(El autor es un columnista de Reuters Breakingviews. Las opiniones expresadas son personales.)
Por Martin Langfield
Sigmund Freud escribió sobre la transformación de la patología en malestar. Desde 2015, el presidente Mauricio Macri ha estado intentando algo similar con la economía argentina. Es un incómodo camino zigzagueante.
El peso, la moneda del país, cayó más de 6 por ciento el jueves pasado contra el dólar, llevando a la salida del jefe del banco central. Federico Sturzenegger fue reemplazado por Luis Caputo, anteriormente ministro de Finanzas y un exbanquero de JPMorgan. El cambio, junto con un paquete de asistencia mayor de lo previsto de 50.000 millones de dólares del Fondo Monetario Internacional anunciado este mes, debería ayudar a estabilizar a la economía de alrededor de 500.000 millones de dólares, aunque el peso sigue volátil.
Macri no puede remitirse para siempre al desastre que heredó de su antecesora Cristina Fernández, una derrochadora populista enamorada de las políticas estatistas, y su fallecido marido Néstor Kirchner. Pero de todos modos fue grande. La pareja peronista dejó a Argentina como un paria en los mercados internacionales de crédito y sobrecargó a las finanzas públicas con subsidios y gastos sociales que eran insostenibles, más allá de ser deseables.
Macri ha avanzado a duras penas durante dos años y medio de ajustes graduales, tratando de equilibrar el dolor de los recortes con la perspectiva de un renovado crecimiento. Estaban apareciendo unos resultados aún frágiles hasta que Argentina fue vapuleada en semanas recientes por un declive de la confianza inversora hacia los mercados emergentes.
Vale la pena mantener la fe. El primer tramo de la ayuda del FMI, pedido por Macri como una prevención para los problemas, más que para su tratamiento, debería llegar esta semana. Argentina podría mantener parte del resto en reserva como un bastión defensivo. Reducir el déficit fiscal, como pide el FMI, luce factible. Los términos del acuerdo, de todos modos, correctamente habilitan la protección de los más vulnerables de la sociedad.
Si Macri y su equipo pueden lograr suficientes avances como para ganar un segundo mandato en 2019, y él sería el primer no peronista desde la restauración de la democracia en 1983 en terminar el primero, tendría una oportunidad para establecer una bienvenida nueva normalidad.