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La esencia del populismo

La bravata de la vicepresidente Cristina Fernández contra el FMI terminó como se esperaba: con una bofetada del organismo internacional.

Mientras mendigaba una quita de la deuda, la vice apestilló al Fondo por una supuesta violación de sus propias reglas al prestarle dinero a la Argentina. Esto de suplicar al otro apuntándole con un revólver no sólo es patético: también es mal negocio.
El FMI dijo que, de violación de reglas, nada. Y de la quita, ni hablar.
¿Por qué se embarca en estos mares la vice?
Primero, para embarrarle la cancha al presidente Alberto Fernández: ésa es su esencia y allí no hay que esperar milagros.
Segundo, para que la tribuna crea, la que le cree, que sola contra el mundo enfrenta a implacables enemigos a quienes, oh detalle, le hemos pedido la escupidera.
El mito populista, que tan bien encarna la vice, jura que siempre lucha contra poderosos enemigos de afuera y feroces traidores de adentro.
Esa fórmula, que también usan por igual Nicolás Maduro y Donald Trump, ha servido para ocultar la incapacidad propia, cuando no sangrientos crímenes o una pasión irrefrenable por la corrupción. El pronóstico augura cielo nublado, con probabilidad de chaparrones.
El reino del revés
“Terra Alta”, la última novela del excelente escritor español Javier Cercas, es, en una de sus lecturas, la lucha de un hombre por hallar justicia. Los rugbiers sospechados de asesinar en Villa Gesell a Fernando Báez Sosa, fueron a la cárcel por decisión del juez y el dictamen de la fiscal. El abogado que los defiende denunció a la fiscal por “privación ilegal de la libertad” por esas detenciones.
¿Qué es lo que anda tan mal en la Argentina como para que la defensa de un procesado incurra en el amenazante disparate de acusar de secuestro a quienes actúan en defensa de la sociedad? Las páginas de Cercas tal vez encierren un amago de respuesta.
Alberto Amato