La tarjeta de crédito es la herramienta de financiación que más usan los argentinos y, sin embargo, muy poco es lo que se sabe acerca de su funcionamiento y método de cálculo.
Esta falta de cultura financiera puede sumergirte fácilmente en un espiral de endeudamiento del que es muy difícil salir y que muchos comienzan a transitar en estos días: financiar la compra del supermercado y otros gastos con tarjeta de crédito en cuotas hasta que el límite crediticio del plástico colapse, tomar deuda en empresas financieras no bancarias a tasas de tres dígitos para acelerar pagos de la tarjeta y liberar crédito y volver a usar el plástico para lo mismo que antes pero ahora con la deuda adicional (en cómodas cuotas y a muy largo plazo) contraída.
Este camino no suele tener un final feliz, sino que más bien todo lo contrario. El desenlace de la historia está asociado al tan temido VERAZ, en donde el descenso desde “nivel 2: riesgo potencial” al “nivel 5: irrecuperable o incobrable” es una posibilidad cierta.
¿Cómo se da en detalle este proceso y qué se puede hacer para eludirlo? Este será el tema que nos ocupe en la columna de hoy.
Ejemplo práctico de la situación enunciada
El salario de Alberto perdió más de 16% en términos de poder adquisitivo el último año, producto del fuerte aceleramiento inflacionario que experimentó el país en el segundo semestre del mismo.
Para no tener que resignar su nivel de vida, Alberto dejó de pagar las compras mensuales del supermercado con su tarjeta de débito y comenzó a hacerlo con su tarjeta de crédito en cuotas, con lo cual “liberó” uno de los gastos más importantes de su presupuesto y reasignó ese dinero al pago de los servicios que más aumentaron.
A los 6 meses de implementar este mecanismo, su tarjeta fue rebotada en la caja del supermercado por falta de crédito y Alberto pensó que se trataba de un error (al fin y al cabo había pagado todos los meses el total del resumen), pero estaba equivocado.
¿Qué sucedió? Alberto cometió una equivocación común en la mayoría de la gente, al creer que lo que impacta sobre su límite crediticio es el importe de la cuota mensual y no el total de lo financiado.
El límite crediticio de Alberto era de 30.000 pesos y sus gastos en el supermercado fueron de un promedio de 6 mil pesos mensuales durante 6 meses, pero financiados en cuotas de 600 pesos mensuales, que fue pagando religiosamente junto con el resto de la tarjeta.
Alberto pensaba que lo que restaba de su límite crediticio era el valor de la cuota, que el primer mes fue de 600 pesos y el sexto de 3.600 en total (al sumarse 600 pesos todos los meses de la nueva compra de ese período), y no el total del monto financiado. Pero lo que fue extinguiendo su límite creditidicio es la adición mensual de los 6 mil pesos de alimentos comprados.
De esta manera, el importe total que redujo su límite de gastos en el sexto mes fue de 33 mil pesos (monto total financiado menos cuotas canceladas) y no de 3600 (importe total a a pagar por la financiación de las 6 compras).
Al llamar al call center del banco emisor del plástico le comunicaron a Alberto que existen dos caminos para volver a habilitar el uso de la tarjeta: 1) solicitar un aumento del límite crediticio (para lo cual tiene que enviar documentación respaldatoria de patrimonio y aumento de ingresos que no posee) o 2) acelerar deudas contraídas, esto es, transferir dinero a la tarjeta para que acelere tempranamente las deudas contraídas que derivaron en la financiación en cuotas (supermercado u otras).
La situación comienza a complicarse para Alberto: si quiere volver a utilizar la tarjeta tiene que salir ahora a buscar un préstamo urgente para cumplir con la segunda opción propuesta.
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