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“BOUDOUGATE”: OTRA AFRENTA A LA REPUBLICA por Jorge R. Enríquez (*)

Desde que fueron reveladas numerosas irregularidades que comprometen al Vicepresidente y a otros funcionarios del gobierno nacional en torno a lo que se ha denominado el caso Ciccone, el clima político se ha enrarecido en forma muy rápida y muy profunda. Es llamativo que este fenómeno se produzca a tan sólo cuatro meses de la asunción de un nuevo mandato por parte de la señora de Kirchner, y es inevitable asociarlo con la veloz pérdida de imagen que la mandataria sufrió poco después de comenzar su primer período, en diciembre de 2007.
Los meses venideros dirán si la caída de imagen de la presidente es tan pronunciada como en aquel entonces, cuando el conflicto con el campo galvanizó la expresión de un malestar profundo que no había tenido oportunidad de manifestarse, y del que, luego de la resonante derrota en las elecciones legislativas de 2009 logró asombrosamente recuperarse, por el viento de cola de la economía mundial, por la solidaridad que despertó la muerte de su marido y por la fragmentación de la oposición.
Lo cierto es que las circunstancias objetivas que posibilitaron aquella resurrección política hoy parecen muy improbable que se repitan. Más bien, aún cuando mejorara el frente externo, los problemas económicos acumulados por muchos años de populismo deberían ir agravándose. Ya hay señales recesivas evidentes, que se suman a los déficits energéticos y de infraestructura, al adelgazamiento de las reservas y de las arcas fiscales, a la pérdida de competitividad por la creciente brecha entre la elevada inflación y la módica devaluación del peso, y a la entronización del método Moreno, es decir la arbitrariedad y la prepotencia, como único “modelo” perdurable, lo que refuerza la falta de inversión genuina y el aislamiento externo.
En ese marco, que cabe completar con un cada vez menos sordo enfrentamiento del gobierno con el titular de la CGT, el escándalo que se ha levantado en derredor de Boudou encuentra un caldo de cultivo propicio para acelerar la tensión política. Es que el "Boudougate", sin duda, tiene una extraordinaria gravedad institucional.
No abundaré en la información del caso, ampliamente comentada por los medios de comunicación, como lo fue también la insólita "conferencia de prensa" (en verdad, "conferencia sin prensa", como escribió Jorge Fontevechia) que el Licenciado Boudou dio el Jueves Santo en el Senado.
Sobre este último acontecimiento, que tal vez contribuyó más que nada a empeorar la ya endeble posición del Vicepresidente, surgen muchas dudas. Dejando de lado la pobreza de las formas, la falta absoluta de aclaraciones sobre los elementos serios que lo involucran con Ciccone, la recurrencia ya pueril a las teorías conspirativas, la superficial asignación del carácter de mafia para todo aquel que no se pliegue al relato oficial, la ridícula idea de que cualquier opositor o independiente no es más que un títere de Héctor Magnetto, llama la atención que en la diatriba los cañones se hayan dirigido también contra el juez Daniel Rafecas y el Procurador General Estéban Righi.
Rafecas es un magistrado que fue designado por Kirchner y que tiene cierta vinculación ideológica con el oficialismo. Pero, claro, no es un "esbirro" (para usar el término empleado por Boudou en su antológico monólogo) del poder. Es un destacado magistrado y goza de respeto entre sus pares y, por más que tenga simpatía por el gobierno, no puede lisa y llanamente inclinarse por la impunidad de Boudou, desoyendo los pedidos del fiscal Carlos Rívolo, que es también un funcionario muy bien conceptuado por su independencia e idoneidad.
Lo que le preocupa a Boudou -y al gobierno nacional, en general- es que se haya filtrado la noticia del allanamiento a un departamento de su propiedad. Del fondo de la cuestión no habló nada, pero le molestó que hubiera un fotógrafo de un medio demonizado en el lugar. Ni en esto, que es dentro de este caso, anecdótico, tiene autoridad moral el kirchnerismo para protestar, porque es lo que hace siempre, cuando los afectados no son oficialistas.
La soberbia y la desfachatez del vicepresidente, puestas de manifiesto por su prolongado silencio sobre ese caso y el posterior monólogo del pasado jueves, fueron, como no era razonable pero sí previsible que ocurriera, dados los antecedentes del matrimonio Kirchner, premiadas por la primera mandataria, que no vaciló en sacrificar para ello a un “camporista” de la primera hora, como el Procurador General, verdadero símbolo de aquella juventud setentista en la que el oficialismo dice inspirarse.
El estilo de los Kichner ha sido siempre reacio a las determinaciones que puedan ser interpretadas como cesiones ante exigencias de la oposición o de otros sectores.
Lo más triste es, otra vez, el desprecio por la independencia de los poderes, concretado ahora en la postulación de un sucesor de Righi que no tiene más antecedentes para ese alto cargo – que ocuparon, entre otros, juristas de la talla de Carlos Tejedor, Antonio Malaver, Nicolás Matienzo y Sebastián Soler - que su declarada “militancia K” y su amistad con Boudou.
Daniel Reposo será, si su pliego es aprobado por los dos tercios de los miembros presentes del Senado, conforme lo prescribe la ley 24.946, un comisario político de los fiscales y velará por el escrupuloso mantenimiento de la impunidad para sus jefes y cualquier funcionario oficialista involucrado en casos de corrupción.
Si Righi, un prócer del “camporismo” que, pese a sus galardones académicos, no era el mayor exponente de la independencia que debe exigirse de los fiscales, fue dejado de lado sin miramientos por ser algo tibio, el mensaje para la sociedad es bien claro: “Vamos por todo”.
(*) El autor es abogado y periodista

Dr. Jorge R. Enríquez