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La idea fija en 2023 - Obsesión fatal

 Alberto Fernández aprovecha el momento de debilidad que padece Cristina Kirchner, su máximo enemigo interno, para caldear una nueva candidatura presidencial de cara a 2023. Ni su paupérrima gestión ni sus problemas de salud le quitan la idea fija: una reelección en la que pueda sacarse de encima a esa mujer que le pisa los talones, le pone palos en la rueda y mantiene su mente atormentada.

Arrepentidos ambos de haber estrechado lazos políticos en 2019 con el único fin de desplazar a la oposición del Gobierno, sus diferencias a la hora de gestionar se han hecho cada vez más evidentes, generando una grieta imposible de subsanar en el Frente de Todos. Un quiebre que se refleja en resultados tan alarmantes como concretos: pobreza del cincuenta por ciento e inflación anual superior al cien por ciento. Un edificio en ruinas que será muy difícil de reconstruir, sean quienes sean los referentes 2023 de cada espacio.

En apenas tres años, el Frente de Todos, que pretendía mostrar un peronismo unido, terminó convirtiéndose en un pelotón desordenado y caótico, donde cada sargento intenta cubrirse en su trinchera para trazar una nueva estrategia que le permita aniquilar al bando contrario. En este caso, el albertismo y el cristinismo protagonizan la batalla principal dentro de un mismo ejército que se ha quedado sin recursos efectivos.

En este complejo campo minado, Sergio Massa es el único que hasta ahora ha logrado salir ileso, aunque carezca de una identidad política genuina ante la opinión pública. Cuestión que no le quita el sueño, al menos por ahora, mientras no manifieste intenciones de ser Presidente.

Especulando con la falta de una buena oferta electoral en las urnas, Alberto Fernández cree que puede llegar a tener chances de renovarse en el poder, esta vez despegado de CFK, quien no pierde oportunidad de bloquearle la entrada de oxígeno a los pulmones cada vez que intenta tomar una bocanada de aire fresco en el incendiado campo peronista.

En medio de este tsunami político, al mandatario nacional no le preocupan en lo más mínimo todas las traiciones y falencias que condenaron su imagen política, que al asumir en el poder superaba el 60 por ciento, y que hoy no llega a la mitad.

Tal vez AF esté olvidando la fiestita de cumpleaños en Olivos en pleno confinamiento, mientras amenazaba a miles de argentinos para que no se atrevan a salir de sus casas, ni siquiera para despedir a sus seres queridos fallecidos por Covid. Muchos de los cuales perdieron la vida porque no llegaron a acceder a las vacunas, mientras el Gobierno deliberaba cuáles comprar y cuáles descartar, y armaba su propio vacunatorio VIP.

Seguramente, también haya que refrescarle la memoria sobre el reciente escándalo que se desató sobre la asignación de planes sociales, cobrados por piqueteros que no solo no laburan, sino que viven del Estado y utilizan ese dinero que viene de arriba para darse sus propios lujos. Por ejemplo, comprar dólares.

Tampoco siente el más minimo pudor por trasladar comitivas infinitas a sus inútiles y estériles giras por el mundo, despilfarrando millones, y en las que solo logra mendigar palmadas en la espalda de ciertos líderes políticos que le endulzan los oídos, diciéndole lo que quiere escuchar.

Esta semana clave en materia político-judicial, con CFK en el centro de la escena en el marco de la causa Vialidad -donde se la acusa de graves actos de corrupción-, Alberto Fernández estará atento al control remoto dentro de la Casa Rosada, escuchando el veredicto y estudiando los pasos a seguir los próximos meses. Con un solo objetivo: comenzar a demarcar la escenografía y el guión de su vergonzosa “obra reelectoral”, aún a costa del sufrimiento del pueblo argentino, que optará por dejar las butacas vacías.





agencia nova