[La de Evita] no era una relación prebendaria, clientelística, sino que había una relación de amor entre una persona que reivindicaba un pueblo, un objeto y ese pueblo. Con ese objeto, en realidad ella no los denigraba, sino que les daba el signo de la dignidad perdida. Ella otorgaba signos de dignidades perdidas, restablecía dignidad de vida donde había humillación.