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EL TRIGO NECESITA DEL BIEN COMUN

El problema del sector agropecuario y en particular la comercialización del trigo es que “no hay molineros y exportadores exitosos si los productores no están conformes por lo recibido por su cereal y menos aún, si la transferencia de recursos entre los actores se dirige desde las políticas públicas. Son ganancias circunstanciales, que no le dan previsibilidad al negocio y lo ponen en peligro en mediano y largo plazo”, explica Gustavo A. Picolla, Fundador de GP Hedging Consulting, en resumen, “hoy pocos ganan mucho y muchos ganan poco”.

El panorama actual muestra que los molinos no están cobrando las compensaciones que el gobierno les daba y, en consecuencia no compran trigo; y los exportadores no pueden absorberlo porque las exportaciones están cerradas. Por otro lado, los productores no pueden vender el trigo que tienen guardado y lógicamente no van a sembrar la cantidad de hectáreas que podrían porque tienen incertidumbre acerca de si van a poder vender el año que viene el producto que cosechen.

“La consecuencia es que habrá menos harina y por ende menos pan, pastas, galletitas, fideos, etc. pudiendo verse perjudicados la industria alimenticia en general y obviamente, el consumidor final”, analiza Picolla, quien además agrega que “el mercado de futuros también sufrió los efectos de esta situación con caída en los volúmenes.”

La última decisión gubernamental de apertura de exportaciones por 450.000 toneladas tampoco sirve, beneficia a algunos en detrimento de otros. A largo plazo se perjudican todos, incluso al Estado. La estrategia del reclamo por los intereses propios de la producción por un lado y los integrantes de la comercialización por el otro no ha dado buenos resultados. El camino es pensar ganar-ganar, el bien común.

“Estoy convencido que de implementar una estrategia basada en el bien común, la cadena del agro habrá demostrado que ese es el camino adecuado para ser la potencia que el mundo espera de nuestros país. Pero para ejecutarlo habrá que cambiar el paradigma egoísta del argentino por el paradigma del bien común. Esto es lo que el trigo necesita”, concluye Picolla.