Estemos Abiertos es la iniciativa del Sistema
Todos en Quilmes Oeste lo conocen como “el videoclub”, aunque hace por lo menos media década que no tiene ni un solo DVD para alquilar. Y aquello que había comenzado tibiamente para mejorar la experiencia de ver películas –la venta de pochoclos, chocolates y gaseosas– terminó por darle al local su forma actual de maxikiosco. “El que no se aggiorna no crece”, reflexiona Alejandro Pesci, el dueño del establecimiento que cada vez se parece más a un almacén. Y agrega: “Hace 23 años que tengo este comercio. Y más que centrarme en un rubro en particular, lo que yo quiero es brindarle un servicio al barrio”, explica a Journey.
El amplio local de la esquina de avenida Calchaquí y Andrade ofrece golosinas, bebidas, artículos de librería, servicio de fotocopias, productos de limpieza y hasta tiene una sección de heladería. Pero Alejandro no se queda quieto y anticipa que pronto reformulará el espacio para ampliar el sector de fiambrería y también optimizar la circulación de los clientes y así poder ofrecer mayor seguridad e higiene en tiempos de pandemia. En una segunda instancia se ilusiona con contar con su propio servicio de reparto.
Estos sueños de Alejandro serán posible gracias a que fue uno de los 500 dueños de pequeños comercios de barrio seleccionados para recibir la ayuda económica de Estemos Abiertos, el programa que lanzó


“No se trata solamente de dinero, sino de realizar gestos que le sirvan a la comunidad”, coincide en otro rincón del país Carola Jaime, dueña de una despensa en el barrio de Villa Soledad, en la ciudad de Salta. Ella también se vio beneficiada por el programa de
“Me ayudan, yo ayudo y quisiera que, en lo posible, esas personas también colaboren con otros”, explica Carola, que gracias a Estemos abiertos pudo sumar elementos de protección a su comercio y reponer mercadería, uno de los grandes problemas que enfrentó a partir de la pandemia. “Significó la posibilidad de reinvertir en mi negocio en un momento muy difícil: ya veníamos golpeados por la economía, pero todo lo que pasó este año me hizo llegar a pensar en bajar la persiana”, reconoce.
Como a muchos, a Carola la irrupción del coronavirus le generó dudas que iban mucho más allá de la facturación de su negocio, y que tenían que ver con su salud, la de su familia y la de sus clientes. Pero asegura que su voluntad de colaborar con la comunidad que integra hace tantos años la ayudó a decidirse a continuar y terminó abriendo todos los días. Y fue más allá: también decidió repartir su número de teléfono para que las personas positivas de Covid-19 de la zona pudieran contactarla y así llevarles los pedidos a domicilio. “Es una de las maneras que encontré de dar una mano”, cuenta. “Ellos me llaman o escriben y yo voy con mi mascarilla a entregarles lo que necesiten. Los afectados por el coronavirus son muy discriminados; es la enfermedad del egoísmo, muchas veces ni sus familias los quieren ayudar y eso tiene que cambiar”, enfatiza.
