Por
Jorge R. Enríquez
El
presidente Mauricio Macri decidió intervenir la AFSCA. Es una
determinación inobjetable desde el punto de vista jurídico e
imprescindible en el plano político.
Hagamos un poco
de historia para darle contexto a esta nueva iniciativa del gobierno.
En 2009 el kirchnerismo perdió las elecciones legislativas. Como
suele ocurrir, no se preguntó qué había hecho mal, sino que culpó
a los medios por dar una imagen distorsionada. En especial, al grupo
Clarín, con el que hasta el año anterior había tenido una
magnífica relación.
Entonces,
procuró remediar ese mal a través de la ley de medios, que logró
sancionar con la mayoría legislativa que conservaba hasta que los
nuevos diputados y senadores asumieran sus bancas en diciembre de ese
año. El cacareado propósito de la ley era asegurar la "pluralidad
de voces"; el objetivo real era el opuesto: uniformar el
discurso, premiar a los subordinados y castigar a los disidentes.
La AFSCA se creó
como autoridad de aplicación de ese engendro normativo. Sería la
nave insignia de la guerra contra Clarín, al que se lo desguazaría,
se lo privaría de poder económico y, como necesaria derivación, se
lo privaría de toda influencia en la opinión pública. No hace
falta recordar, porque son tediosas, todas las peripecias de esos
combates, que tenían al mítico "7D" como fecha de este
nuevo desembarco en Normandía.
Martín
Sabatella fue puesto a conducir la nave. Y se encargó de
transformarla en una unidad básica de su partido Nuevo Encuentro, de
favorecer a amigos y perseguir a los independientes. La ley es mala,
pero si alguna meta loable tiene ciertamente la gestión de Sabatella
no trató de alcanzarla.
De ahí que la
intervención sea el medio adecuado para reordenar un organismo que
se apartó de la ley, que abusó del poder, que empleó fondos
públicos con fines partidarios y que se convirtió, en síntesis, en
abanderado de la guerra cultural que el kirchnerismo quiso librar
contra la prensa libre.
El presidente
tiene plenas facultades para hacerlo, ya que se trata de un ente que
se halla en la órbita del Poder Ejecutivo y cuyo directorio éste
designa. La intervención tiene la finalidad no de perpetuarse, sino
de normalizar la AFSCA y sacar a la luz todas sus irregularidades.
El kirchnerismo
se enfureció con esta medida de higiene republicana. Habló de
"dictadura", de "campos de concentración", de
"vuelos de la muerte". Sabatella se atrincheró en su
oficina y presentó un habeas corpus, como si estuviera privado
ilegítimamente de su libertad ambulatoria. Del ridículo es difícil
volver.
En definitiva,
un paso más de Mauricio Macri en el camino de la recuperación de
las instituciones avasalladas por doce años de populismo
autoritario.