El dólar se despertó de la siesta y sacudió a los mercados. La situación cambiaria volvió a descomponerse y fue necesaria otra cirugía de políticas económicas. |
Es lunes por la mañana. Los mercados del mundo vuelven a temblar. Esta vez Turquía es el epicentro del terremoto. Años de desmanejos económicos y políticas populistas llevaron al país euroasiático a sobreendeudarse y a tener alta inflación. A su delicada situación se le suma la última decisión de Estados Unidos de duplicar los aranceles a las importaciones de aluminio y acero provenientes de Turquía. Es la gota que rebalsa el vaso. La lira turca, que venía siendo castigada durante todo este año, acusa recibo del golpe y cae un 16 por ciento frente al dólar. En este mundo globalizado e hiperconectado, la crisis de un país se transmite a otro en forma instantánea por sus conexiones financieras y/o comerciales. El derrumbe de la lira arrastra prácticamente a todas las monedas del Globo. Caen el euro, la libra esterlina, el yuan chino, la rupia india, el rublo ruso y el real brasileño, entre tantas otras monedas. Y el mundo inversor se refugia en el dólar y los blindados bonos del Tesoro Norteamericano. Con las defensas bajas el débil peso argentino se agarra toda peste que esté circulando en el ambiente. Ya el jueves el tipo de cambio se había despertado de la siesta del último mes y medio ante las dudas del mercado acerca de si el Gobierno va a poder equilibrar sus cuentas y financiar el déficit que tendrá en los próximos dos años y medio. El lunes el tipo de cambio es arrasado por esta avalancha de monedas. El futuro incierto y la crisis de la lira turca tumban el peso. En tres días el tipo de cambio sube un 8,4 por ciento. Al mismo tiempo, los precios de los bonos argentinos se hunden por debajo del 20 por ciento y el riesgo país escala sobre los 700 puntos. Es una señal de que el mercado no ve tan lejana la chance de un nuevo default en los próximos años. |
Bisturí en mano La situación cambiaria está nuevamente descompuesta. No logra salir del estado crítico al que llegó hace unos meses producto de años de excesos y desaciertos. Debe hacer una visita de urgencia al quirófano. El presidente del Banco Central, Luis Caputo, y el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, vuelven a ser los cirujanos. Cada vez que abren al paciente los “médicos” se topan con cuadros sumamente delicados y empeorados. Una economía en recesión cada vez más profunda con una inflación altísima y en ascenso y con la confianza en la moneda local por el suelo. Un sector público con poco crédito, que gasta sostenidamente demás a pesar de que ahoga al sector privado con impuestos. Las tasas son cada vez más altas, menos efectivas para contener la fuga hacia el dólar, y más perjudiciales para aquellas empresas o familias que necesitan financiar con deuda sus planes de consumo e inversión. Los cirujanos señalan a las Lebacs como las principales causantes de la turbulencia cambiaria. Entienden que en cada supermartes de renovación mensual de Letras la plaza financiera se sumerge en una ola incertidumbre. Miles de millones de pesos amenazan con volcarse masivamente al dólar si el Central no los retiene otorgándoles mayores rendimientos. Una parte de las Lebacs son renovadas a tasas más altas, que repercuten negativamente en la economía real. Otra parte se vuelca a la calle y le dan propulsión a los precios y el tipo de cambio. Chau Lebacs Por esta razón, los “médicos” deciden extirparlas del sistema financiero. Eliminarlas por completo de acá a fin de año. Una por una se irán pagando pero no dejarán que todos esos pesos circulen por la calle. Eso sería echarle nafta al fuego inflacionario. Los bancos no podrán renovar las Lebacs ni venderlas en el mercado secundario. A cambio el Central les ofrecerá dos bonos: Letras de liquidez a siete días (LELIQ) o Notas a más de un año de plazo (NOBAC). En cuanto a las Lebacs en manos no bancarias, se podrán renovar hasta noviembre pero en importes cada vez menores. Buscarán que algunos pesos que iban a Lebacs vuelvan a las arcas del gobierno a cambio de Letras del Tesoro, como viene sucediendo desde hace unos meses. Y que otros pesos vayan a los dólares que subasta el Banco Central. El FMI le dio el OK a la autoridad monetaria para que pueda vender hasta 500 millones de dólares por día. La idea de fondo es que desaparezca la incertidumbre que generan los supermartes. Que el mercado cambiario esté más calmo. Que la menor cantidad de Lebacs haga que los precios de las Letras suban y, por ende, sus tasas bajen, repercutiendo favorablemente en el resto de las tasas de la economía. Y que el dinero de las Lebacs canceladas que se cambie por dólares termine yendo a bonos nacionales, donde también veríamos la suba de sus precios y la caída de sus rendimientos. Precisamente eso fue lo que sucedió en los últimos días. Las tasas de las Lebacs mostraron una sensible baja. Al mismo tiempo que los precios de los bonos en dólares rebotaron hasta un 20 por ciento y el riesgo país perforó los 700 puntos. Hasta las acciones recobraron vida. De todas formas, me pregunto: ¿cuánto más van a poder bajar las tasas en un contexto de alta inflación y persistente déficit fiscal? La bomba de las Lebacs se desactivará. Pero, ¿no se estará gestando otra bomba con Letras del Tesoro? Parecen medidas que buscan patear la pelota para adelante y no resolver los problemas de fondo. Hasta la semana que viene, Bruno Perinelli Para CONTRAECONOMÍA |