir las versiones el vínculo entre ellos estaba roto.

Cerruti quizás sea peor fotógrafa que vocera presidencial. La imagen la tomó ella misma con un celular. Los teóricos de la comunicación política enseñan que difundir una fotografía de un encuentro entre un Presidente y su ministerio de Economía, con los rostros tapados por sombras, con mala luz, y, para colmo, sonrientes en un día de crisis financiera, es una práctica intolerable.

Tanto desde el punto estético, como político.

Fernández empezaba a entrar en la encerrona que culminó con la amenaza del PJ de que la pasaría mal si no se bajaba de la reelección.

A ese mensaje se había sumado otro. El gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof, habló con la mesa política del Frente de Todos sobre la posibilidad de desdoblar la elección de la Provincia de Buenos Aires de los comicios generales, el método que usaron otros distritos para despegarse de un probable mal candidato presidencial del oficialismo que podría arrastrarlos a una derrota en sus distritos.

Para Fernández, que la elección bonaerense se realizara antes de la general lo llevaba a otro dilema: si los intendentes, o incluso el mismo gobernador, ya tenían asegurada su victoria, ¿cómo haría para impulsar a los jefes territoriales a trabajar para su candidatura si estaban en desacuerdo con ella?

El Presidente ya había vivido una reunión partidaria agresiva para él, algo que podría haberse repetido el viernes pasado.

En febrero, él mismo encabezó la llamada reunión de la Mesa Política del Frente de Todos, otra vez presionado por sus rivales para que aceptara el diálogo con quienes no querían escucharlo.

Aquel día, al menos dos oradores lo sometieron al rigor del PJ más crudo.

El nuevo secretario general de la UOM, Abel Furlán, le dijo en la cara una frase hiriente: “Alberto, los trabajadores de las fábricas me hablan con cierta esperanza de Cristina. ¿Pero sabés qué? Ninguno me habla de vos”.

Comparado con el camionero Pablo Moyano, Furlán tuvo métodos de diplomático profesional.

Moyano hijo tomó también la palabra en ese otro encuentro y le dijo, siempre a su modo, quizás por el que se ganó el apodo de “El Salvaje”: “Escuchame Alberto, quién es el pelotudo ése que pusiste de jefe de Gabinete que está hablando de una reforma laboral”.

El Presidente le respondió con tensa calma: “Es mi nuevo jefe de asesores. Y quédate tranquilo que no habla por el Gobierno ni por mí: dio una opinión personal”.

Moyano replicó: “¿Y entonces por qué carajo no lo rajás?”.

“El Salvaje”, efectivamente, se había confundido. No hablaba del jefe de Gabinete. Se había referido al flamante jefe de asesores de la Presidencia.

Era Antonio Aracre.

Nicolás Wiñazki