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Informe Económico Semanal del Banco Ciudad

LA SEMANA EN POCAS PALABRAS


Los problemas fiscales y la aceleración inflacionaria son los dos ejes del debate económico actual. La inflación pasó de un piso del 10% cuando la economía tocaba el fondo de la recesión en el primer semestre de 2009 a un ritmo que supera cómodamente el 20% anualizado en los últimos tres meses (12% según INDEC, 22% FIEL y 24% IPC-City). Pero sería insólito culpar a la nueva conducción del BCRA, o a la discusión respecto al “Fondo del Bicentenario”, por un proceso inflacionario gestado en los últimos años.

Los datos oficiales y privados señalan una aceleración inflacionaria en los últimos meses. El IPC-INDEC del mes de enero aumentó 1% m/m (+8,2% a/a), la mayor variación mensual reconocida por el ente oficial desde marzo de 2008. La inflación calculada por el IPC-City fue del 2,3% m/m en enero y de 15,7% a/a. El IPC-FIEL registró un aumento de 1,7% m/m y de 17,2% a/a. Los datos oficiales y privados muestran que se trata de un proceso sostenido y generalizado de incremento del nivel general de precios (lo que técnicamente se define como “inflación”) y que, en los últimos meses, fue avivado por la aceleración del precio de los alimentos. En enero, todos los rubros del IPC aumentaron con la única y notable excepción de “esparcimiento”. Según INDEC los alimentos crecieron 8% anual en enero y según los índices privados lo hicieron arriba del 20%.  La aceleración reavivó el eterno debate sobre las recetas para combatir la inflación. La versión criolla de la “escuela de la oferta” sostiene que –en lugar de administrar la demanda- conviene tomar medidas que aumenten la oferta. Es un cliché políticamente correcto pero técnicamente insostenible. Las políticas de oferta, como medidas anti-inflacionarias, son el perro que corre su propia cola. Si –como creen las partes en debate- la inflación es un problema de escasez de oferta ante una demanda excesiva, lo que se necesita según la visión “ofertista” es aumentar la inversión. Como la inversión aumenta la oferta a largo plazo y es parte de la demanda agregada a corto plazo, esto termina por aumentar la inflación. Si la inflación aumenta, se sigue, habrá que aumentar aún más la inversión. Así sucesivamente. Lo que no se dice es que –para evitar la circularidad del razonami! ento- el aumento de la inversión debe ser compensando por un aumento del ahorro, es decir, una baja del consumo. Esta parte de la argumentación se omite deliberadamente.