El impulso a la expropiación aparece como la mayor imposición K. El santafesino Perotti aún busca una alternativa, para jugarla con el Presidente. Y el tema también afecta a jefes provinciales como Schiaretti. Las protestas, otro indicador social que todos observan
Sergio Massa y otros referentes del Frente de Todos hacen cuentas en Diputados frente a la decisión –por ahora sostenida- de avanzar con el proyecto de expropiación de Vicentin. No están nada tranquilos, aun pensando en el recurso de la presión efectiva de la Casa Rosada sobre los gobernadores para asegurar apoyos. El gesto crítico de Roberto Lavagna, con impulso a un proyecto alternativo, complica el panorama porque rompe la idea de alineamiento general de los “aliados”, vitales parta el que el oficialismo se asegure la votación en la Cámara baja. La cuestión no se agota en los escritorios: una escalada del tema y la ya insinuada posibilidad de protestas podrían poner en crisis el acompañamiento de legisladores más atados más al humor de sus distritos que a la disciplina de la interna.
El clima ha cambiado decididamente en el Congreso. En el Senado, fue quebrado el trato para sesionar en condiciones excepcionales –de manera virtual y sólo en parte, presencial- pero con agenda limitada a proyectos vinculados con la cuarentena. En Diputados, viene ahora una discusión sobre la extensión de este tipo de debates. El cuadro es menos tenso que en el ala dominada por Cristina Fernández de Kirchner, aunque un tema como el de Vicentin repondrá seguramente la pulseada sobre el modo de deliberar. La oposición también hace cuentas sobre los números, ajustados, en la hipótesis de una pelea por el caso Vicentin.
El cuadro es más amplio. Juntos por el Cambio siente, según admiten sus referentes, que la ofensiva kirchnerista se convirtió en factor decisivo para cerrar filas, aún sin resolver problemas de fondo sobre su propia constitución como coalición y los liderazgos. En el Congreso, mejoró la salud de los bloques, sobre los cuales, sobre todo en Diputados, venían trabajando operadores oficialistas en las primeras etapas de la cuarentena y cuando Alberto Fernández parecía más afirmado a distancia o en equilibrio con CFK. No sólo el caso de la empresa santafesina modificó ese estado de cosas, sino además otros episodios que impactan fuera y dentro del oficialismo.
La pandemia y en un segundo escalón la negociación de la deuda apenas disimula otros gestos que, en varios sentidos, podrían estar esmerilando la imagen presidencial. Y que por supuesto no pasan inadvertidos en el mundo de los negocios y hacia el exterior. Las últimas dos señales son notorias y en buena medida sintetizan la situación: la carga en el terreno judicial y el blanqueo de la disputa interna.
Fueron significativas las declaraciones de la ex jueza María Laura Garrigós de Rébori. Es una figura alineada sin vueltas con la ex presidente que ha vuelto a las primeras líneas de exposición con la reciente designación como interventora del Servicio Penitenciario Federal. Además de dejar definiciones bastante estigmatizadoras e inquietantes sobre lo que considera una relación directa entre pobreza y delito, la nueva funcionaria cargó con dureza sobre la Corte Suprema. Este último en un flanco que dejó abierto el Presidente. Y que oscurece el panorama sobre la propuesta de reforma judicial, aún demorada y al parecer conversada internamente. No es la primera andanada desde las filas de CFK, con la idea –al parecer apremiante- de ampliar el máximo tribunal para generar una mayoría nueva y permeable a las inquietudes de la vicepresidenta.
El otro ingrediente cercano que remite al frente doméstico del oficialismo estuvo a cargo, otra vez, de Sergio Berni. El ministro bonaerense apuntó cuando nadie lo esperaba sobre la ministra de Seguridad, Sabina Frederic. Y generó malestar en Olivos: pegó sobre una integrante propia del Gabinete y lo hizo en un marco sensible por la pandemia, especialmente en Buenos Aires. Berni responde sin escalas a CFK, lo cual potencia la interna, con el agregado explícito de su reconocimiento a la ex presidente como única líder de su espacio político.
El caso Vicentin, llamativamente, combina todos esos elementos políticos, internos y externos. La grave situación de la empresa, y sus desmanejos, no explican la decisión del Gobierno y menos, el momento y la velocidad con que se movió al menos hasta ahora. La intervención y el proyecto de expropiación son una señal potente hacia al mundo empresarial: aparece como un crujido de las reglas de juego y al mismo tiempo, como la constancia de una movida de sello kirchnerista puro que colocó al Presidente no como impulsor sino como ejecutor.
Pero, además, sacude el tablero interno en sentido amplio y podría representar una prueba delicada para los gobernadores peronistas –y aliados-, cuyo silencio hasta el momento es un dato en sí mismo. En esa lista se destaca el santafesino Omar Perotti, involucrado directamente en el tema, pero también se anotan jefes provinciales como el cordobés Juan Schiaretti y otros de fuerzas locales con peso en el entramado de aliados, especialmente en Diputados.
Por supuesto, Córdoba, Santa Fe y en otra escala la casi totalidad de las provincias demandan asistencia del Estado nacional, por arrastre de necesidades financieras y como consecuencia de la cuarentena. Las conversaciones y giros de fondos son materia corriente entre el Gobierno y los gobernadores: es un juego de necesidades. El interrogante es cómo evolucionará el cuadro: Perotti, que debió frenar una crisis en su propio gabinete, intenta aún una salida que no sea la expropiación sin más vueltas.
Los diputados del PJ cordobés, y los representantes de algunos distritos “amigos” como Santiago del Estero y Misiones, pueden ser decisivos en una votación ajustada como la que se imagina para el caso Vicentin. Los dos interbloques donde se alinean esos grupos enfrentan una tensión impensada. Sólo habían expuesto ruidos frente a temas muy puntuales, como lo fue el cruce entre el oficialismo y JxC por el DNU que otorgó mayores poderes presupuestarios al jefe de Gabinete.
El proyecto alternativo que impulsa Lavagna asoma como una diagonal atractiva para quienes rechazan la expropiación y no quieren quedar orbitando alrededor de la oposición de JxC. Es un desafío para el Frente de Todos. También, en la interna. Massa se cuenta entre quienes no ven con buenos ojos la iniciativa. Máximo Kirchner promueve y defiende el proyecto.
El otro ingrediente asoma por ahora lejos de ese circuito. La protesta en la Avellaneda santafesina hace ruido desde el arranque de esta historia. Lo tienen en cuenta oficialistas y opositores, también para los capítulos que vienen.
Eduardo Aulicino