Ingresos que caen más de 20% en promedio frente a la inflación, salarios pulverizados en dólares, caída del consumo y ventas a la baja… Todo indica que lograr un ahorro es misión imposible para la mayoría, pero no hay que abandonar la batalla: el esfuerzo personal y las oportunidades que brindan las nuevas tecnologías pueden generar un cambio que muchos ni siquiera imaginan. En la columna de hoy nos ocuparemos de aquellas personas que en el escenario actual consiguen un excedente, por mínimo que sea. Ahorrar no es solo una meta cuantitativa, es también cualitativa: permite abrirse al mundo de las inversiones, vivir nuevas experiencias en los mercados de capitales y generar ingresos pasivos para el propio bienestar. Las 3 reglas de inversiones que veremos a continuación se dividen en diferentes destinos: acciones, bonos y dólares. 1. Acciones: Lo más importante es “la previa” “La previa” es como llaman los adolescentes al momento anterior a la salida al boliche, donde se reúnen con amigos a tomar algo y charlar. En el universo de las inversiones, “la previa” correspondería a las preguntas fundamentales que debemos formularnos antes de comprar acciones en la Bolsa. Una de las preguntas clave es cuál es tu horizonte de inversión. Un chiste repetido entre bolseros sostiene que un inversor de largo plazo es en realidad un inversor de corto plazo que no supo salir a tiempo y, en lugar de vender la acción asumiendo pérdidas, decidió mantenerla esperando pacientemente el día en que la cotización suba, si es que ello finalmente ocurre. Algo semejante no debería ocurrirte. Si te considerás un inversor de corto plazo, antes de comprar una acción deberías tener en claro qué pérdida estás dispuesto a asumir y qué ganancia proyectás. O sea, si comprás una acción a $ 10, tenés que definir a cuánto esperás venderla en una eventual suba y a qué precio la venderías si la cotización adopta una tendencia bajista. En el primer caso, por distintas razones podrías esperar ganar 2 pesos por acción y, en el segundo, podrías planificar venderla a 9 pesos para limitar las pérdidas al 10% en caso de una caída. Si, por el contrario, sos un inversor de largo plazo, entonces lo mejor es dejar correr la inversión sin desesperarse por los movimientos que haga en los meses posteriores a la compra. 2. Bonos: Simple y sencillo, sin mucho brillo Los bonos pueden ser muy simples o muy complejos. Los más simples ofrecen cupón (pago de intereses) fijo y amortización del 100% del capital a la fecha de vencimiento. Dentro de los complejos hay para todos los gustos: cupones y/o capital que ajusta por un índice, puts (opciones de rescate) a nombre de las empresas emisoras, perpetuos (sin fecha de vencimiento), etc. Cuando se trata de inversión en renta fija, lo mejor es ir a lo simple y sencillo, aunque sea sin mucho brillo. Lo contrario sería demandar instrumentos estructurados similares a los bonos que las mesas de trading de los bancos de inversión fabrican en función de la demanda del momento, pero sabemos que las modas en los mercados financieros suelen ser pasajeras, cuando en realidad una inversión en bonos debería apuntar al largo plazo. Si el prospecto de emisión del bono es complicado de entender o sus pagos parciales o finales dependen de variables y contingencias difíciles de proyectar, entonces es muy probable que, más que una inversión en renta fija, se trata de una inversión en renta variable “disfrazada” con el título de “bono”. |