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SWAP CHINO Las dudas de Luis Kreckler que no responde Miguel Pesce

 Sociólogo y diplomático, Luis María Kreckler tiene un curriculum-vitae intento desde que ingresó al Servicio Exterior argentino en 1983: secretario de Comercio y Relaciones Económicas Internacionales, embajador en Brasil, embajador en Alemania, embajador en Suiza y ahora embajador en China, donde aparecen algunos interrogantes que, aún con toda su experiencia, no consigue despejar.


Un swap (o “intercambio”, en español) obliga a 2 'partes' o 'puntas' u 'operadores' a cambiar divisas o dinero en ciertas fechas pre-establecidas. La operación no se realiza de forma inmediata sino en 'tramos' o ccuotas', también predefinidas.

En octubre de 2014, la Argentina negoció un préstamo de China nominado en renminbis, que es el nombre de la moneda china (la palabra "yuanes" equivale a pesos en el chino mandarín) por un total equivalente a US$ 11.000 millones.

En forma progresiva, el BCRA podía ingresar ese dinero contablemente a sus tenencias pero, finalizado el intercambio predefinido, debería cancelarse la asistencia.

¿Por qué China aceptó esa operatoria?

Por 2 motivos estratégicos:

> Por un lado, China intentaba mejorar el statu-quo de su renminbi. El swap con la Argentina fue parte de la operación que llevó a incluir el renminbi en la canasta de monedas llamada Derechos Especiales de Giro, unidad de cuenta del Fondo Monetario Internacional. El objetivo del esfuerzo chino es conseguir que renminbi sea considerado moneda fuerte, tal como el dólar estadounidense o el euro o el yen.

> Por otra parte, China estaba garantizando la continuidad del flujo comercial bilateral con la Argentina. El swap debería garantizar que la Argentina pudiera pagar las importaciones desde China, sin recurrir a los dólares.

Luego ocurrió la deformación de la operatoria, consecuencia del fracaso argentino en conseguir dólares genuinos.

Y la Argentina comenzó a depender del swap chino para 'abultar' sus reservas propias.

“Dentro de las reservas, un importante componente está formado por los swaps acordados con China, que ascienden a casi US$ 20.000 millones. La conversión a dólares de una parte proporcionaría al Banco Central una significativa masa de intervención para serenar el mercado cambiario”, aseguró Víctor Beker.

El problema sucede cuando las empresas que trabajan en el flujo comercial bilateral chino-argentino le preguntan al embajador Luis Kreckler cómo se hace para que ese mecanismo respalde la operatoria, hoy día sometida a las restricciones que impone el Banco Central.

La situación comienza a complicarse porque el reclamo empresarial tan diverso es genuino: los renminbis deberían garantizar las importaciones desde China, pero el Banco Central les estaría aplicando similares restricciones a las vigentes respecto del resto de los países, cuando claramente no son situaciones equivalentes.

Dicen que Kreckler así lo entiende y lo ratifica ante las autoridades chinas que consultan. Pero no está siendo la política del Banco Central, insisten los mismos infidentes.

Tal como sucede con otros temas en agenda, el Banco Central debería establecer políticas transparentes y permanentes, en vez de quedar sujeto al balance cambiario cotidiano: es el reclamo generalizado.

Ahora, todos están aconsejando que quien llame a Pesce sea alguien de Beijing.




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