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"La dolarización resuelve la inflación, pero no arregla el resto de los problemas"

 El rol del Banco Central en las crisis argentinas se discutió este miércoles en un panel de la ExpoEFI de este año del que participaron los economistas Miguel Kiguel y Lucas Llach con la moderadora Camila Perochena. "Las crisis antes de que hubiera bancos centrales eran peores", destacó Kiguel para quien dolarizar "suena bien, pero es otro atajo que no soluciona las rigideces de la economía argentina" ni los problemas de fondo.

El diagnóstico de cómo Argentina llega recurrentemente a crisis incluyó factores culturales e institucionales. Para Kiguel hay una idea errónea de que las correcciones económicas deben ser a costo cero, y como no hay "almuerzos gratis", en lugar de enfrentar el costo de las correcciones macroeconómicas, "recurrimos a las crisis" y dejamos que los desequilibrios "se resuelvan por inflación y devaluación".

"Hay algo específicamente argentino", agregó Llach y lo atribuyó a cierto aspecto cultural de que nos forman con la convicción de que Argentina nació rica y "tenemos que vivir a la altura de esa promesa ya" y también a un factor institucional que describió como "una estructura de intereses que defienden cierto status quo" en relación a los industriales que reclaman proteccionismo y el sindicalismo que a veces actúa como traba para la competitividad. "Esto -dijo- o explica las crisis, pero sí el bajo crecimiento y un país que crece menos, tiene más probabilidad de entrar en crisis".

Respecto de la crisis que actualmente atraviesa el país, los economistas coincidieron que tiene un gran parecido a los ciclos de stop and go con crisis de balanza de pagos, que históricamente se resolvieron con devaluación y recesión, más un componente de alta inflación.

En este sentido, los economistas coincideron en que Argentina es el único país que atravesó una hiperinflación y quince años después volvió a tolerar convivir con la inflación. Para Kiguel es clave que, en el medio, estallara la convertibilidad y la Argentina llegara a superar el 50% de pobreza, porque eso alteró las prioridades de la sociedad. "Tal vez no es tan malo un poquito de inflación", ejemplificó. Y agregó que esto empeoró por la incapacidad para poner límites como no haber permitido que la inflación superara el 10% incluso sabiendo que los costos de la inflación son muy altos.

Para Llach, el pedido de autocrítica a su paso por el Directorio del Banco Central tiene que ver con la falta de realismo de quienes piden que bajen las tasas porque les complica la vida a las pymes y la ansiedad de un gobierno que prometió bajar la inflación al 5% en 4 años. "La magia en economía no existe, a veces algún costo hay. Creo que los réditos de bajar la inflación son altísimos", dijo.

En este sentido, Kiguel coincidió en que es una ingenuidad pretender que la política antiinflacionaria sea inocua y no perjudique a nadie; y que es la misma reticencia a hacer los ajustes por las buenas lo que desemboca en que se hagan por las malas. Y puso el ejemplo del fin de la convertibilidad, un momento en el que si no se rompía el 1-1, el ajuste había que hacerlo mediante deflación de precios y salarios y la sociedad no lo convalidó.

Consultado entonces por la conveniencia de dolarizar directamente, Kiguel dijo que en su opinión ese es "un atajo más" que "puede sonar muy bien" para bajar la inflación, pero que no soluciona los problemas de fondo de la economía argentina, sus muchas rigideces y sus consecuencias como el desempleo.

La dolarización te resuelve el problema de la inflación, pero no te resuelve el problema de la (falta de) flexibilidad, ni te garantiza bajar el desempleo.

Para él, la idea de una política monetaria en extremo rígida como la dolarización se impone con el objetivo de que choque con otras rigideces de la economía como la inflexibilidad a la baja del gasto público en salarios y jubilaciones y obligue a estos otros aspectos de la economía a flexibilizarse. "No funciona así", dijo. Y recordó que con una política casi tan rígida, como fue la convertibilidad, ya se vieron los resultados.

Además, aclaró que de dolarizar se perdería el rol de prestamista de última instancia que tienen los bancos centrales en todo el mundo y que fue clave para que la crisis mundial del 2008 no se alargara y para contener la crisis del coronavirus este año. "La Reserva Federal de los Estados Unidos no va a ser nuestro prestamista de última instancia". Y aclaró que aunque fuese recomendable, no se reúnen las condiciones para tomar semejante rumbo de política económica: los dólares para cambiar de moneda tampoco están.

"Un Banco Central puede ser independiente pero no autista, tiene que ser parte de una orquesta, no puede funcionar bien en un país que funciona mal. Pretender un Banco Central independiente en una economía desequilibrada tampoco funciona", destacó.