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Freestyle Peronia

A este ritmo, el Ministerio de Hacienda podría convertirse en el “The Shelter” argentino 
El término “freestyle” se utiliza para describir un amplio espectro de situaciones y/o disciplinas.

Generalmente es una palabra que va adjunta a una actividad, por ejemplo, al rap, o algún deporte para aclarar que es un espacio donde “vale todo” dentro de los márgenes de la misma disciplina. En otras palabras, donde no hay restricciones de estilo. Cabe mencionar que, sobre todo en relación a actividades de índole musical, es un término que se usa para calificar a los momentos donde reina la improvisación.

Un gran ejemplo de esto es esta famosa escena de Eminem, de su gran película “8 mile”, donde en un club nocturno llamado “The Shelter” numerosos raperos se juntan para llevar a cabo combates de rap, de tipo “estilo libre”.

En esta nota te voy a explicar cómo ese término se vincula a nuestra realidad de todos los días.

Empecemos… 
Tumbos freestyle del oficialismo
Todas las semanas somos víctimas de un aluvión de novedades que tienen origen en la infinita creatividad de nuestros políticos. Una clase política que, a esta altura, se perfila como especialista en freestyle.

Es que el nivel de improvisación es tal que, básicamente, ya se han convertido en expertos en la materia.

Repasemos un poco las últimas medidas “freestyle”:

Discrecional revalúo de los automóviles a los fines del pago de bienes personales (y patentes). Básicamente aumentarán sobremanera la base imponible de dichos tributos, una maravilla.

Discrecional revalúo de los inmuebles, que impactaría en el impuesto inmobiliario que cobran las provincias, pero también en Bienes Personales. Un proceso que demoraría 2 años, para luego terminar de exprimir a todo aquel que tenga propiedades.

Extensión del impuesto a las ganancias a las supuestas “rentas financieras”. La tasa de Ganancias que recaerá sobre la renta financiera será del 15% en dólares y el 5% en pesos para las inversiones que excedan los $67.000. Una medida nefasta que no tiene sentido ni siquiera técnicamente. Medida de origen massista “para la tribuna”.

Aumento por decreto (Nro 1053/2018) del gasto público en ARS 410.000 millones para 2018: Básicamente decidieron que iban a gastar más del dinero del presupuestado, en gran medida, para repartir en un diciembre que pinta caliente.

Bono obligatorio de ARS 5000 y “cepo” a los despidos.

Dos medidas altamente cuestionables que intentan disfrazar la calamitosa situación del mercado laboral actual. Dignas del Ministro de la Abundancia orwelliano.

Beneficios “extraordinarios” a los fabricantes de textiles y calzados. Los mismos consisten en descuentos en los aportes patronales. Una medida acertada en lo técnico, pero falta de timing y que, mirada en contexto, parece una tomada de pelo sistémica.

Todo esto tuvo lugar en tan solo un par de semanas. Seguro estoy omitiendo algunas medidas económicas, pero es que la desprolijidad es tal que a veces hasta cuesta llevar el “track record” de los tumbos oficialistas.

Más allá de esto, como se puede observar, las mismas son todas de carácter urgente. O sea, están dadas en respuesta a una coyuntura apremiante, donde “tapar agujeros” es la norma, a cualquier costo.

Tal como te adelanté en alguna nota de esta misma columna, Macri se ha kirchnerizado para sobrevivir hasta 2019. Muy atrás ha quedado el plan de, al menos, intentar medidas razonables.

Hoy la urgencia llegar como sea, a cualquier costo a cerrar el mandato, y luego “en el partido de vuelta” ver qué onda. En criollo: Cambiemos se ha “colgado del travesaño”. 

El problema es que el impacto neto de todo esto recae sobre la ciudadanía. Realmente todos, salvo el sector financiero bancario, la están pasando mal.

Es que, por un lado, prácticamente todas las empresas argentinas están con la rentabilidad en el subsuelo, al tiempo que la presión tributaria se encamina hacia un 2019 récord. Eso, sumado al impuesto a la “renta financiera” y el 80% de los tributos a la producción agraria que se lleva el Estado, hace que ni siquiera la clase alta esté bien.

En cuanto a la clase media, 2019 vendrá con la mayor carga de IIGG de la historia de nuestro país, luego de un año donde los salarios, netos del nefasto bono de ARS 5000 caerán no menos de 13% en términos reales, y la desocupación superará el 10%.

Todo eso se ve todavía agravado por el contexto actual donde los alimentos se perfilan a cerrar con un aumento por encima del 50% en 2018, al tiempo que el transporte lo haría entre 60% y 70%. Eso ha sido altamente destructivo para los sectores medios, pero particularmente para los bajos.

Con esos números, no debería sorprender a nadie que cuando se den a conocer los números de pobreza e indigencia al cierre de 2018 los mismos hayan mostrado un salto tremendo. No hace falta ser un experto en el tema, realmente se ve en la calle. Desde que tengo uso de razón, no recuerdo haber visto nunca tanta gente durmiendo en la calle. Ni siquiera en 2002.

En resumen, realmente nadie lo está pasando bien, salvo los bancos, que a fuerza de LELIQ apuntalan sus hojas de balance (por ahora, claro).

Breve zoom en el Impuesto a la Renta Financiera
Entre las nefastas medidas que mencioné en el apartado anterior, quiero hacer un breve zoom en una de ellas: el Impuesto a la Renta Financiera.

En concreto, como te adelanté, la tasa del Impuesto a las Ganancias que recaerá sobre la renta financiera será del 15% en dólares y el 5% en pesos para las inversiones que excedan los $67.000 de ganancias.

El asunto es que, si miramos con un poco más de atención, podremos advertir lo maléfico de la medida.

Básicamente, si tenemos un fondo de activos de renta fija, nuestro rendimiento es la tasa de interés que pagan esos activos. La misma está determinada por la inflación (impuesto inflacionario) y el riesgo país (o sea, cuanto más riesgoso es Argentina Vs. USA). O sea, cuanto más alta la inflación, generalmente más alta tiene que ser la tasa para que se justifique colocarse en dicha inversión. Es por ello que, generalmente en los países con mayor inflación, la tasa nominal es mayor. Lo mismo ocurre con el riesgo país.

Entonces, si nos van a cobrar un impuesto sobre el rendimiento de esas inversiones, en realidad no están cobrando también un impuesto sobre el impuesto inflacionario que ya nos cobran; así también sobre el riesgo país, que es la prima de riesgo que el mercado le carga a Argentina por hacer todo relativamente peor que casi todo el resto del mundo.

Así, parece que extirparte los ahorros en pesos vía impuesto inflacionario y licuaciones vía devaluación no les alcanza, sino que incluso te colocan un impuesto proporcional a ello.

Brillante. Eso sí es freestyle del bueno.

Hasta la semana próxima,

Juan I. Fernández

Para CONTRAECONOMÍA