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Grecia se acerca al "corralito": mañana no abren los bancos, ni la Bolsa

El gobierno griego decidió anoche cerrar los bancos e imponer controles de capitales. Tampoco abrirá la Bolsa. Grecia intenta aguantar hasta la celebración del referéndum el próximo domingo. Atenas no explicó hasta cuándo estarán cerrados los bancos. El primer ministro Alexis Tsipras pidió paciencia y calma a sus ciudadanos y prometió que los depósitos bancarios están seguros y que no hay riesgo de impago de pensiones y salarios.

Pero algo se mueve entre los acreedores. La Comisión Europea, el FMI y el Banco Central Europeo (BCE) hicieron ayer un último intento, claramente coordinado, de recomponer la negociación con Grecia a un día del default. Atenas debe pagar mañana casi 1.600 millones de euros al FMI.

El BCE dio ayer el primer paso. En una reunión de urgencia, el organismo presidido por el italiano Mario Draghi, decidió mantener las líneas de liquidez de emergencia (ELA, en sus siglas en inglés) a la banca helena a su nivel actual. Si las hubiera retirado los bancos hubieran colapsado hoy lunes.

Poco después dos comunicados de prensa confirmaban el movimiento de los acreedores. El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, publicó la última propuesta que habían presentado los acreedores a Grecia el pasado jueves.
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Pero el documento, en inglés y en griego y que hasta ahora sólo se conocía por filtraciones, traía una pequeña cesión (rebajaba el IVA turístico del 23% al 13%) y una gran sorpresa: por primera vez un documento oficial de estas negociaciones ponía por escrito la necesidad de estudiar la “sostenibilidad de la deuda”. El FMI lanzó un comunicado similar en el que también trataba de la deuda. 

Poco después, el diario alemán “Süddeutsche Zeitung” contaba que la alemana Angela Merkel y el francés François Hollande estarían de acuerdo con esa medida. El presidente estadounidense Barack Obama había llamado al mediodía a Merkel. Washington pide una salida que mantenga a Grecia en el euro y evite el default.


La publicación de la propuesta por parte de la Comisión, brazo ejecutivo de la UE, contradice a los ministros de Finanzas del euro y sobre todo a su presidente, el holandés Jeroen Dijsselbloem, quien el sábado había dicho que la negociación estaba rota, que la puerta se cerraba y que los griegos iban a votar sobre un documento que ya no estaba sobre la mesa.

La iniciativa coordinada abre un nuevo escenario. Fuentes europeas explican que se trataría de dar algo al primer ministro griego Alexis Tsipras para que firme el acuerdo. Reconocen que el referéndum es casi imposible de parar, pero intentan que con estos cambios Tsipras pida el voto a favor del acuerdo. El comisario europeo de Asuntos Económicos, el francés Pierre Moscovici, dijo que “Grecia debe seguir en el euro” y que “la puerta sigue abierta para negociar la última propuesta”.

Pero Tsipras debería, según una fuente comunitaria, dar el primer paso e informar a los líderes europeos que, en base a nuevas condiciones, pide el sí al acuerdo en el referéndum. En cuanto lo hiciera se convocaría una cumbre europea para confirmar el acuerdo, que iría al referendo de los griegos el domingo. El premier heleno tiene una responsabilidad histórica.

Además de contar con la aprobación de Berlín, Bruselas tiene el apoyo público de París. El primer ministro francés Manuel Valls intervino ayer para decir, antes de la decisión del BCE, que “no se puede cortar el suministro” a la banca griega. Valls pidió que se vuelva a negociar pero también advirtió de que con un voto negativo a la propuesta de los acreedores “hay riesgo real de salir de la Eurozona”.


La Comisión Europea sabe que Tsipras necesita la promesa por escrito de una reestructuración de deuda. De llegarse a un acuerdo, esa reestructuración no se haría hasta después de las elecciones españolas, para no dar fuerza a Podemos contra el gobierno conservador de Mariano Rajoy.

Manfred Weber, líder de los conservadores en el Parlamento Europeo y hombre de Merkel, dijo ayer que Syriza –el partido de Tsipras- “no puede chantajear a la Eurozona, es un mensaje para países con elecciones cercanas”. Es el reconocimiento de que las diferencias, más que económicas, son puramente políticas porque se teme la extensión por el sur de Europa de la revuelta izquierdista que cuestiona la política económica europea de los últimos años.