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Argentina enfrenta disyuntiva entre el shale y meta ambiental

 



El presidente de Argentina, Alberto Fernández, habló en octubre desde un escenario improvisado en el campo de shale argentino de Vaca Muerta y anunció que la nación estaba duplicando los esfuerzos en los combustibles fósiles. “Hoy estamos relanzando la economía del petróleo y el gas”, declaró, comenzando con US$5.000 millones en subsidios gubernamentales.

Dos meses después, tuvo un mensaje diferente para los líderes mundiales en la Cumbre sobre la Ambición Climática de las Naciones Unidas. Argentina tenía una “verdadera convicción” sobre la eliminación de sus emisiones netas de gases de efecto invernadero para mediados de siglo, dijo. Para llegar allí, tendrá que obtener una quinta parte de su energía a partir de energías renovables para 2025, frente al 10% actual.

La yuxtaposición deja de manifiesto el problema que enfrenta Argentina. El fracking en Vaca Muerta, una formación rocosa en la Patagonia y que alberga la segunda reserva de gas shale más grande del mundo, podría ser el boleto de salida de una crisis económica que se ha prolongado por años. Pero tomar esa ruta hará que sea mucho más difícil reducir en 19% las emisiones desde los niveles de 2007 para el final de la década, su objetivo en virtud del Acuerdo de París.

“Vaca Muerta le queda a Argentina como un guante, es muy beneficioso”, dijo Enrique Maurtua, asesor medioambiental de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales de Buenos Aires. El área ayudó a impulsar la producción de petróleo shale a un récord de 124.000 barriles por día en diciembre, y tiene el potencial de convertirse en un sector tan importante como la dominante industria agrícola del país. Pero continuar desenterrando sus recursos “no va en línea con la neutralidad de carbono”, dijo Maurtua.

La Administración de Fernández no ha explicado completamente cómo planea alcanzar la meta de emisiones cero netas. Después de su discurso en la ONU, presentó un documento de 87 páginas delineando sus compromisos actualizados del Acuerdo de París, que eran escasos en nuevos detalles. El Gobierno tiene previsto publicar otro informe más adelante en el año que podría proporcionar más claridad.

Climate Action Tracker, una organización sin fines de lucro que analiza las políticas de los países, califica la hoja de ruta de Argentina como “críticamente insuficiente”. Citó los esfuerzos del Gobierno para proteger las industrias intensivas en emisiones de carbono y la falta de medidas ecológicas en su plan de recuperación del covid-19.

Otros productores importantes de gas que han hecho promesas de emisiones cero netas enfrentan un dilema similar. El plan de Canadá para alcanzar la neutralidad para 2050 fue calificado como “insuficiente” por CAT, que criticó su propuesta de eliminar el carbón para 2030 al reemplazarlo con un aumento en el gas natural. El fracking también ha sido acaloradamente debatido en Estados Unidos mientras el presidente, Joe Biden, persigue una ambiciosa agenda verde.

Para Argentina es posible cumplir con su objetivo de 2050, concluyeron Maurtua y otros investigadores en un informe, aunque requeriría grandes cambios en muchas de las políticas del Gobierno. Los caminos que describieron incluyeron estimular la energía renovable, usar la energía de manera más eficiente, transformar el gigantesco sector agrícola del país (la ganadería representa aproximadamente 22% de las emisiones) y promover la silvicultura.

El Gobierno argentino debería cambiar de marcha y dejar de apoyar a la industria de los combustibles fósiles, dijo Maurtua. “De lo contrario, es como si estuviéramos invirtiendo en videocasetes mientras todo el mundo está viendo Netflix”.

Argentina se jacta de tener una de las mejores fuentes de energía eólica del mundo en sus regiones costeras del sur. Al norte, los recursos solares son casi iguales a los del desierto de Atacama en Chile, que tiene la mayor radiación solar del planeta.

Durante el mandato del expresidente Mauricio Macri, quien dejó el poder hace 15 meses, el país estaba trabajando para aprovechar estos recursos. Creó las condiciones para una avalancha de inversiones en energías renovables, en parte, al abrir subastas de energía limpia a inversionistas extranjeros.

El gigante energético estatal YPF SA, el desarrollador principal de Vaca Muerta, incluso comenzó a cambiar de rumbo. Creó una unidad que construyó parques eólicos y un pequeño fondo que compró una participación en una compañía de scooters eléctricos. Sus emisiones cayeron por tercer año consecutivo en 2020. Durante el mismo período, Argentina instaló un récord de 1,5 gigavatios de energía renovable, según el grupo de investigación BloombergNEF.

Actualmente, no hay proyectos de energía limpia en desarrollo ni se han organizado nuevas subastas. Desde que asumió el cargo, la Administración de Fernández rara vez ha mencionado la energía eólica o la solar, al tiempo que se centra en políticas para impulsar los combustibles fósiles, incluida su gran apuesta por Vaca Muerta.

“Argentina tuvo un progreso notable en un corto espacio de tiempo”, dijo la analista de BNEF Natalia Castilhos Rypl. “El problema es que es probable que 2020 no vuelva a suceder pronto, y las cosas se ven muy mal después del próximo año”.

Varios países, en su mayoría desarrollados, han utilizado sus paquetes de rescate posteriores al coronavirus como una oportunidad para acelerar sus transiciones a industrias con bajas emisiones de carbono. Esa no siempre es una opción viable para países más pobres como Argentina, quienes podrían encontrar que los combustibles fósiles proporcionan un camino más fácil para el crecimiento.

Poco menos de la mitad de los estímulos proporcionados para mitigar los efectos del covid aprobados a nivel mundial se consideran ecológicos, según BNEF. Latinoamérica destinó la menor proporción entre las regiones de todo el mundo, y solo alrededor de 2% de su dinero de recuperación se destinó a industrias que pueden ayudar a mitigar el cambio climático.

En Argentina, el Gobierno de Fernández está preocupado por aliviar una escasez crónica de reservas de divisas, lo que ha potenciado las devaluaciones y la inestabilidad, y podría ayudar a impulsar la inflación a un 46% este año. Más del 40% del país está en la pobreza.

El Gobierno aumentó los controles de capital para aliviar la escasez de efectivo, lo que terminó frenando las inversiones extranjeras que han impulsado sus iniciativas de energía verde. Una gran escasez de crédito, impulsada por el tercer default soberano de Argentina de este siglo y los controles, ha agotado los fondos para los desarrolladores de energía eólica y solar que han dependido de las finanzas internacionales para construir los proyectos. Los cuellos de botella en la transición y la disminución de la demanda de energía debido a la desaceleración económica también están perjudicando a la industria de las energías renovables.

Grenergy Renovables SA, con sede en Madrid, ganó una subasta para administrar un pequeño parque eólico de 24 megavatios en la Patagonia durante el Gobierno de Macri, pero las perspectivas para el futuro son sombrías. “Las condiciones en Argentina como país son muy complicadas en este momento”, dijo el director ejecutivo, David Ruiz de Andrés. “Todavía no cumple con los requisitos y las condiciones del mercado para que podamos invertir y desarrollar proyectos allí”.

El departamento de planificación de energía del Gobierno que está a cargo de la transición energética no respondió de inmediato a una solicitud de comentarios.

Vaca Muerta es probablemente el camino más rápido de Argentina hacia los dólares de exportación que necesita desesperadamente para asegurar un futuro más promisorio. Y se está acabando el tiempo para aprovechar sus ganancias potenciales.

Macri comenzó a advertir en 2019 que Argentina debía darse prisa si quería sacar provecho de sus reservas de shale antes de que los compradores comenzaran a rechazar los combustibles fósiles. Hasta entonces, el gas natural había sido visto como un combustible de transición que ayudaría a la economía global a alejarse del petróleo y el carbón, que son más contaminantes. Ese papel se está volviendo menos importante a medida que los costos de la energía eólica y solar se desploman.

La contribución de Argentina al cambio climático es relativamente baja. En 2019, envió a la atmósfera 98% menos dióxido de carbono que China, el principal emisor del mundo.

Pero bajo el Acuerdo de París de 2015, todos los países, sin importar su tamaño o etapa de desarrollo económico, deben hacer todo lo posible para reducir las emisiones a fin de mantener el calentamiento global por debajo de 2°C y, preferiblemente, cerca de 1,5°C por encima de la era preindustrial. A medida que crece el consenso mundial sobre la necesidad de priorizar la lucha contra el cambio climático, los países que adoptan lentamente las energías renovables corren el riesgo de quedarse atrás.

Argentina no solo está poniendo en peligro sus metas de emisiones, sino que, tal vez, incluso su relevancia geopolítica, según Ben Backwell, jefe del grupo de lobby con sede en Bruselas Global Wind Energy Council.

“Si Argentina quiere ejercer un poder blando en la política global, debe incorporar las energías renovables, no hay futuro a largo plazo en los combustibles fósiles”, dijo Backwell. “Argentina es un paraíso para las energías renovables, pero necesita crear condiciones para invertir”.


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