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Informe Económico Semanal del Banco Ciudad

LA SEMANA EN POCAS PALABRAS
La tasa de inflación amagó con convertirse, desde hace tiempo, en el verdugo electoral del gobierno nacional. Los pronósticos más agoreros llegaron a proyectar un aumento de precios del 40% para 2011. Nada de eso ocurrió y, muy por el contrario, la mayoría de los analistas ubican a la bonanza económica entre las principales razones del éxito electoral del kirchnerismo.
Los datos muestran que: 1) la inflación ha venido navegando algo por encima del 20% anualizado; 2) el aumento de los ingresos nominales (salarios y jubilaciones) ha superado holgadamente esas cifras de manera sistemática en el último año; 3) la tasa de pobreza (bien medida) no ha disminuido sustancialmente pero tampoco se ha incrementado y hoy promedia el 20-25% de la población total según las mejores estimaciones privadas; 4) el consumo ha seguido en constante aumento, incentivado por una tasa de inflación que castiga el ahorro, por salarios reales en ascenso y ayudado por la fuerte expansión del crédito. Este escenario económico fue suficiente para barrer la cuestión económica del debate electoral.
En defensa de los analistas más pesimistas, conviene decir que la brecha que mantienen las principales variables nominales de la economía con la inflación oficial y privada es sorprendentemente elevada. La expansión monetaria ronda el 40% anual, los salarios el 30% y la recaudación tributaria el 35%. Son cifras enormes si se las compara con una inflación del 22% anual. En particular, la brecha entre inflación y expansión monetaria es uno de los enigmas teóricos más interesantes de la actual coyuntura. No son pocos quienes creen que el actual 22% de inflación refleja, con los rezagos propios de la política monetaria, la tasa de expansión monetaria de 2010 (28%) neta del crecimiento real actual (6-7%) y que el actual 40% de crecimiento de la emisión monetaria anticipa la inflación de 2012-13. Es una discusión que todavía no tiene respuestas contundentes.
La inflación es un proceso que apenas entorpece el corto plazo pero que promete convertirse en un dolor de cabeza a largo plazo. En los últimos años, la estabilidad del tipo de cambio ha permitido sostener bajas las tasas de interés (incluso siguen siendo fuertemente negativas en términos reales) y doblegar cualquier atisbo de aceleración inflacionaria. La pregunta del millón sigue siendo por cuánto tiempo puede sostenerse una devaluación del 5-10% anual con una inflación del 20-25%. Los costos en dólares han seguido en aumento aquí y -por suerte- en toda la región y en prácticamente la mayoría de nuestros socios comerciales. Pero en los últimos años Argentina ha aventajado largamente al resto de los países con una inflación en dólares de las más altas de Latinoamérica. En algún momento, se sabe, habrá que bajar la inflación y/o comenzar a depreciar más rápidamente el peso para compensar la inflación pasada. Es una verdad de Perogrullo que esto sucederá tarde o temprano. Cuándo llegará ese día y cómo será la dinámica del tipo de cambio y la inflación son preguntas a las que nadie tiene hoy una respuesta cierta. Sólo sabemos que, en ese momento, la cuestión inflacionaria volverá al centro de la escena.