“Esas ideas locas que, dicen…que vamos a estatizar empresas. Nada de eso", dijo días atrás el Presidente. De inmediato aclaró que sí estaba pensando "en un país más justo", y adelantó que trabaja para una reforma impositiva donde las cargas no sean las mismas para ricos o pobres.
No quedó del todo claro si Alberto Fernández se refería a las "ideas locas" por la audacia estatista y casi delirante de estas iniciativas que se blanquearon en el ya célebre tweet de la diputada Fernanda Vallejos; o si en verdad estaba cuestionando la forma en que el periodismo crítico del Gobierno se refería a estas ideas locas según las calificó el Jefe de Estado.
Importan menos las intenciones, porque a la hora de la verdad hablan y definen los hechos. De momento se observa que vienen avanzando cada vez a mayor velocidad las ideas locas en las que finalmente termina embarcándose el gobierno nacional y por lo general estas ideas locas provienen todas de un mismo lugar: el Instituto Patria y alrededores.
Salvo en el caso del default y el manejo futuro del Banco Central -temas cruciales pero que también están por verse- las ideas locas terminan imponiéndose. Del todo o casi del todo.
Ha sido visible el avance de los sectores más estatistas de la coalición que se referencian en Cristina en puestos clave del Gobierno. No sólo en los casos resonantes de ANSeS, PAMI o toda la agenda judicial. También en las decisiones de política exterior y claramente en la política económica. El cepo de Alberto ya supera al de Cristina.
¿Qué idea fue al final haber tenido que optar por Martín Guzmán y el experimento de Joseph Stiglitz para renegociar la deuda, cuestión que de momento ya llevó al país al default, derrumbó expectativas y reservas, al punto que ahora tal vez ya sea tarde para zafar de los juicios y los fondos buitre, aunque se arregle una parte del paquete?
¿No era más lógico resolver el tema de entrada con el equipo de negociadores originales que bendijo Alberto en acuerdo con Sergio Massa, caso Guillermo Nielsen, Martin Redrado, Marco Lavagna, o Daniel Marx, que además eran la lógica del gabinete económico que con que debutaría el Presidente?
¿De dónde salió la idea de probar el experimento Guzmán? ¿Por qué todo el equipo económico del presidente Alberto Fernández está integrado por piezas clave que acompañaron a Cristina cuando se radicalizó en el segundo mandato?
En lo inmediato, hay dos ideas locas que hasta ahora no parecen consumarse, aunque no desaparece del todo el peligro porque no terminan de despejarse los fantasmas. La primera, ya dicha, si finalmente se decide seguir estirando el default como si no pasara nada, o finalmente se ordena acordar con los acreedores. La segunda, si se puede seguir emitiendo pesos sin límite a razón de $ 250.000 o 300.000 millones por mes, sin plan de salida para esa bomba de tiempo inflacionaria. Puede encaminarse el acuerdo con los acreedores, pero si no se clarifica la política fiscal y monetaria no llegará tan fácil la tregua cambiaria.
La idea loca de coquetear con el default terminó derivando en el cepo extremo que complica y encarece importaciones básicas para producir, y se insiste en aumentar los controles en lugar de liberar más al dólar financiero y alentar el ingreso de capitales, sin perder el control de cambios ni el dólar controlado para comercio exterior.
También se terminaron imponiendo las ideas del instituto Patria en materia de impuestos a los ricos (saldría con apoyo directo o indirecto de la UCR y los peronistas del PRO) y todo indica que se eliminaría el ajuste por inflación para aumentar fuerte el impuesto a las ganancias de las empresas, y hasta podrían discutirse tasas mayores contra las supuestas ganancias extraordinarias del sector financiero y de servicios.
El país más justo del que habla el Presidente coincide con el mensaje de Cristina en la campaña electoral. Se propone un nuevo Contrato Social, un nuevo Orden. La Argentina de la pos pandemia que hay que construir, donde la normalidad "no existe más", según el gobernador Axel Kicillof. El mandato que expresa textual Máximo Kirchner: la Argentina no puede salir de la pandemia de la misma manera como entró. Un país más justo. ¿Supone una reforma constitucional en la dirección de condicionar el derecho de propiedad al bien común? Es probable. Más Estado y más impuestos.
Avanzan y a paso redoblado las ideas locas. La que se le atribuye a Fernanda Vallejos parece ahora derivar en un proyecto para que el Estado pueda acudir en "salvataje" a las "empresas estratégicas" que estén en peligro de subsistir, y cuyos paquetes accionarios puedan ser adquiridos por fondos de inversión.
En este espíritu, un grupo de legisladores y dirigentes afines al cristinismo pidieron que intervenga el Estado en el concurso preventivo de la cerealera Vicentín para estatizar la compañía. Se propone una empresa pública, no estatal, donde el Estado controlaría el paquete accionario, con participación minoritaria de los privados y con el management compartido.
Conviene seguir el caso Vicentín y tantas otras grandes marcas y grandes oportunidades que van a venir en la catarata de quiebras y concursos que llegarán después de la pandemia.
No sólo por la disputa en el sector privado que luce interesante para ver quién se va quedando con las grandes empresas que vayan volcando, sino como casos testigos para observar cómo, con ley o sin ley, el Estado puede influir a pleno para bajar el martillo.
La cuestión de la estatización de empresas está lanzada. Llegará al Congreso con el debate sobre las leyes que se necesitan para agilizar los acuerdos entre acreedores y deudores y administrar los quebrantos monumentales que dejará la triple Nelson para el sector privado: pandemia, cuarentena y…claro, las ideas locas.
Guillermo Kohan