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Frente al Fondo

 Todo el mundo conoce la tendencia a la camorreada que tiene el peronismo.

 

Aún personajes que frente a determinados auditorios tienen la camaleónica capacidad de aparecer como “civilizados” (como hasta que asumió podría ser el mismísimo presidente) cuando hablan para la interna parecen gallitos de riña (aunque sólo saquen sus garras en escenarios donde se sienten seguros, en una evidencia más de que son guapos de cartón). 

Algo así está sucediendo en ese rejunte viciado de corrupción que es el Frente de Todos respecto de la relación y eventual firma de un acuerdo con el Fondo Monetario.

Los guapos de cabaret -que suelen irse al mazo cuando se les planta un musculoso patovica- hablan para su interna teniendo las cuestiones con el Fondo como marco.

El prototipo de esos guapos de cartón es el propio Fernández que, sin que se le mueva un pelo, salió a exigir que el FMI haga una “autocrítica” por la decisión de haberle prestado a la Argentina 50 mil millones de dólares

Fernández sabe que su gobierno no puede alcanzar las costas de 2023 sin un acuerdo. Pero al mismo tiempo sabe que proviene de una agrupación que hace de la bravuconada un estilo de vida.

Para conformar a esa grasada y no ser acusado de cerrar un acuerdo sin “sentar los reales argentinos” soltó esa guarangada que ni él se cree.

El Fondo, no solo tampoco lo cree, sino que no descarta ser, ellos mismos, los que digan “muchachos, no, en estas condiciones no firmamos ningún acuerdo”.

Es que el FMI también tiene sus halcones que no están dispuestos a tragarse el caramelito del “plan plurianual” que de antemano saben que la Argentina no cumplirá y con eso quedar pegados en el hecho de prestar consentimiento a un arreglo irrisorio.

A su vez el gobierno sabe que su tránsito hacia 2023 no será pacífico si no logra un entendimiento. Es posible que no lo sea tampoco aún con el acuerdo. Pero sin él sin dudas será un Vía Crucis.

La diplomática respuesta de las palomas del organismo multilateral ha sido que “aún falta mucho camino por recorrer” antes de firmar un acuerdo. Y ese camino este asfaltado de reclamos de fin del cepo, eliminación controles, reducción de la presión impositiva, una tasa real negativa y una disminución de la brecha cambiaria.

El solo hecho de leer esas demandas permite imaginar el nivel de oposición que las mismas generan en el kirchnerismo, incluida la vicepresidente que, anticipadamente, ya salió a señalar cualquier cosa que se firme con el Fondo lleva la responsabilidad del presidente: “él tiene la lapicera”, dijo, en una manera bastante cobarde de lavarse las manos como si lo suyo fuera una pertenencia solo marginal en el gobierno que su maquiavélica ingeniería hizo posible.

¿Qué ocurriría si el presidente firmara un acuerdo que no conforme las mentes chauvinistas del kirchnerismo? ¿Abandonaría esa asociación del mal la colación del gobierno? La comandante de El Calafate podría ordeñar cualquier cosa.

Otra opción es que el Fondo rechace firmar un acuerdo pero acceda a la postergación de los pagos de 2022. Esta última opción no es mal vista por Guzmán, el decadente ministro de economía cuyo único objetivo es bicicletear los pagos más allá de 2023, para que el muerto le caiga a otro.

A todo esto, lo mejor para el país sería una acuerdo con el FMI que, en sí mismo, sea un programa económico basado en la liberación de las variables económicas, la apertura y la disminución de la presión fiscal para la producción exportable.

Pero todas esas premisas son anatemas para el peronismo que solo aspira a reinar sobre un yermo empobrecido.

Hacia ese horizonte viaja la imaginación de la vicepresidente a la que solo la obsesiona su impunidad y el deseo inmoderado de aumentar su riqueza personal.

Carlos Mira 
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