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Una ruta, un cinturón y una deuda

China no sólo es uno de los deudores más grandes del mundo, también uno de los prestamistas más grandes. 

Pero el Gobierno chino no usa la deuda de la forma tradicional, sino como una herramienta política para mantener la estabilidad social y generar empleo. De la misma forma, China utiliza préstamos e inversiones como armas para alcanzar objetivos estratégicos. 

Esto puede tomarse como una estrategia geopolítica brillante -así ha sido hasta ahora- pero en el largo plazo, puede ser desastroso para todo el planeta. 

Al mismo tiempo que las empresas estatales chinas no pueden pagar sus deudas a los bancos del país, los deudores internacionales a quienes el gigante asiático les ha prestado dinero tampoco le han podido pagar. 

Esta tormenta perfecta a nivel financiero podría dejar a China sin liquidez suficiente, justo en el momento en que su crecimiento de estancó y necesitará de todo el dinero posible para salvar económicamente a su propio sistema bancario interno. 

China ha lanzado 4 iniciativas de inversión extranjera en la última década. El más antiguo es el Fondo de Riqueza Soberana, establecido por la China Investment Corporation -CIC- en 2007. Consiste en un mecanismo para que otros países inviertan dinero en securities chinos, en vez de poner sus fondos en Bonos del Tesoro de EEUU. 

A día de hoy, la CIC tiene US $800 mil millones, entre acciones, bonos, fondos de inversión, commodities y real estate. Además, el CIC ha invertido en empresas que ha comprado en su totalidad, como algunas minas de oro en Zimbabwe. 

El problema de la CIC es que sus bienes carecen de liquidez, por lo que su valor se desplomará en caso de pánico financiero. Esto quiere decir que casi el 20% de las reservas de China no están disponible para cumplir labores de economía estratégica, como defender su divisa o rescatar a su banca. 

La segunda y tercera iniciativa, respectivamente, son el New Development Bank – NDB- creado por los BRICS en 2014, y el Asia Infrastructure Investment Bank -AIIB- inaugurado por China en 2016. 

Estos bancos tienen participación en 35 países de la región Asia/Oceanía, además de 18 países europeos. Estados Unidos fue invitado a participar, pero rechazó la propuesta. 

Si bien el NDB y el AIIB son bancos multilaterales, China ha sido el auspiciador oficial y financista mayoritario de ambos proyectos, con aportes de US $10 mil millones al NDB y US $30 mil millones al AIIB. 

El objetivo de estos bancos es muy claro, y ha sido declarado de manera explícita por Beijing: expandir la capacidad crediticia de China y financiar proyectos de desarrollo competitivo e infraestructura en Asia, sin necesidad de pasar por el Banco Mundial, es decir, por el escrutinio de Estados Unidos. 

La nueva ruta de la seda

Pero, por lejos, la cuarta iniciativa de inversión extranjera impulsada por China es la más ambiciosa de todas. 

Se trata del proyecto One Belt, One Road – un cinturón, una ruta-. Esta idea tiene sus orígenes en la historia de China y sus relaciones con el resto del planeta, y pretende revivir los días de gloria de la economía imperial del gigante asiático. 

“El cinturón” se refiere a las rutas comerciales terrestres que se formaron entre China Central y Europa en el Siglo XIII, mientras que “La Ruta” corresponde al tránsito original de la famosa Ruta de la Seda, el trayecto marítimo económico que la dinastía Ming estableció con el Sudeste Asiático, África y el Mediterráneo en el Siglo XV. 

¿En qué consiste concretamente este proyecto? En recrear estas rutas para el Siglo XXI. 

Se trata de una obra gigantesca de infraestructura, que incluirá Puertos, trenes de alta velocidad, Aeropuertos estratégicamente ubicados, gaseoductos, oleoductos y conexiones de telecomunicación que recorrerán las rutas originales y conectarán Shanghái con el puerto de Rotterdam, creando el espacio comercial libre de aranceles más grande del planeta. 

Por supuesto, sacar adelante esta iniciativa no será sencillo. 

A continuación, puedes ver un mapa de estas rutas y los territorios que abarcarían. 


Si miras con atención, te darás cuenta de que existen puntos críticos de conflicto tanto en el cinturón como en la ruta. El más conflictivo de todos es el camino que conectará la ciudad de Kashgar, al oeste de China, con el puerto pakistaní de Gawdar, en el mar de Arabia. 

¿El problema? la ruta que conecta ambos puntos tendrá que pasar obligatoriamente por la zona de Cachemira, territorio en disputa entre India y Pakistán. La diplomacia China deberá tratar con mucha delicadeza las negociaciones con ambos países para transitar esa región, o podría entrar en Guerra con ambos países, que poseen armamento nuclear. 

Otro punto que traerá grandes dolores de cabeza será la línea ferroviaria de alta velocidad que pretende unir Teherán, la capital de Irán, con el Bósforo en Estambul. Las relaciones tensas entre ambos países crearán disputas por soberanía con tintes religiosos de los que China tendrá que encargarse. 

El regreso del Imperio Chino

En la cumbre de líderes mundiales, celebrada en Beijing el pasado 14 y 15 de mayo, Vladimir Putin expresó su apoyo total a la iniciativa One Belt, One Road. Así mismo, otros líderes mundiales comprometieron su apoyo y el proyecto aseguró un capital de US $55 mil millones. 

Es una cifra astronómica, pero aún insuficiente para lograr el 100% de conectividad del proyecto, por lo que China tendrá que valerse de los préstamos que ha entregado – es decir, de que sus deudores le paguen- para terminar de financiar tanto La Ruta como El Cinturón. 

Y ¿Qué opina Estados Unidos de esto? 

Mientras la mayoría de los países envió a sus jefes de estado a la cumbre de Beijing, Estados Unidos envió una delegación menor, con algunos agentes de la CIA infiltrados, que buscaban medir el riesgo estratégico de este proyecto, así como espiar los intereses de Moscú en la iniciativa. 

El gran aliado de Estados Unidos en sus suspicacias ante One Belt, One Road son Japón y Corea del Sur. Ambos países tienen rencillas históricas con China, que incluyó invasiones, y ven esta iniciativa como un nuevo “avance Imperialista” de su gigantesco vecino. 

Y no se equivocan. 

Este proyecto, más que económico, es político. China está mostrando su musculatura ante Estados Unidos. Su intención no sólo es ganar dinero gracias a este nuevo espacio económico – que ellos administrarían- sino también quitarle influencia mundial a Estados Unidos. 

Para muestra, un dato: Extender la Ruta desde Rotterdam hasta Norteamérica tenía un costo bajísimo en comparación con el resto del proyecto. Y sin embargo, China eligió deliberadamente mantener a Estados Unidos fuera de One Belt, One Road. 

Lo que busca Beijing es reinar sobre un espacio libre de Washington y su política. Estados Unidos lo sabe, pero sus manos están atadas. El apoyo de Rusia al proyecto es demasiado pesado para La Casa Blanca. 

¿Significa eso que nada podrá detener a China en la creación de su nueva ruta de la seda? Para nada. 

China tiene un enemigo gigantesco, que pondrá en peligro su proyecto: su propia economía. 

La falta de liquidez que sufre la economía china, fustigada por una deuda equivalente al 250% de su PBI, obligará a Beijing a realizar un esfuerzo titánico por financiar el proyecto, lo que pondrá en peligro su banca, su economía interna y sus índices de crecimiento, estancado desde hace año. 

Es el gran riesgo del gigante asiático por dar el golpe definitivo y convertirse en potencia mundial. Si la moneda le da cara, tendremos quizás un nuevo dominador político-económico del planeta. 

Pero lo más probable, es que la economía diga “cruz” y China se enfrente a una crisis de liquidez de proporciones apocalípticas, que directamente o indirectamente, nos podría hundir a todos. 

El mundo entero podría pagar muy caro el afán expansivo de China. El gobierno de ese país lo tiene muy claro, pero saltará al vacío de todas maneras. 

Si hay algo que nos ha enseñado la historia, es que contra la voluntad de supremacía de los imperios no se puede pelear. 

Ha sido un placer, 

 
Jim Rickards
Para El Inversor Diario