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"I was quiet, but I was not blind". Jane Austen.

Si caminas por la calle y te cruzas con Lucía, seguro no te das vuelta a mirarla. Apenas rasguña un metro y medio de estatura, ojos café y 47 kilogramos, no es lo que usted llamaría una Bomba Sexual. Su cabellera está descolorida y su amiga Gigi, le dice "Suicide Blonde", como la canción de INXS.

Los dos hijos que pasaron por su cuerpo le dejaron alguna estría, además de una cicatriz de cesárea de diez centímetros que se realizó por una complicación en el último parto y que se cosió a las apuradas y destajo.

Gonzalo le llamó la atención su desparpajo en la clase de teatro, se reía sin razón aparente. Confinada a las cuatro paredes de su departamento, las clases por zoom eran su càliz.

Lucía mitigaba el encierro como podía y a veces la melancolía de tocar otras almas en la pantalla de su notebook la hacían reír a carcajadas, y los que no la conocían no entendían bien el porqué. Gonzalo intuía que su compañera de teatro era una mujer de personalidad fuerte, descubrió el velo esa mañana de Lunes.

-¿Querés un cafecito?

-Dale.

-Hoy tengo terapia.

-¿Haces?, qué raro.

-Hace veinte años!.

-Guau, cuanto!, no se nota. (se ríe con picardía).

-Analizarme me ayudó a sobrellevar malas rachas. Todo empezó cuando mi hijo se enfermó.

Lucía escucha con atención, él usa un tono suave al hablar, pausado.

-"Un día en casa notamos que algo andaba mal, y no sabíamos bien qué pasaba con Alberto nuestro hijo del medio, tenía 11 años. A partir de su diagnóstico mi casa se convirtió en un loquero. A veces terminaba la policía interviniendo.

-¿Cuál fue el resultado?

-Algo parecido a la psicosis infantil.

-Comprendo, ¿Qué edad tiene hoy?

-28, vive en una Institución. Sin mi terapia me hubiese sido muy difícil. Mi psicóloga dice que hace diez años atrás no me reía. Ahora sí.

Gonzalo es la persona más risueña que jamás conoció. Se despierta cantando y ese espíritu lo acompaña durante el día. Es contagioso su Estado de Ánimo.

Pero siempre hay una gota que rebalsa el vaso y Lucía lo iba a llevar a un lugar poco habitual, pero no por eso menos verdadero.

-¿Haces con la misma terapeuta?, la pregunta es más un exclamación.

-Sí, por?

-Conviene cambiar de analista. ¡No estás de alta?

Gonzalo siente el comentario como un ataque directo, y un menosprecio a su confidencia.

- ¿30 años de terapia y estás así?, le comenta mientras viajan de regreso a su morada. Fue la gota que rebalsó el vaso de Gonzalo, que no se quedó callado y le respondió:

-Los siete mil metros que construí fueron gracias al análisis, lo valoro mucho y siento que avancé.

Son las ocho de la mañana; Lucía baja del auto con la certeza que metió la pata. Sube a su departamento dispuesta a realizar las tareas del día. Los lunes hace un mix de clases por zoom, más sus consultantes, además de las tareas domésticas de la casa.

Gonzalo le había comentado que iba a llevar el auto al mecánico. cuando el día terminó Lu tuvo ganas de escribirle para saber si todo había ido bien, pero no lo hizo.

Algo le decía que no era el momento.