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Jugar con fuego

En silencio y sin llegar a los zócalos de los canales de noticias, el Banco Central lleva comprados 1400 millones de dólares desde las elecciones, como consecuencia de que el endurecimiento del cepo fue tan brutal que sacó del mercado al 90% de la demanda por atesoramiento.

Pensemos que, durante el mes de septiembre, por ejemplo, 1.690.000 personas compraron en promedio 1.750 dólares, mientras que desde el 28 de octubre nadie puede comprar mas de 200. Sin toda esa demanda, ahora sobra oferta y por lo tanto bajará el precio del dólar a menos que el Banco Central salga a comprar ese excedente y eso es exactamente lo que está sucediendo.
El problema es que, para comprar esas divisas, la autoridad monetaria emite pesos y por esa fabricación de billetes la base monetaria ya creció 15% desde que se instauró el súper cepo. Esta expansión es la que explica, del otro lado del mostrador, la fuerte baja en las tasas que estamos observando.
¿Pero a donde va ese dinero?
Está claro que por el estrangulamiento del cepo no pueden ir a atesoramiento en moneda extranjera y también parece evidente que con la inflación tan alta que tiene Argentina, no quedaran como preferencia por liquidez. La lógica es que busquen sustitutos al dólar y de hecho el principal efecto de esa mayor abundancia de dinero es una tasa de interés que, al ser más baja, empuja el consumo y en menor medida la inversión. Como ambos efectos son expansivos de la absorción doméstica, es razonable pensar que terminen en una suba de las importaciones, que justamente pueden representar a los sustitutos del dólar que estábamos buscando.
De allí que el efecto en precios de la mayor emisión dependa de cuántos de esos pesos busquen salida por el canal del dólar paralelo y de cuál sea la reacción de la Secretaría de Comercio cuando el resto procure dolarizarse aumentando las importaciones.
En ausencia de trabas al comercio, el mercado se va a llevar todos los dólares baratos que pueda para comprar importaciones, pero si las autoridades se preocupan por el balance comercial y empiezan a limitar los permisos para importar, los que salgan beneficiados de esa tómbola buscarán captar la renta del privilegio fijando precios cada vez más cerca al dólar paralelo.
Si la presión es sobre el dólar alternativo, entonces aumentará la brecha y aparecerán incentivos para importar aire.
Salvando las enormes distancias, pero para que se entienda el mecanismo, en la Venezuela del 2013, cuando la brecha entre el mercado oficial y el paralelo era de entre 6 y 10 veces, salían aviones vacíos de Maiquetía, porque el gobierno entregaba dólares baratos para turismo y entonces muchos sacaban un pasaje para poder hacerse de los 700 dólares que se entregaban para gastos en el exterior, aun cuando nunca abandonaban el país. El negocio era conseguir divisas a 6,30 bolívares y venderlas a 60, con una ganancia tan grande que permitía pagar el pasaje y tirarlo a la basura.
Sin llegar a ese colmo, con un paralelo un poco más alto que el actual empezarán a brotar sobrefacturaciones de importaciones y subfacturaciones de exportaciones, además de abusos de turistas que reventarán las tarjetas, devolviendo luego sus compras para reembolsar los dólares en efectivo.
Por supuesto no sabemos cuáles son los límites de la emisión, porque no se conoce el programa fiscal del próximo gobierno. Claramente no es lo mismo un plan austero, donde el eventual déficit se cubra con mayores impuestos, que uno más expansivo que financie la brecha con emisión.
Tampoco está claro si iremos a una reestructuración a la uruguaya, que respete los intereses, pero patee los vencimientos de capital, en cuyo caso el déficit financiero del año próximo ascenderá por lo menos a 4% del PBI, o si por el contrario se re perfilarán también los intereses y entonces las necesidades de caja serán de “solo” 1% del producto.
Esas definiciones nos indicarán la magnitud del déficit y su contrapartida de monetización. El manejo del comercio exterior y el eventual desdoblamiento cambiario determinaran como se canalizará ese excedente de pesos en la economía.
Martín Tetaz