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BALANCE DE UN AÑO DE CAMBIOS


Por Jorge R. Enríquez


Se acaba de cumplir el primer año de la presidencia de Mauricio Macri. Sin ánimo de intentar un balance exhaustivo, podemos señalar que los aspectos positivos de su gestión resaltan ampliamente por sobre aquellos que puedan ser merecedores de críticas.
Y esa afirmación se asienta sobre todo en un análisis cualitativo más que en determinadas cifras circunstanciales. Porque lo mejor de este año es difícil de mensurar. La reconstrucción institucional, el respeto a la división de poderes, la falta de una continua utilización por parte del Jefe de Estado de los medios de comunicación y las cadenas nacionales para propaganda de su gobierno, el estilo republicano, el retorno del Congreso Nacional a su rol fundamental, la garantía de la independencia de la Justicia, el diálogo como ejercicio normal y saludable, la transparencia...
Sumemos a ello la reinserción de la Argentina en el mundo y su adscripción al grupo de países que practican la democracia pluralista. En ese rumbo no hay lugar a ninguna confusión. Nuestro país ha recobrado el respeto internacional. En la región, la suspensión de Venezuela del Mercosur es un dato contundente del nuevo escenario. El grotesco intento de la canciller venezolana de ingresar a una reunión a la que no fue invitada lo ilustra acabadamente.
En lo económico, se atraviesan momentos difíciles, porque no es sencillo salir del corset populista, pero se está desbrozando el camino para el definitivo despegue. Así, el inmediato levantamiento del cepo cambiario y el arreglo con los holdouts permitieron a la Argentina recuperar el crédito internacional.
El sinceramiento de algunas variables era indispensable porque los precios relativos estaban totalmente distorsionados. Eso produjo un aumento transitorio de la inflación, que ya está en proceso de baja. En tal sentido, el reacomodamiento de las tarifas era vital para terminar con los insólitos subsidios de los pobres a los ricos y para alentar la inversión en el sector energético.
Quizás el gobierno debió haber explicitado del modo más crudo y apenas iniciada su gestión la penosa herencia recibida. No lo hizo, en parte porque acaso la subestimó porque la mentira era mayor que la imaginada; en parte, no se quiso iniciar un gobierno mirando como siempre hacia atrás, sino convocando a todos a un proyecto de futuro.
El año próximo se vislumbra mucho mejor. Ya hay algunos "brotes verdes" que se irán consolidando. El rumbo es el correcto y el capitán empuña el timón con serenidad pero también con firmeza. Lo han advertido por estas horas quienes de modo irresponsable pretendieron imponer medidas demagógicas que son cantos de sirena dirigidos al pueblo, al que en verdad subestiman. Fue una fugaz postal del pasado, en la que se conjugaron el populismo y la absoluta carencia de idoneidad, ejemplificada por los cálculos delirantes de Axel Kiccilof.

Cambiemos no prometió un lecho de rosas, sino un camino esforzado, pero cierto, fundado en la verdad y en el respeto, al amparo de la Constitución. Sepamos atemperar nuestra crónica impaciencia. Estos trenes no pasan todo el tiempo.