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INFORME DE Juan J. Llach

Es claro que el viento de cola que impulsó a la economía argentina durante once años (2003-14) ya no está con nosotros. Predominan hoy, sin embargo, evidencias de que lo peor puede haber pasado para el contexto externo de la Argentina. Sobresale la recuperación de los precios de algunos commodities, con el petróleo superando los 50 US$ y los oleaginosos entre 25% y más de 60% sobre los mínimos de 2016.

Como casi siempre, esto se acompaña con una moderada debilidad del dólar - el euro vale hoy 1,14 dólares contra 1,05 en sus mínimos. En el caso de los granos todo esto muestra que la demanda está firme y que, ante cualquier problema climático, suben los precios, también por las apuestas de los fondos.

No está claro qué hará la Reserva Federal la semana próxima. Enfrenta un dilema porque, si bien se crearon en mayo sólo 25.000 empleos privados - mínimo en 6 años- la tasa de desempleo cayó a 4,7% -la menor desde 2008- y los costos laborales unitarios crecieron en el primer trimestre 4,5% contra el trimestre anterior anualizado y 3,0% interanual. Hay tres atenuantes.

Uno es que la caída del desempleo se explica en parte por una baja de la tasa de participación laboral. Otro es que la inflación se encuentra todavía por debajo del objetivo de 2% de la Reserva Federal, aunque cada vez más cerca y, en tercer lugar, el crecimiento del PIB en el primer trimestre fue de sólo 0,8%, con caída de la inversión (trimestres anualizados).

Hace ya tres años que se apuesta a la suba de tasas, no aquí. Lo más probable es que este año haya una suba moderada, quizás no inmediata. También es probable que, si se produce la suba, no tenga efectos negativos de significación para los países emergentes: de un modo u otro ya está descontada. El índice Morgan Stanley (MSCI) de mercados emergentes aumentó cerca del 20% respecto del mínimo de enero de 2016. Entre los temas más complejos surge en primer lugar China.

Le está resultando más difícil de lo esperado su imprescindible giro de una economía centrada en el la inversión y las exportaciones a otra con mayor protagonismo del consumo. A esto se agrega el incesante crecimiento de su deuda, pública y privada que, según un estudio reciente de Goldman Sachs (http://www.bloomberg.com/search?query=China%20debt%20load) sería bastante mayor que la reconocida oficialmente. Como se dice en el lenguaje de auditoría, China está en la categoría “requiere atención”, pero no hay que olvidar que el alto nivel de sus reservas -3,2 trillones de     dólares, que son un ahorro realizado en el pasado vía el superávit comercial- le dan todavía margen de maniobra.
                                                                                                                                                       
Queda finalmente Brasil. Después de la suspensión de Dilma Rousseff como presidenta se acentuaron mejoras de algunos indicadores, tales como como la confianza de consumidores y empresarios, la valorización del real -ahora por debajo de 3,40 por dólar- y un suave incremento de los pronósticos de crecimiento. El FMI prevé una caída de 3,8% este año y un aumento nulo en 2017, que otros ya ven levemente positivo. El cese de la recesión reducirá el perjuicio que hoy sufre la industria argentina, más aun si se une a la apreciación del real, que algunos ven en 3,10/3,20 si mejora el cuadro político.

En tal caso la relación económica Argentina-Brasil dejará de parecerse a la de 1999, después de la devaluación, y a la de 2002, por la incertidumbre sobre un eventual gobierno de Lula. No hay que descartar que la tormenta brasileña y su viento de frente para la Argentina se transformen, también, en una suave brisa favorable en 2017.

Juan J. Llach