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Desestabilizadores políticos que quieren un dólar a $100

Alberto Fernández ya adelantó los lineamientos del plan. Ahora los economistas tienen que cuantificar. Hay que armar escenarios asignando probabilidades asociadas de ocurrencia.
Los reclamos no son solicitudes de certidumbre. Son exhortaciones. El mensaje: “No a la desdolarización. Queremos un dólar recontra alto, sin retenciones. Tasas reales positivas. Nada de quitas en la renegociación de la deuda. Ojo con las tarifas accesibles, nada de aumento de salarios, ni jubilaciones, ni medicamentos gratuitos. Y, además queremos decidir quién es el ministro de economía”. Si esto persiste, en unas semanas el dólar libre vale 100 pesos.
Ya han operado, dieron hasta los nombres, incluyendo periféricos importados del Frente de Todos. Una de las características del período posterior al gobierno de la Alianza había sido el desplazamiento de los tecnócratas neoliberales. Duhalde convocó a dos economistas: Jorge Remes Lenicov y Roberto Lavagna. Ambos se distinguían del conjunto de los tecnócratas de Menem y De la Rúa. Tanto Remes Lenicov como Lavagna estudiaron Economía en Argentina (el primero en la Universidad Nacional de La Plata, el segundo en la UBA). Ambos sentaron las bases de lo que Duhalde llamaba “modelo productivo”. Una idea que se había instalado en el debate político y, que retoma vigencia.
¿Porque es muy preocupante la ofensiva desgastante contra Alberto Fernandez?
La desestabilización política es devaluatoria e inflacionaria. La inflación y el dólar tienen explicaciones técnicas objetivas -ver más adelante-dentro de la lógica monetaria y cambiaria en la Argentina. Sobre la base teórica se opera políticamente para perturbar la economía, que afecta la situación social y por ultimo regresa a la política generando problemas de gobernabilidad.
Las expectativas de inflación son más importantes que las condiciones objetivas (subjetividad + objetividad histórica y cultural). Tiene peso hoy 30 años después de la hiperinflación de Alfonsín (1989), hemos asistido al año de la última tentativa de Macri por detener la inflación, sin lograrlo.

¿Cuál es la causa de la Inflación?

Algo que Macri afirmaba tener muy claro. Quedó demostrado que no existe una “única” causa de la Inflación. Que es una combinación de factores. Por eso se han desarrollado distintos tipos de explicaciones. Entre las más conocidas se encuentran las de las: Escuela Clásica / Monetarista, Escuela Keynesiana, Escuela Estructuralista, Heterodoxia, Ortodoxia y otras combinaciones.
Los monetaristas (que no se hacen cargo)-representan el 90% de los invitados de TV y el 80% de lo que se enseña en clase-sostienen que el aumento en el nivel de precios depende directamente de la cantidad de dinero que hay en la economía. Es decir que un incremento de la emisión monetaria requiere una caída de la velocidad de circulación del dinero, o lo que es lo mismo, un aumento de la demanda real de dinero, para que no se acelere la tasa de inflación.
Para entender la cuestión fiscal, lo relevante es mirar el total de las necesidades de financiamiento del sector público, no sólo el déficit fiscal primario -como hacen interesadamente hoy día-. Hay que tomar en cuenta todos los pagos que debe afrontar el sector público: el déficit primario, los intereses y amortizaciones de la deuda pública en pesos y en dólares, la asistencia financiera a provincias y otros pagos del gobierno. Para el enfoque hegemónico, el problema no es la magnitud de las necesidades de financiamiento del sector público, sino la dependencia de la emisión monetaria para financiar al fisco. Ellos piden dólares y esterilizan, “supuestamente no emiten”.
Ahora mismo están analizando como lo que emitió el Banco Central entre 2002-2015 fue para financiar al fisco, sin tener en cuenta la tasa de riesgo país. Claro ahora es como mínimo el cuádruple, estamos en verdadero default. También se emitía para comprar los dólares que el Tesoro necesitaba o para atender los vencimientos en moneda extranjera de los periodos anteriores, o para cubrir necesidades de financiamiento en pesos-el déficit, los vencimientos de la deuda pública en pesos y la asistencia a provincias-. Según este marco teórico, si se llega a deteriorar la situación fiscal, y el BCRA se ve obligado a emitir más dinero y, dicho dinero no es absorbido con LELIQ o algo similar, por ejemplo con LETES, podría acelerarse la tasa de inflación. -¿Peor el remedio o la enfermedad?-
Conclusión: el nivel de inflación depende del comportamiento de la demanda de dinero. -¿Pero este supuesto ha fracasado?-Cuando esto falla, la explicación del manual Kapelutz del niño monetarista dice: “La realidad es que existe una relación (no perfecta) entre emisión e inflación, porque es de largo plazo”.
Su cuñado, la ortodoxia, le da mayor peso al rol de la estabilidad como instrumento para maximizar la tasa de crecimiento sostenible. Sustenta que la inflación debe atacarse moderando la demanda doméstica mediante el uso de todos los instrumentos: política fiscal, monetaria y de ingresos.
Este espacio teórico está proponiendo hoy, el ajuste del ajuste, que es todo lo contrario de lo que anuncio Alberto Fernández. ¿Se entiende por donde vamos?
El marco teórico keynesiano sostiene que los incrementos en la Demanda Agregada solo producen presiones inflacionarias cuando los factores se están utilizando al máximo. En el modelo keynesiano no se concibe la existencia de inflación en un contexto de desempleo elevado. Es decir que hoy día, no hay riesgo. Por último, el modelo keynesiano asocia que ciertos incentivos de política fiscal (los que mueven la Inversión) también son útiles en un contexto de inflación, en tanto hagan crecer la capacidad instalada.
Las visiones heterodoxas de la economía suelen asociar la inflación a factores estructurales de las economías periféricas, tales como el precio de los alimentos exportables, los mercados oligopólicos y la puja distributiva. Remarcan que los economistas ortodoxos -los que estarán precipitando ruinas para Alberto-, sólo parecen señalar a un culpable del fenómeno inflacionario: “la emisión para financiar el excesivo gasto público”. En un extremo creen u operan que a partir de la difusión de escenarios sombríos sobre el devenir de la economía nacional, las expectativas negativas funcionan para expulsar a gobiernos populares.
El modelo nacional y popular incluye acuerdos de precios, los cuales permiten coordinar y encauzar las expectativas y actuar como un “puente de plata” hasta que maduren las inversiones necesarias para aumentar la oferta potencial. Sus seguidores opinan que no es conveniente desacelerar la demanda agregada con políticas monetarias contractivas.

¿Cómo influye una devaluación, según el consenso hegemónico?

Para esta hegemonía -que aplica la receta estándar, aunque siempre lo hace en forma incompleta-, la devaluación en una economía semi libre, produce Inflación a través de dos mecanismos. Uno tiene efecto transitorio, y produce aumento de precios en pesos de bienes transables con el exterior. El incremento suele ser menor a la devaluación porque aún los bienes que se comercializan internacionalmente tienen servicios -valor agregado local- cuyo costo no se ve afectado por la evolución del dólar. Otro tiene efecto permanente. Esa inflación en la Argentina se explica por la inconsistencia entre la política fiscal y monetaria. Con tipo de cambio flotante-como les gusta usar-, la falta de un ancla monetaria-y disciplina fiscal-que nunca tienen-, puede perpetuar el aumento de precios.
La experiencia sobre los efectos de una devaluación sobre el nivel general de precios es distinta. Una devaluación “per se” no tiene relación directa con la inflación. El pass through, o pase a precios depende del contexto político económico, nivel de desempleo, grado de sindicalización, nivel inflacionario, volatilidad inflacionaria, etcétera. Así, podría pasar que el pase a precios sea bajo, como en el 2001, o elevado, como en el ‘75. Dado el contexto 2013/14, el pass through fue relativamente alto y el de 2018-2019 tiene final abierto.
La experiencia internacional provee ejemplos donde la devaluación produjo inflaciones transitorias y bajas. Así como casos donde hubo inflaciones altas y duraderas tasas de inflación (México 82, Chile 82, Argentina 86/89, Brasil 86). La experiencia de los “felices noventa” donde países con programas pro mercados y con ayuda del FMI, en un marco de un poder político capaz de hacer “lo que fuera necesario” -no sólo lo posible- limitaron los efectos de la devaluación sobre la inflación.

Conclusión

No hay racionalidad económica ni marco teórico que explique aumentos de un día para el otro de las magnitudes que se vieron en 2018, 2019, ni siquiera para aquellos que en su cadena de valor tienen un elevado coeficiente de importación. Lo que se observó en muchos casos fue una lisa y llana remarcación de precios.
Los fundamentals macroeconómicos de Argentina no son los de Chile, ni los de Bolivia o Colombia, donde la sociedad está en llamas y los precios y el dólar no se menean.
Si lo que estamos viendo en medios importantes, grandes es un anticipo y, si es traza de aquello a lo que los periodistas y comunicadores se van a dedicar, en pocas semanas el dólar libre vale 100 pesos.
Muchos periodistas y comunicadores horadaron el gobierno de Alfonsín. Para que refresquen la memoria, en junio de 1989 una gaseosa el aeropuerto de Ezeiza valía u$s0.17. Vulgarizaron que “La Junta Coordinadora” era una especie de Montoneros” radicales y Alfonsín “zurdo”.
Es obvio que en la Argentina instalando incertidumbre política y judicial, hoy-con la macroeconomía endeudada “financiera y socialmente”, más que entonces-se extienda la incertidumbre sobre el dólar. En la era Macri hubo un proceso de realimentación entre los que “le corrieron por derecha”. Todos tienen mucho que ver en las devaluaciones de 2018 y 2019. Si fueron capaces de hacerle eso a Macri. ¿Qué no estarán dispuestos a hacerle a un gobierno peronista?
Si lo hacen, la calle les va a responder y no será Fernández el que aplique “el protocolo Bullrich”. La CGT y los movimientos sociales están del lado del gobierno. Con el peronismo a favor, la democracia puede defenderse como en “Semana Santa”, sin tiros. Sin embrago las consecuencias sobre el dólar y la inflación, son muy difíciles de evitar.
No nos arriesguen los comunicadores sociales y los actores económicos porque el daño social puede ser de una magnitud espantosa.
(*)Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, Profesor de Maestrías, Conferencista y consultor internacional. Presidente de HACER www.hacer.com.ar , autor de 6 libros, con: “2001, FMI, Tecnocracia y Crisis”.


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