Pero
ni Mauricio Macri ni ninguno de sus ministros, cuando hablaban del
segundo semestre, pronosticaban una revolución copernicana en
cuestión de minutos; ni siquiera de semanas. Solo se referían a un
cambio gradual de tendencias. Y no se trataba de un acto de fe, sino
de la conclusión racional del análisis de la realidad.
El
primer semestre fue –y debía ser- el más duro. Había que tomar
medidas que despejaran los obstáculos para el crecimiento. El
absurdo cepo, por ejemplo. O el default.
También
había que sincerar los precios relativos, desnaturalizados por doce
años de populismo. Y encarar un tema antipático, pero
imprescindible: el aumento de tarifas.
El
kirchnerismo les hizo creer a muchos argentinos que es posible no
pagar por los bienes y servicios que se reciben. El resultado está a
la vista: falta de luz y gas, deficientes transportes, caminos
obsoletos, infraestructura colapsada.
Claro
que cuando se afrontan en serio los problemas, aparecen antes las
malas noticias que los buenos resultados. Recuperar y desarrollar el
sistema energético llevará muchos años, pero las tarifas
incrementadas nos llegan hoy.
Lamentablemente,
no hay otra solución. Mejorar la calidad de vida requiere
inversiones de mediano y largo plazo, que no nos van a pagar los
húngaros ni los canadienses. Las debemos afrontar nosotros.
La
reciente aprobación del blanqueo contribuirá a mejorar los ingresos
del Estado. Eso y el menor gasto en subsidios a los servicios
aliviará al Tesoro y serán menores las necesidades de emisión
monetaria. La inflación sin dudas bajará a partir de este mes. No
llegará a los niveles a los que aspiramos en forma inmediata, pero
será evidente el cambio de la curva.
El
campo, liberado de muchas restricciones, ya exhibe un mayor
dinamismo. La confianza que despierta un gobierno creíble y
profesional traerá paulatinamente nuevas inversiones, y con ellas
más trabajo genuino. La Argentina ha dejado atrás el aislamiento
internacional, lo que facilitará ese proceso.
Para
los asalariados, empiezan a llegar los aumentos pactados en las
paritarias, que contribuirán también a activar el mercado interno.
Por ahora, la situación derivada del Brexit no parece conducir a una
crisis económica severa, más allá de algunos reacomodamientos.
En
fin, pronto comenzará a ser visible el fruto de las políticas
serias, centradas en el futuro y en la solución de los problemas
concretos. Como dijo Churchill a mediados de la Segunda Guerra
Mundial, “no sé si este es el principio del fin, pero sin dudas es
el fin del principio”. Así lo cree la mayoría de los argentinos,
que es madura y no quiere que le mientan más. Estamos atravesando un
tiempo difícil, pero sabemos que llegan días mejores.