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Hambre: el mal que castiga a los argentinos (y a Macri)

Si alguien quiere saber por qué el mandatario neoliberal Mauricio Macri probablemente pierda la presidencia en los comicios de octubre, solo tiene que visitar un comedor comunitario en Argentina.
El hambre no es un fenómeno nuevo en el país, y menos aun la pobreza, pero la galopante inflación en medio de una recesión disparó la miseria de los argentinos a niveles insospechados. Reciba o no asistencia del Estado, no hay comedor que hoy no se vea desbordado por el aumento de gente que pide ayuda.
El comedor Caritas Felices, ubicado en el suburbio pobre de Claypole, al sur de Buenos Aires, alimenta dos veces por semana a 128 chicos, frente a los 20 que recibía cuando abrió sus puertas en abril.
Si la ONG -que no recibe ayuda estatal- logra donaciones o dinero suficiente, hace una tercera comida a la semana. Sin embargo, en los últimos meses le ha resultado difícil.
“Hay chicos que no llegan al alimento de la noche. A veces si tienen para el mediodía comen y a la noche ya no tienen para comer. Todas esas cosas se ven acá, en este barrio”, dijo a Reuters Elena Escobar, de 53 años, una de las encargadas del comedor.
Los chicos comen de pie por la falta de sillas y, como hay pocos cubiertos, muchos tienen que comer con las manos el arroz con alas de pollo que les sirven. La comida se consigue por donaciones o la compran los voluntarios de la organización con los subsidios a la pobreza que cobran del Estado.
Si la situación ya era crítica para muchos argentinos, la derrota que Macri -el candidato preferido por los mercados financieros- sufrió en las primarias de agosto hizo saltar por el aire los endebles engranajes que aún hacían girar la máquina de la economía.
El peso se derrumbó un 25% en un solo día por las dudas de los inversores y aceleró una inflación que cerraría el año en 55%. La producción se hundió aun más y el desempleo superó este mes el 10%.
“No hay trabajo” es la frase que dice escuchar a diario Isabel Britez, una empleada voluntaria de 46 años del comedor Los Piletones, que diariamente brinda 2.000 raciones en un barrio pobre de la ciudad de Buenos Aires, la más rica del país.
Argentina es uno de los mayores proveedores mundiales de alimentos, pero como exporta muchos de sus principales productos -maíz, trigo, soja y carne-, los valores locales suben cuando se deprecia el peso.
“Hasta la fecha hay una diferencia muy considerable entre el aumento promedio de precios de alimentos y el aumento en promedio del resto de los productos y servicios”, explicó Sergio Chouza, economista de la Universidad de Avellaneda.
El alza anual de los alimentos es cercana al 60%, con algunos productos básicos como lácteos con aumentos de entre 80% y 90% en los últimos 12 meses, según el experto. “Eso redunda en un deterioro de la alimentación y para mucha gente en quedar debajo de la línea de la indigencia”.
La pobreza -que era del 32% el año pasado- alcanzó al 35,4% de los argentinos en el primer semestre de 2019 y Chouza estimó que llegaría al menos al 38% a fin de año.
La indigencia, que mide a quienes no logran comprar los alimentos básicos, era del 7,7% en el primer semestre, en un país que históricamente ha tenido una clase media hegemónica.
La semana siguiente al 11 de agosto fatídico para el oficialismo, el presidente anunció bajas de impuestos a la clase media y aumentos en los subsidios para los pobres y en la ayuda alimentaria. Los expertos consideran que son insuficientes.
Un portavoz del Ministerio de Desarrollo enumeró las medidas oficiales para lidiar con la crisis, pero evitó opinar sobre la creciente pobreza.
Aunque las elecciones se realizarán en octubre, las primarias dieron una acabada muestra de que, si no hay sorpresas, ganará el candidato de la centroizquierda peronista Alberto Fernández, que obtuvo casi el 50% de los votos con una diferencia de 17 puntos porcentuales sobre Macri.
Fernández obtuvo la mayor diferencia de votos en los distritos más pobres del país.

SUBESTIMACIÓN DEL PROBLEMA

El ajuste de la economía que dispuso el Gobierno desde 2015 para reducir el déficit fiscal, mayormente a través del recorte de subsidios a servicios, no solo no redujo la inflación, sino que dejó flacos los bolsillos de los consumidores y de las empresas pequeñas.
Muchas firmas de baja escala bajaron las persianas al no poder afrontar los altos costos. Pagar los servicios de electricidad, gas o agua es hoy un desafío para la clase media argentina y un sueño para la clase baja.
“Si compro la garrafa de gas, no como”, dijo apesadumbrado Jorge Monzón, un “cartonero” de 36 años y cuatro hijos que sobrevive de subsidios a la pobreza y revisar cestos de basura.
Como no puede pagar el gas ni la electricidad, Monzón a diario junta leña en los alrededores de su casa de madera y chapa de Pilar -un suburbio al norte de Buenos Aires- para hacer el fuego que le permita cocinar y calentar un poco su hogar.
De acuerdo con datos de la Universidad Católica Argentina (UCA), el 13% de los chicos y adolescentes pasó hambre en algún momento de 2018 por problemas económicos. Unicef reveló que el 48% de los menores de 18 años era pobre el año pasado en Argentina, en un estudio que mide variables sociales además de las económicas.
“Tal vez nosotros subestimamos el impacto de la situación económica en las elecciones. Esto (la mayor pobreza) afectó el voto por Mauricio” Macri, señaló a Reuters el diputado oficialista Eduardo Amadeo.
Macri, un exitoso empresario, busca dejar atrás su imagen de insensible con las recientes medidas sociales, para contar con alguna chance en los comicios del 27 de octubre. Los analistas creen que difícilmente lo logre.
“Las reformas que lanzamos han logrado estabilizar la economía y hemos intentado reducir el impacto de la devaluación de agosto en los bolsillos de la gente”, agregó Amadeo.
Macri evita el tema de la pobreza en su campaña, mientras que Fernández -que es secundado en la fórmula por la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner- consideró el hambre como el mayor problema de los argentinos y dijo que va a combatirlo.
Pero no está claro cómo lo logrará sin aumentar un déficit fiscal que es el origen de los problemas que tiene la economía.
Entretanto, los comedores comunitarios, que tuvieron su mayor desarrollo durante la grave crisis social y económica de 2002, sufren el ahogo.
En algunos como Niños Felices, situado en un barrio precario de la ciudad de Buenos Aires, mezclan raciones que les brinda el Estado con alimentos más baratos como arroz o fideos para que alcancen a cubrir la mayor demanda que tienen en este momento.
“Ahora ya la gente solo dona fideos y arroz. Antes donaba algo de carne, pollo”, aseguró Lorena Nievas, del comedor Abrazando Hogares, situado en la ciudad patagónica de Puerto Madryn. “Tengo chicos que son de la calle. Almuerzan y meriendan acá. Después, no hay otra comida”, añadió.


reuters