El sábado pasado a la
medianoche venció el plazo para la presentación de candidaturas para las elecciones
legislativas de este año, que se realizarán en dos etapas: 1) en agosto, las
primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO); 2) en octubre, las
generales.
Las dudas principales eran si -para usar la
jerga en boga- Sergio Massa "jugaría" o no, y qué haría Daniel
Scioli.
Pues bien, Massa "jugó" y
Scioli...no hizo nada.
Massa anunció que se presentará como
candidato a diputado nacional por el Frente Renovador, que acaba de crear. Es
decir, por fuera del oficialismo. Formó una lista de variadas pertenencias y
posturas ideológicas, que incluye al ex presuidente de la UIA, José Ignacio De
Mendiguren, el siempre ubicuo Felipe Solá, una cronista de información
previsional de TN y, como especial sorpresa, a Adrián Pérez, hasta ayer nomás
ladero de Elisa Carrió, con quien hizo muy joven sus primeros pasos en
política.
Scioli es un caso de estudio. Se quedó del
lado del kirchnerismo, pero sin recibir nada. Ni un candidato a diputado.
Alegó, después, que no había querido ser un traidor, pero hasta el viernes
estuvo negociando con Massa. ¿Negociaba la traición?
La posición en que queda Scioli es de extrema
debilidad. No aprovechó el capital político que le da tener una imagen todavía
positiva en muchos sectores para poder afianzarse. Ahora depende de la buena
voluntad del oficialismo y de la oposición.
Sostuvo también que tomó esa determinación
por responsabilidad, para no perjudicar a la provincia. ¿Confiesa, entonces, la
existencia de la extorsión del gobierno nacional? Y para ese papel carente de toda
autonomía, ¿para qué quiere ser gobernador?
Por su parte, Massa fue inteligente en el uso
del silencio, que despertó grandes expectativas y puso los focos en su persona.
Ahora deberá enfrentar el difícil desafío de tomar posiciones en los grandes
temas.
El pretende transitar por una amplia avenida
sin ser oficialista ni opositor. ¿Podrá? Hoy la sociedad está muy polarizada.
Si logra caminar por esa franja sin turbulencias, hará una gran elección y el
gran perdedor será De Narváez, que mantiene un perfil netamente opositor. Si la
polarización se exacerba, entonces De Narváez podrá sacar provecho de ella.
En cualquier caso, ya hay un nítido perdedor
en la provincia de Buenos Aires, aún cuando eventualmente obtuviera la primera
minoría: el kirchnerismo. Ni remotamente conseguirá las bancas necesarias para
pavimentar su gran proyecto: la reforma constitucional.