La planificación
estratégica de la fertilización es la clave para la obtención de
los resultados productivos deseados en cereales de invierno para esta
campaña
El desafío está claro. Ya no
hay que apuntar sólo al rendimiento, la calidad también está en la
mira. Si se tiene en cuenta el porcentaje promedio de proteína de la
última campaña, es un hecho que se requieren ajustes sobre el
manejo de la nutrición contemplando, además de los objetivos
definidos, el manejo del sistema productivo.
A la hora de diseñar un plan
de nutrición actual, el primer paso es conocer cuál es el aporte
nutricional que se puede esperar del sistema. El análisis del suelo
es el primer paso. Conociendo esto se podrá estimar, en función del
objetivo productivo, cual es el aporte de nutrientes necesario
durante el ciclo del cultivo.
“El nitrógeno y el
fósforo son los nutrientes en los que generalmente se realiza el
mayor foco. Ahora bien, ¿estamos considerando todos los
requerimientos nutricionales? ¿La forma química en la que hacemos
el aporte de estos nutrientes es la más eficiente?Si el objetivo es
un arranque del cultivo homogéneo, allí es vital contar
connitrógeno, fósforo, potasio, magnesio, azufre y micronutrientes
como Zn. Fuentes químicas de rápida disponibilidad y en un solo
gránulo son deseables para el establecimiento del cultivo”,
asegura la ingeniera Evelina Rolla, coordinadora de Marketing de Yara
Argentina.
El
nitrógeno es el nutriente clave para aumentar la cantidad de granos
por unidad de superficie y, también, para aumentar su calidad en
términos de contenido de proteína por grano. Para saber qué,
cuánto y cómo aplicar el fertilizante nitrogenado, las herramientas
de diagnóstico resultan de gran utilidad. “Es recomendable
basar las decisiones en análisis de suelo previos a la siembra y
monitoreos de índice verde con medidores de clorofila en distintos
momentos del cultivo, de esta manera se puede ir adaptando la dosis
de nitrógeno gradualmente para alcanzar el máximo rendimiento y
contenido de proteína”, aconseja el ingeniero Facundo Dagna,
responsable de Desarrollo de Yara Argentina.
Las
formulaciones a base de nitratos son las que ofrecen mayor
flexibilidad respecto al momento de aplicación y eficiencia de
absorción. En ese sentido, el ingeniero Dagna cita como ejemplo un
ensayo en el que tuvo la oportunidad de participar y que se realizó
durante la última campaña triguera en el sudeste bonaerense,
evaluando fuentes de nitrógeno y criterios. Los tratamientos se
hicieron en aplicaciones fraccionadas, con 60% de la dosis en la
etapa de macollaje y el resto en inicio de encañazón. El resultado
del estudio arrojó que en los lotes fertilizados con fuentes de
rápida disponibilidad y mayor eficiencia de uso de nitrógeno se
obtuvieron 340 kg de trigo por ha extra y medio punto más de
proteína. “Es notable que aun cuando habían recibido menores
unidades de nutriente, los lotes fertilizados con el producto a base
denitratos reflejaron un rendimiento casi 8% superior y una calidad
0,4% mejor. El dato más claro para tomar dimensión de la diferencia
es el denominado índice de Eficiencia de Uso de Nitrógeno (EUN),
que evidenció un 42% a favor de los fertilizantes nítricos”,
señala Dagna.
El diagnóstico, la elección del momento de aplicación y la fuente
de fertilizante a utilizar resultan sumamente importantes para la
construcción del rendimiento y la calidad durante todo el ciclo del
cultivo. Las decisiones acertadas en el manejo se traducen en mejores
resultados agronómicos y en un óptimo aprovechamiento de los
recursos del sistema de producción.