El
presidente Mauricio Macri llegó el domingo pasado a Nueva York para
participar de la 71º sesión de la Asamblea General de las Naciones
Unidas. Macri, quien viajó con una pequeña comitiva (que contrasta
con las que solían acompañar a Cristina Kirchner), aprovechó ese
viaje para desplegar una agenda muy intensa, a tono con el reciente
Foro de Inversión y Negocios que se desarrolló en Buenos Aires la
semana pasada.
Además de
su discurso en la Asamblea, el presidente argentino se reunió con el
ex presidente y esposo de la candidata presidencial demócrata, Bill
Clinton, en un encuentro previo a la reunión anual de la Clinton
Global Initiative. De ese encuentro participaron también el primer
ministro de Italia, Matteo Renzi, y el alcalde de Londres, Sadiq
Khan. Macri expresó allí que la sociedad argentina ha decidido
terminar con una década de populismo y votó por un cambio.
El Jefe de
Estado estuvo también en un encuentro con las autoridades de la
bolsa de Nueva York y pronunció unas palabras en el marco del evento
del Financial Times, "The new Argentina". Posterioramente
cenó con el presidente del Congreso Judío Americano.
Por
cierto, el acto principal del viaje a Nueva York fue la exposición
que realizó ante la Asamblea General. El tono mesurado, respetuoso,
y el contenido concreto y preciso de sus palabras marcaron un
evidente contrapunto con los exabruptos en que solía incurrir la
señora de Kirchner. Además, a diferencia de ella, se ciñó
escrupulosamente a los 15 minutos pautados. El presidente argentino
no leyó su discurso, pero se advirtió que este fue muy bien
preparado, con una adecuada distribución de temas.
Esas son
solo algunas de las actividades de una agenda muy intensa, que
prosigue con la infatigable tarea de Mauricio Macri de restañar las
heridas y persuadir al mundo de que la Argentina ha regresado a la
senda de la normalidad. El presidente sabe que además de tomar las
medidas que correspondan para el reinicio de las inversiones, es
necesario "vender" a la Argentina. Lo está haciendo con un
entusiasmo contagioso y la recepción de sus palabras y sus gestos es
fantástica, mal que les pese a los agoreros de siempre.
Los
líderes políticos y el periodismo del mundo no escatimaron elogios
a la hora de hablar de los discursos y demás intervenciones de Macri
en esos foros. En la Argentina, no obstante, se pretendió empañar
esa fecunda labor dándole una desmesurada importancia a un hecho
trivial. El presidente declaró ante la prensa que en su reunión con
la primer ministro británica habían convenido en hablar de todos
los temas, incluida la soberanía sobre Malvinas. Más tarde,
mediante un comunicado, la primera ministra del Reino Unido, Theresa
May, aclaró que la cuestión de la soberanía no había sido
mencionada. No parece haber contradicción entre ambos dichos. Macri
bien pudo haber interpretado que “todos los temas” incluía el de
la soberanía.
En
cualquier caso, sería un equívoco verbal menor. Se haya hablado o
no de soberanía en esa reunión, lo cierto es que nadie en su sano
juicio puede entender que el hecho de abordar otros temas de interés
común implique una renuncia, jurídicamente imposible, además,
en virtud de la Disposición Transitoria Primera de la
Constitución Nacional, incluida en la reforma de 1994- a la
pretensión argentina de soberanía sobre las Malvinas.
Conversar
de todo, con respeto hacia los interlocutores, es otra de las formas
de volver al mundo. Ni las inversiones llegarán ni las Malvinas se
recuperarán con el mero ejercicio del declaracionismo o del
patoterismo verbal. Macri sigue dándonos excelentes
ejemplos de lo que hay que hacer y también de lo que no hay que
hacer más.