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Las movidas del espacio de Alberto Fernández en una sociedad fragmentada

En el día a día del país se ven más los tironeos ideológicos más las propuestas en firme para escapar del momento

No se va a dirimir la crisis argentina con multitudes de discursos en distintos puntos geográficos del país, ni sugiriendo nombres de un futuro gabinete gane quien gane. Para darla vuelta se requerirán varios años. Y para encontrar una lucecita en el túnel lo más urgente es evitar que crezca la grieta, procurando un entendimiento social, porque todos, ciudadanos, empresarios, inversores y sindicatos, se juegan la estabilidad y la necesaria serenidad.
Los desafíos más importantes que hereda el próximo presidente son el pago de la deuda externa, el freno la inflación, la transferencia de ingresos a una población castigada por la recesión y la recuperación del sector externo en un mundo golpeado por la guerra comercial y la falta de mercados para nuestras exportaciones.
Queda abierta la puerta para la incertidumbre, el pesimismo o la huida. Hay que tener toda la colaboración posible de los mejores técnicos, sin pruritos ideológicos que perturben las negociaciones. Esa voluntad por el momento no existe.
Además de los pagos de la deuda pública, en el Banco Central las reservas se van gastando por la incertidumbre. El mes pasado salieron del sistema 5.600 millones de dólares en tanto crecen los depósitos de argentinos en el Uruguay y otros destinos. Hay también un monto decidamente grande de deuda para enfrentar en el 2021. En definitiva, o se busca respaldo crediticio, difícil de conseguir en el estado en que se encuentra la Argentina, o se refinancia. Si es que el o los acreedores aceptan.
A las corridas, Alberto Fernández, el candidato del Frente para Todos que empezó a operar políticamente apenas tres meses antes de las PASO, invirtió buena parte de su tiempo en encontrar algún “modelo” fuera del país que haya estado en situaciones más o menos parecidas para salir de un default que sumergiría al país en la oscuridad. Visitó Portugal, que logró salir del pantano, pero con medidas muy drásticas que incluyeron baja de salarios, expulsión de empleados públicos, padecimientos varios y mano de hierro para manejar las cuentas públicas.
Ahora a Portugal la está salvando el turismo que creció bastante comparado con otros países del Mediterráneo porque todo es más barato. Fernández no se convenció. En estos días se habla de salir “a la uruguaya” con una crisis que se fue solucionando a partir de 2002-2003.
¿Se puede trasladar el modelo adoptado en otro país? ¿No pesan la imagen de esa nación, su situación de caja, los antecedentes que confirman que pagó sus compromisos en los momentos indicados de antemano? Para empezar, Uruguay disponía de un superávit fiscal de 3 por ciento del Producto Bruto Interno, mientras Argentina sólo exhibe déficit fiscal. Los números presentados por los negociadores de Montevideo posibilitaban que se cumpliera la promesa de pago. ¿Pero tendrá la Argentina posibilidades de refinanciar en momentos en los que la deuda externa es igual al PBI? No se sabe qué cartas tiene Fernández para salir de este atolladero. Si el candidato opta por una reestructuración amistosa, gestando un calendario de vencimientos, pero sin quitas de capital ni tasas de interés, como lo hizo Uruguay, el tiempo que viene será más sereno.
Aquí no es cuestión que el “fernandismo” le eche la culpa al PRO. Haciendo memoria, los dos tienen responsabilidad frente al deterioro nacional. Todo lo que prometió Macri se lo llevó el viento. La pobreza aumentó: faltan las cifras del segundo trimestre de 2019, pero los expertos consideran que llegará al 40 por ciento de la población. Esa atadura que lleva a recordar el 2001-2002, cuando la pobreza superó al 50%, no se revierte fácilmente. Hay que combatirla por todos los flancos posibles. Habrá menos pobres si hay más trabajo y si se lleva adelante un plan concreto, terrenal, para combatir el hambre.
Para que haya trabajo es fundamental que la producción industrial que bajó un 50 por ciento entre el año pasado y ahora se recupere rápido. Pero para lograrlo hay que eliminar la recesión de estos días, donde algunos comerciantes y proveedores están aumentando los precios, más allá de los acuerdos con el Estado.
Hasta ahora Mauricio Macri impuso una economía restrictiva, que empezó sin hacer balance de las negras cifras recibidas del cristinismo. Todo con un enfoque monetarista y una visión neoliberal y antiindustrial que defraudó. Después del 2002, las Pymes se convirtieron en la columna vertebral de la recuperación. Hoy están quebradas con costos elevadísimos, altos impuestos y financiación con tasas del 100 por ciento.
El día a día en el país muestra la fragmentación, los tironeos ideológicos más que las propuestas en firme para escapar del momento. En la década del 80 Israel, que tenía una inflación del 500 por ciento y una indudable recesión, convocó a todos los sectores que se unieron para sacar el país adelante. Lo hicieron. Se debía salvar a ese país-refugio, rodeado de amenazas bélicas constantes. Todos se pusieron de acuerdo para salir adelante: fue el espíritu de sobrevivencia y la unidad de criterios de una sociedad lo que pudo acabar con la inflación en un mediano plazo.
Mientras Fernández exhibe poder diciendo que él es quien elegirá a su gabinete y no su vicepresidenta, el fantasma de un Frente para Todos fragmentado difícilmente permita gobernar con todos los timbres en el despacho del Jefe de Estado.
En la Argentina, en estos momentos, hay pocas lealtades cuando se trata de sobrevivir. Los industriales de la UIA, por ejemplo, se pusieron a disposición de Fernández soñando que tiene voluntad productiva. Le dieron la espalda a Macri con quien se encontraban a menudo. Los jueces muestran que no son prescindentes de las idas y vueltas políticas. Fueron excarcelados todos los cristinistas sospechados de quedarse con fondos millonarios del Estado. El nuevo presidente de la Cámara de la Construcción pide separar la causa de los cuadernos de la vida de las empresas sospechadas.
Cada uno cuida su guarida. Así sólo vamos hasta la esquina y los fantasmas no son espantados.
Daniel Muchnik
Twitter:@dmuchnik