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RECALCULANDO LA POLÍTICA DE CAMBIEMOS La apuesta es la estabilidad, no la actividad

En su 1ra. conferencia de prensa como presidente del Banco Central, Guido Sandleris, muy nervioso por cierto, confirmó que su prioridad es bajar la inflación, no importa el costo. Esto supone que la recesión puede profundizarse aún más (en verdad, la estanflación lleva algo más de un lustro) si la Administración Macri no arbitra otros mecanismos compensadores. Resultaría esencial un estímulo fiscal pero la estructura tributaria no tiene previsto nada al respecto. Anticipando lo que viene en los mercados del jueves 27/09, Martín Kalas deslizó lo siguiente minutos antes que hablara Sandleris.

Por enésima vez en pocos meses, el Gobierno Nacional está cambiando la lógica de la política monetaria y cambiaria.
En la última semana se difundió que el Banco Central pasaría a administrar la cotización del dólar a través de “bandas de flotación indexadas” y el martes 24/09 se cambió la conducción del BCRA, con Guido Sandleriscomo nuevo presidente en lugar de Luis Caputo. ¿Qué significan estos cambios y cómo impactan en nuestra economía?
El año 2018 comenzó con metas de inflación, cambiadas y renovadas varias vecesa medida que el aumento de precios las iba dejando atrás.
A ese régimen le siguió luego la flotación libre con subastas de dólares acordadas con el FMI.
Finalmente se sucedieron las intervenciones esporádicas comandadas por Luis Caputo para no dejar subir al dólar más allá de los $40, complementadas con algún discurso de manejo de agregados monetarios que nunca logró concretarse.
La información que el Gobierno hizo trascender esta semana fue que la propuesta argentina al FMI sería implementar “bandas de flotación indexadas”: es decir, dejar que la cotización del dólar fluctúe por oferta y demanda de mercado, siempre y cuando no se aleje de cierto rango.
Por ejemplo, si el dólar subiera de $40, el BCRA intervendría vendiendo Reservas Internacionales para instar a que baje el precio; si bajara de $36, podría comprar dólares para evitar que se siga apreciando; y entre $36 y $40 de cotización, no intervendría.
Pero, además, esos montos no serían fijos, sino que se actualizarían periódicamente en función de la inflación acumulada.
¿Por qué se piensa que este régimen sería mejor que el actual?
Ante todo, porque apuntaría a mantener la competitividad ganada por la devaluación del peso en 2018; pero además tendría un margen para “flotar” de acuerdo a los movimientos de mercado, que reduciría los márgenes de especulación.
Por supuesto, incluso suponiendo que el BCRA ejecute a la perfección su rol como administrador de estas bandas de flotación, el mecanismo puede fallar: por ejemplo, no evita por sí solo la posibilidad de que el mercado lo lleve a su límite superior durante mucho tiempo, obligando continuamente al BCRA a vender sus Reservas Internacionales, en forma similar a lo que ocurrió en los últimos meses.
Pero, al menos tiene ventajas claras respecto del manejo actual en medio de la crisis.
Sin embargo, para entender la política cambiaria del BCRA es crucial comprender la dependencia que actualmente tiene el Gobierno Nacional respecto del FMI.
A cambio de poner a disposición del Gobierno una provisión enorme de divisas de aquí a 2020, el acuerdo con el FMI implica atar nuestras políticas presentes y futuras a las presiones de un organismo cuya principal meta es “la estabilidad del sistema monetario mundial” -no el desarrollo socioeconómico y productivo del país en el cual interviene -.
Los préstamos del Fondo son caros: aunque la tasa de interés a la que presta sea menor a la del mercado, el costo adicional de su gravitación sobre la política económica es enorme.
Hasta aquí, el acuerdo ha significado profundizar las medidas de ajuste que el Gobierno de Macri ya había intentado ejecutar.
El nuevo cambio de funcionarios en el BCRA no es más que una muestra del renovado poder que el FMI tiene en las decisiones de la alianza Cambiemos.
El nuevo presidente del BCRA, Guido Sandleris, tendrá como función que el BCRA adapte sus políticas (supuesta y legalmente independientes de las del Ejecutivo) a lo que el Gobierno Nacional negoció con el FMI.
Si esto incluye las bandas de flotación indexadas, una flotación libre o cualquier otro régimen monetario y cambiario, depende pura y exclusivamente de lo que el Gobierno Nacional acuerde con el directorio del FMI.
El impacto del acuerdo con el FMI no es sólo sobre las políticas de Cambiemos.
Si efectivamente se toman los US$ 50.000 millones del préstamo del FMI, la Argentina no tendrá ese dinero para repagarlo cuando venza. Eso implica renegociar con el FMI, para refinanciar esa deuda.
Cada vez que deba renegociarse con el FMI, estaremos en desventaja: al no tener otra fuente para pagarle, el FMI, frente a la amenaza del default, podrá imponer condiciones sobre nuestra política económica, sea de un Gobierno de Cambiemos o de quien le suceda.
Hoy el derrotero de la economía argentina enfrenta muchos riesgos.
La inflación de 2018 será la mayor en casi 3 décadas y la recesión actual podría prolongarse hasta al menos el 2do. trimestre de 2019.
Los salarios están perdiendo más de 10% del poder de compra que tenían en 2017; sumado al mayor desempleo, configura un escenario de aumento de la pobreza y la desigualdad.
Esto golpea duramente a una sociedad que nunca había logrado reducir la pobreza y el desempleo a niveles “socialmente aceptables”, y en particular a sus sectores más vulnerables.
Las empresas enfrentan una contracción del consumo que les impide trasladar sus mayores costos a sus precios de venta, y tasas de financiamiento carísimas.
El Banco Central ya anunció que mantendrá las tasas al menos al 60% hasta diciembre. Si las empresas siguen sufriendo pérdidas tanto por las menores ventas como por el financiamiento caro al que acceden, el mayor riesgo es que sobrevenga una ola de despidos y quiebras que profundicen aún más la crisis.
El régimen monetario y cambiario de Cambiemos está nuevamente en discusión, en medio de una corrida cambiaria que espera al nuevo acuerdo con el FMI para estabilizarse temporalmente y de una crisis socioeconómica inédita en los últimos 15 años.
Es clave recuperar un régimen monetario y cambiario creíble, para poder estabilizar la crisis.
Sin embargo, lo que realmente falta en el modelo económico de Cambiemos son políticas productivas que brinden una perspectiva dinámica de mediano y largo plazo a la cual puedan apostar tanto las empresas como los hogares del país.



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