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La estrategia secreta de Martín Guzmán para negociar la deuda

El jefe de Economía pretende que el plan de refinanciación surja de una “negociación constructiva” con los acreedores privados. Alberto Fernández le dedica mucho empeño a aceitar las cosas con Washington.

Martín Guzmán estaba sereno, pero firme en sus argumentos. Así lo dijo: “El programa estuvo condenado al fracaso desde el inicio”. Y agregó: “Aumentó el endeudamiento y profundizó la recesión”. Ocurrió en la oficina de Kristalina Georgieva. Estaban solos, en el piso 12 del suntuoso reducto de la jefa del FMI.
Primero Kristalina defendió al Fondo Monetario. Planteó que la Argentina incumplió el programa y habló de la deuda impaga que acumula con Washington. Eligió palabras precisas y claras. Dijo que el FMI no iba a hacer más desembolsos, hasta tanto el Gobierno tuviera un plan macroeconómico integral. La directora del FMI afirmó: “No vamos a brindar ninguna recomendación hasta conocer el programa argentino”.
Guzmán sabía de antemano la opinión del organismo. Como adelantó Clarín -y este jueves se confirmó- Joseph Stiglitz había mantenido conversaciones previas con los directivos del FMI en nombre del Gobierno argentino.
Guzmán contraatacó y fue ahí cuando le adelantó a Kristalina lo siguiente: “Argentina no va a pedir el desembolso pendiente de los 11.000 millones de dólares”. Fue una forma de invertir la carga de la prueba: anunciar la decisión como propia, antes de que el FMI lo comunicara oficialmente.
La astuta maniobra tuvo una explicación académica concreta: “Ese dinero en lugar de mejorar, va a empeorar las cosas en la Argentina”. Kristalina reconoció que el plan del FMI había fracasado. Ya lo había admitido de hecho cuando desplazó a Roberto Cardarelli. Georgieva -en medio de la reunión- decidió incorporar al encuentro a Luis Cobeddu, el nuevo delegado para Buenos Aires.
Guzmán llevó adelante su planteo central: “Es imposible pagar, si Argentina no crece”. Alberto Fernández le dio todo el aval. El ministro conoce ese apoyo y -por eso- se animó a poner límites a la propuesta de emitir para reactivar. Así lo dijo: “La emisión excesiva puede desestabilizar la economía”. Fue un mensaje para poner en caja a movidas como las de Mercedes Marcó del Pont. Guzmán transmite serenidad en las reuniones con el flamante equipo económico. Son todos académicos, sin roce con la rapiña de los mercados.
Hubo reuniones para definir la “súper-ley” que incluirá una compensación para jubilados. Pero también cambiaría la fórmula de ajuste y dispondrá un “impuestazo”. Guzmán transmitió al FMI que aún no tiene armado un plan de renegociación integral de la deuda externa argentina.
El ministro es muy cauto y sostiene que hay que invertir el razonamiento actual: primero definir cuál será la senda de equilibrio fiscal y de crecimiento que necesita el país para salir de la depresión. Y agrega: “Después ver cuál es el excedente que tendrá Argentina para abonar la deuda”. Ese cálculo se está haciendo -con los datos oficiales– recién ahora. Estaría terminado este viernes. En Columbia, Guzmán estimó que la Argentina requiere por lo menos dos años sin pagar al exterior. Pero ese plazo ahora está en revisión.
También considera que la propuesta de pago debe surgir de un consenso con los acreedores. La semana próxima tomará contacto con los fondos de inversión y otra vez con el FMI. Tiene previsto varias “conferencias telefónicas” y no descarta un viaje directo a Manhattan. Guzmán podría iniciar a la brevedad una misión a Estados Unidos: una vez que tenga definido el sendero fiscal y -por lo tanto- cuánta plata debe dejar de abonar Argentina. El jefe de Economía pretende que el plan de refinanciación surja de una consulta y de un acuerdo previo con los bonistas. Por eso habla de una “negociación constructiva”. Así se lo transmitió en privado a su flamante equipo: “Será en un diálogo abierto y transparente con todos los acreedores”. Esto incluye al FMI.
El Fondo y los bonistas privados no quieren que la Argentina entre en default. Las invocaciones al “default virtual” que hizo Alberto Fernández forman parte de una dramatización, para amenazar y endurecer la posición inicial del país.
De todas formas, sería ingenuo que la Casa Rosada piense que la negociación será fácil. La cuestión la evaluarán este sábado los principales banqueros de la Argentina. Guillermo Cervino, del Comafi, recibirá en su quinta de la zona Norte a los presidentes de todos los bancos nacionales. Ahí también van a bendecir a Jorge Brito para que retome la jefatura de ADEBA. En la negociación externa hay muchos millones en juego y varios factores que la complican.
El primero es la real incapacidad de pago de la Argentina y la poca credibilidad en los centros financieros que tiene la Casa Rosada.
Se trata de un dato objetivo y el Presidente recibió señales concretas. La ausencia de importantes visitantes del exterior para la asunción fue una de ellas. No estuvo -por ejemplo- el rey de España, a pesar de los múltiples intereses ibéricos en la Argentina. Felipe le dijo a Mauricio Macri -en la reunión a solas- lo siguiente: “Queremos colaborar. Pero no voy porque no me invitaron”. También tuvo que soportar la descortesía de Estados Unidos. Una tensión inesperada ocasionada por la mala praxis de la Cancillería.
El encuentro con Michel Kozak recompuso un poco la situación. Alberto le dedica mucho empeño a aceitar las cosas con Washington: sabe que sin un aval de Trump será muy difícil cerrar rápido la negociación externa. Susan Segal, la jefa del Council of the Americas, le transmitió a la Casa Rosada la necesidad de un viaje de Fernández a Manhattan y a Washington. Hubo una invitación concreta.
Alberto lo evalúa, aunque no quiere exponerse a desgastes innecesarios. También está armando otra gira: se insiste en que reactivó, para enero o febrero, la pendiente misión a Alemania, Francia e Italia.
El segundo factor que juega en contra de la negociación es la propia interna en el FMI. Los “burócratas” del staff quieren normalizar las cosas: están en juego sus propias carreras, porque hicieron la vista gorda con Macri.
Pero los directores europeos están furiosos con la Argentina y piden recetas ultra-ortodoxas. Alemania, Inglaterra y Holanda encabezan las políticas de escarmiento.
El tercer factor que puede embarrar la negociación es la fuerte pelea entre acreedores. El Fondo quiere que los bonistas hagan una fuerte quita a la deuda y paguen el costo del “riesgo moral” de prestarle y sacar suculentas ganancias en Argentina. En Wall Street opinan lo contrario: que ellos invirtieron en bonos, confiados por las auditorías del FMI.
Clarín confirmó que ya en Manhattan hay fondos buitre trabajando contra Argentina. Sus ganancias se multiplican con un indeseado default. En Wall Street se insiste en que por lo menos hay tres fondos que ya armaron equipos -en NYC y en Buenos Aires-, a la espera del primer traspié de Guzmán en la negociación. Se dice que existen constancias de que Elliot, Aurelios y Monarch trabajan en esa dura hipótesis.
El mercado petrolero está intranquilo: sorprendió que Alberto ni mencionara la palabra energía en el discurso del Congreso. Existen objeciones a la designación de Sergio Lanziani como secretario de Energía. Es un experto nuclear, que dicen desconoce el mundo petrolero.
La cuestión fue un dolor de cabeza para Matías Kulfas​. El flamante ministro está evaluando una decisión final de Gustavo Lopetegui: en los últimos días de su mandato les saldó deudas por 25.000 millones de pesos a un conjunto de petroleras.
Marcelo Bonelli