Por
Jorge R. Enríquez
El
presidente
Mauricio Macri inauguró el viernes pasado el Metrobús de La
Matanza. Es un hecho que merece resaltarse por la obra en sí misma
y, sobre todo, por lo que representa en términos de una concepción
política diametralmente opuesta a la que rigió en la Argentina
durante doce años.
El trazado
tiene 16 kilómetros, desde la estación de Sunchales, en el
kilómetro 32 de la ruta 3, hasta la estación Ramos Mejía. Tiene 17
estaciones y por esa vía circularán 20 líneas de colectivos.
La
intendente de La Matanza, Verónica Magario, de filiación
kirchnerista, presente en el acto de inauguración, se quejó de que
el recorrido no lleguara hasta la Ciudad de Buenos Aires, sino que
termine a 35 cuadras de la General Paz. Pero se le explicó que en
ese último tramo de la Ruta 3 esta se angosta de tal forma que hace
imposible erigir en ese espacio los tres carriles más las estaciones
que requiere el Metrobús. Es, en todo caso, una queja curiosa,
porque es mucho mejor tener un Metrobús que llegue cerca de Buenos
Aires que no tener ninguno. Si le parece una obra tan conveniente,
uno debería preguntarse por qué ni ella ni las autoridades
nacionales y provinciales de su partido la construyeron durante su
larga gestión, de más de 12 años.
Pero el
kirchnerismo sigue en lo suyo. Se viralizó un audio en el que se
instruye a diversas organizaciones de ese signo político a
manifestarse en contra del presidente Macri durante su paso por La
Matanza. Con dedicación digna de mejor causa, se precisaba cómo
debía protestarse, dando a entender por la precariedad de los
carteles y la ausencia de "referentes" que se trataba de
vecinos comunes. El relato continúa, ahora en la oposición.
Este medio
de transporte les facilitará la vida cotidiana a cientos de miles de
personas, como lo hizo en la Ciudad de Buenos Aires. Es una apuesta
clara y concreta al transporte público y en detrimento del privado,
lo que suele asociarse más a los sectores progresistas que a los
conservadores. Otro misterio para quienes vinculan sin ton ni son las
políticas de Cambiemos con el neoliberalismo. Mejorar el transporte
público al hacerlo más rápido y cómodo es contribuir
decisivamente a mejorar la calidad de vida de las personas, sobre
todo de los menos pudientes. Es una de las tantas formas de hacer
política social en serio.
Transporte,
caminos, cloacas: esas inversiones, que llevan años, son las que a
la larga tienen el mayor rédito social, aunque durante su desarrollo
puedan por las molestias traducirse en algún costo político. Los
estadistas pagan esos costos, porque su objetivo no es la elección
inmediata, sino la mejora constante y sostenible de las condiciones
de vida de la gente. Las inflamadas consignas contra el "imperio"
pueden arrancar aplausos de los militantes, pero no es con arengas
como los vecinos de La Matanza van a pasar menos horas del día
viajando y van a poder dedicar más tiempo a sus familias. Eso
requiere una nueva épica, menos altisonante, más prosaica: la que
se enfoca no en las palabras, sino en las cosas, como nos reclamaba
hace más de siete décadas Ortega y Gasset.
El
Metrobús es mucho más que un sistema de vías preferentes para el
transporte público: es una avanzada del progreso social.