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Desidia oficial El Palacio Piria, emblema de las promesas incumplidas de Kicillof

 A pesar de las promesas del gobernador y de su equipo de trabajo, que desde la inauguración de la dirección de Recursos Inmobiliarios Fiscales mantiene a todo un pueblo en vilo, nada se ha hecho para restaurar el edificio, que hoy es Monumento Histórico bonaerense.


El reconocido, olvidado, valorado y vuelto a olvidar Palacio Piria, ubicado en el Camino Costanero entre 26 y 40 de Punta Lara, en el partido de Ensenada, fue blanco de muchas promesas de puesta en valor. Durante décadas, casi desde el momento en el que la familia propietaria decidió dejarlo en manos de la provincia, las gestiones municipales y bonaerenses se fueron repartiendo las responsabilidades hasta llegar al día de hoy, en el que lo más moderno de todo el predio es un vetusto cartel que advierte: “Prohibido pasar. Riesgo de derrumbe”.

Apenas asumido, en los últimos días del 2019, el flamante gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, inauguró la dirección de Recursos Inmobiliarios Fiscales, que quedó bajo la órbita de Pablo Julio López, ministro de Hacienda bonaerense. Horas después, los vecinos de Ensenada festejaban el inicio de un supuesto “plan secreto” de puesta en valor del Palacio Piria.

“Está en carpeta”, confiaron oportunamente fuentes ministeriales. Según supo este medio, funcionarios bonaerenses habrían creado un grupo con especialistas en patrimonio, ingenieros y arquitectos para armar un proyecto que comenzaría con apuntalar la estructura para garantizar la seguridad de los trabajadores, y luego avanzar con la puesta en valor de todo el edificio. Sin embargo, con el correr de los meses y sin que nadie anuncie nada oficialmente, los involucrados fueron cayendo solos en la triste conclusión: “Axel Kicillof no ha destinado recursos económicos para el proyecto”, aseguraron.

El Palacio Piria tiene una rica historia enclavada en el corazón de Ensenada. La construcción funcionaba como casco de la Estancia Punta Lara, que el exitoso empresario Luis Castells, fundador de Villa Elisa, a la que bautizó con el nombre de su esposa, le compró a la familia de Jorge Bell, que luego fundaría la reconocida City Bell. Era la época de los nombres célebres y emprendedores históricos, que quedaría tristemente atrás para no volver.

El palacio se inauguró en 1910, para celebrar los cien años de la revolución de mayo. Las celebridades que acudieron a la fiesta, se maravillaron con las escaleras de mármol traído desde Carrara, el Salón de los Espejos de la planta baja, los herrajes de bronce trabajado a mano, las cuarenta columnas corintias, las fuentes, estatuas y hasta las puertas, que se habían hecho de pinotea traída especialmente desde España.

La propiedad era inmensa y tenía una extensión de 5 mil hectáreas, que durante el primer gobierno de Juan Domingo Perón se fueron expropiando para dárselas a los sindicatos hasta dejar al Palacio Piria rodeado de apenas 12 hectáreas propias.

En 1925 el excéntrico uruguayo Francisco Piria compró el palacio con el sueño de crear un balneario. Como se consideraba a sí mismo un alquimista y un practicante de lo oculto, mandó a construir un cuarto secreto detrás de la biblioteca, donde instaló su taller de alquimia. Además, inauguró un haras y hasta un zoológico con animales exóticos.

Su proyecto de un balneario exclusivo “de la arena más pura y fina” se vio truncado cuando la provincia de Buenos Aires comenzó a volcar las aguas residuales en el Río de La Plata. Agotado, cansado y defraudado, el ya octogenario Piria se volvería a Uruguay, donde encontraría la muerte.

En su lecho de muerte trazó las líneas de su testamento, que especificó que la propiedad quedaría en manos de la provincia de Buenos Aires, para que sea usada como residencia de los gobernadores. Su último deseo tampoco prosperó, y los mandatarios prefirieron quedarse en La Plata.

Desde entonces, el Palacio Piria, que tenía intenciones de ser un exclusivo balneario internacional, fue colonia de vacaciones, teatro alternativo, hogar de niños huérfanos y hasta oficinas para transformarse, finalmente, en olvido, saqueos y vandalismo.

En el año 2002, casi como un gesto irónico y cruel, fue declarado Monumento Histórico e incorporado al Patrimonio Cultural de la provincia de Buenos Aires. Muchos creyeron en la que tal vez fue la última de las fantasías que rodearon al palacio: el mismo sería finalmente restaurado. Hoy, veinte años después, aquel deseo sigue en lista de espera a una provincia con otras urgencias.

Hoy, a poco más de 110 años desde su fastuosa fiesta de inauguración, el Palacio Piria continúa sumergido en un oscuro mar de decadencia, abandono y desidia por parte de las autoridades provinciales. Una vez más, víctima inocente de promesas falsas, como la que lanzaron los funcionarios de Kicillof en el 2019 y, todavía, mantiene esperanzado a algún desprevenido. 


(www.REALPOLITIK.com.ar)