Hemos asistido a uno de los procesos electorales más competidos de las últimas décadas en los EEUU, y no por el entusiasmo que generan los candidatos, sino precisamente por todo lo contrario.
El votante americano se ha visto obligado a elegir entre opciones que no eran totalmente de su agrado, en el caso de la representante demócrata por ser parte del “establishment” y tener un pasado político convulso. Y en el caso del candidato republicano, por su carácter populista, xenófobo y excéntrico.
Los votantes se han enfrentado a unos programas electorales que tienen puntos en común como la inversión en infraestructuras, que ambos proponen, o un sesgo proteccionista de la política económica, mucho más acentuado por parte del candidato republicano; y otros muy divergentes como el sistema de salud, los beneficios sociales, o la política impositiva, más laxa por parte de Trump.
También hemos visto durante la campaña a Trump favoreciendo a sectores como los combustibles fósiles y la defensa, frente a Clinton que fomentaba las energías renovables y presionaba al sector farmacéutico o el energético. La victoria de Trump supone un aumento de la percepción del riesgo en mercado, por ello esperamos una reacción negativa de los mercados de renta variable, aunque es posible que las medidas proteccionistas que propone el candidato electo republicano favorezcan a los índices más locales y de empresas con mayor porcentaje de cifra de negocio en los EEUU.
Todo lo contrario para las grandes multinacionales, que pueden sufrir los daños colaterales de las guerras comerciales de Trump si lleva a cabo su intención de abolir ciertos acuerdos comerciales. Esperamos que los sectores con mejor comportamiento relativo sean los de infraestructuras, defensa, petróleo y utilities. Los sectores más castigados deberían ser energías renovables y tecnología.
invertia