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Un monje Zen, Zoom y el virus: dentro del acuerdo de deuda de 65.000 mln dlr de Argentina

Cuando el reloj pasó la medianoche del 3 de agosto, los negociadores argentinos sabían que, tras semanas de conversaciones estancadas, estaban cerca de un acuerdo para reestructurar una deuda de 65.000 millones de dólares que puso a prueba a los mercados financieros globales.
Las conversaciones -al filo de la navaja a medida que aumentaban las tensiones entre funcionarios y acreedores- habían vuelto a su rumbo gracias a las llamadas entre los asesores del Gobierno, los principales acreedores -incluyendo al fondo BlackRock, que chocó abiertamente con Argentina a principios de este año- y el ministro de Economía, Martín Guzmán.
Guzmán y la negociadora clave de BlackRock, Jennifer O’Neil, habían llegado el domingo por la noche al marco de un acuerdo para cerrar la brecha entre las dos partes. Necesitaba ser confirmado por otros acreedores, pero la participación del administrador de activos más grande del mundo fue clave para lograrlo.
Guzmán dio luz verde a los asesores de Argentina, que incluyen a altos ejecutivos de Bank of America y HSBC, y pidió que terminaran de cerrar el acuerdo, recordó una persona cercana a las conversaciones.
Las conversaciones tuvieron vaivenes desde principios de año, en un proceso obstaculizado por la pandemia del coronavirus, y superó los plazos estipulados inicialmente por Guzmán, un economista de 37 años muy cercano al premio Nobel Joseph Stiglitz, debido a los tironeos con los acreedores.
A mediados de junio, dos de los principales grupos de acreedores criticaron las negociaciones por haber fracasado. Una oferta gubernamental “final” hecha a principios de julio también fue rechazada y ese mismo domingo Guzmán advirtió a los acreedores que si no había acuerdo, las conversaciones se estancarían durante meses.
Ahora, con el apoyo político para cerrar un acuerdo, los asesores, que incluyeron al líder de Inversiones para el Cono Sur de Bank of America, Sebastián Loketek, se sentaron a la mesa digital de negociaciones de O’Neil y Pablo Federico, de Ayres Capital, otro acreedor importante.
Guzmán estuvo en línea directa constante.
“La negociación que arrancó el domingo fue intensa, dura. Fue mortal”, dijo la primera persona. “Dormimos dos o tres horas desde el domingo hasta el martes a las 3 AM (0600 GMT)”.
Hubo llamadas entre los acreedores para unirse a la propuesta que se cerró en alrededor de 54,8 centavos por dólar, un compromiso entre lo que se había convertido en posiciones arraigadas del Gobierno y los tres grupos de acreedores que se unieron en julio.
El lunes por la mañana, los acreedores realizaron una llamada a las 9 AM para discutir la propuesta, dijo una segunda persona cercana a las conversaciones.
Un resumen de lo que aceptarían los grupos fue enviado de vuelta por un mensaje de WhatsApp, dijo una tercera persona, antes de que los abogados de ambas partes trabajaran el lunes por la tarde para hacer una declaración final a prueba de balas.
Graham Stock, estratega de mercados emergentes del acreedor BlueBay Asset Management, que forma parte del grupo Ad Hoc junto con BlackRock, dijo que todo había sido “fluido” hasta el lunes. Pero las concesiones obtuvieron un apoyo “unánime”.
“Se las arreglaron para trazar un punto intermedio entre nuestra última propuesta y la última oferta del Gobierno, que fue satisfactoria para otros miembros del grupo y para el Gobierno”.
A las 3.01 AM del martes, Guzmán escribió en Twitter que Argentina y los tres grupos acreedores clave habían llegado a un acuerdo.
“Hasta que se envió el comunicado de prensa, nunca estuve 100% seguro”, dijo la segunda persona. “Hubo tensión todo el camino hasta el final”.

“CONEXIÓN PERSONAL”

En ocasiones, el acuerdo parecía muy lejano, lo que generó temores de batallas legales que los acreedores de Argentina recordaban bien tras una reestructuración desordenada después de un incumplimiento de deuda en 2001/02, que dejó al país como un paria en los mercados globales.
En un momento de tensión en mayo, funcionarios argentinos del gobierno apuntaron en particular contra otro de los negociadores de BlackRock, Gerardo Rodríguez, un exsubsecretario de Finanzas mexicano que había sido clave para aumentar la exposición de BlackRock en Argentina durante el Gobierno anterior, encabezado por Mauricio Macri.
Los acreedores criticaron a Guzmán por dejar de lado a negociadores en las conversaciones.
Una fuente cercana al Gobierno recordó un intercambio temprano durante el cual Rodríguez le dijo a Guzmán que los acreedores pueden “esperar al próximo Gobierno, por muy pronto que sea”.
A medida que avanzaban las conversaciones, funcionarios y acreedores dijeron que Rodríguez asumió un papel menos prominente, con O’Neil en primer plano.
La creciente prominencia de O’Neil, una abogada de Nueva York que anteriormente trabajó en reestructuraciones corporativas, fue crucial, según una persona cercana a las conversaciones que dijo que pudo construir una conexión personal con Guzmán en las últimas semanas.
En llamadas telefónicas cada vez más frecuentes en inglés -O’Neil no habla español- discutieron sus intereses compartidos en correr y en la ciudad de Nueva York, donde Guzmán vivió, antes de sumergirse en tecnicismos sobre la deuda.
“Hubo una conexión personal que ayudó a establecer cierto nivel de confianza”, dijo la persona.
BlackRock declinó hacer comentarios y Reuters no pudo comunicarse con Rodríguez, su administrador de cartera para mercados emergentes.

“TRANQUILIDAD ZEN”

Guzmán, aunque sin experiencia en política, era un experto académico en reestructuraciones soberanas. Desde que asumió el cargo, ha ayudado a Argentina a obtener un fuerte apoyo de destacados economistas y ha establecido una estrecha relación con el FMI e incluso con el Papa Francisco.
Stiglitz, mentor de Guzmán en la Universidad de Columbia y coautor de muchos artículos, incluido uno sobre crisis económicas publicado durante las conversaciones, dijo que el ministro tiene “calma Zen, enfoque láser y habilidad”.
“Aportó un conjunto de conocimientos y una capacidad analítica que era inusual”, dijo Stiglitz a Reuters. “Los machos Alfa en el mundo crediticio están acostumbrados a tratar con países que no tienen ese grado de confianza”.
Riccardo Grassi, gerente de riesgos del acreedor Mangart Capital Advisors, estuvo de acuerdo en que el ministro generalmente estaba tranquilo, aunque dijo que a veces podía irritarse. La persona cercana al Gobierno y con conocimiento directo de las conversaciones describió a Guzmán como “un monje-guerrero Zen”.
Guzmán no respondió a los pedidos de comentarios.
Después de llegar al poder en diciembre, Fernández y Guzmán hicieron su primera oferta a los acreedores en abril de alrededor de 40 centavos por dólar, en una táctica de apertura agresiva.
Gorky Urquieta, codirector de deuda de mercados emergentes de Neuberger Berman, tenedor de bonos argentinos, se hizo eco de muchos acreedores y calificó la oferta inicial de “absolutamente inaceptable”.
“Se necesitaron cinco minutos para rechazarlo”, dijo.
Desde entonces, dijo Urquieta, las conversaciones habían sido “muy al estilo argentino, mucho drama a su alrededor, una gran, larga saga que parece estar cerca de una resolución”.

“MOMENTO DE FELICIDAD”

Ese drama se vio agravado por la pandemia. Argentina impuso una cuarentena a nivel nacional el 20 de marzo y cerró sus fronteras, lo que significó que las negociaciones que alguna vez se habrían realizado cara a cara de repente tuvieron que hacerse en plataformas de video como Zoom.
A medida que se acercaba el final, los acreedores dijeron que asesores como UBS y Mens Sana ayudaron a aliviar las tensiones, ayudaron a navegar la política local y facilitaron la comunicación entre los propios acreedores, que en ese momento estaban fragmentados.
Otros identificaron intermediarios importantes como el legislador oficialista Sergio Massa, presidente de la Cámara de Diputados de Argentina.
“Sergio ayudó mucho a evitar que la gente explotara”, dijo la primera fuente, y agregó que el papel de Massa era asegurar a sus contactos de mercado “que Argentina quería arreglar las cosas”.
A mediados de julio, los acreedores respaldaron su propia propuesta, exigiendo cambios en las cláusulas legales y alrededor de 3 centavos por dólar más en valor. Los grupos, que juntos podían bloquear un acuerdo, rechazaron la propuesta “final” del Gobierno.
Carl Ross, de GMO, que estaba en el comité directivo del Comité de Acreedores de Argentina, dijo que la combinación de los grupos era vital para el apalancamiento, pero también había un creciente reconocimiento de que encerrar al Gobierno contra una esquina conllevaba riesgos.
“Estaba claro que políticamente iba a ser imposible (que Argentina elevara la oferta) y existía el riesgo de que ganaran los elementos más radicales”, dijo.
Cuando se hicieron las últimas llamadas de Zoom para sellar el acuerdo, Marcelo Delmar, un asesor de Mens Sana, dijo que había más una sensación de alivio que de euforia.
Los acreedores aún tienen que aceptar formalmente el acuerdo antes de la fecha límite del 24 de agosto, aunque tres de las personas cercanas a las conversaciones dijeron que esperan una participación de, por lo menos, entre el 85 y el 90% de los bonistas.
“Sí, fue un momento de felicidad”, dijo Delmar. “Pero luego la vida continúa”. 


reuters