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El dilema griego de las tasas de interés​

Como el héroe Ulises que se enfrentó a dos temibles bestias, el gobierno desafía una doble amenaza. Para combatir la inflación, Macri se debate entre el estancamiento y la devaluación con una única herramienta.

Luego de dos semanas de vacaciones, acabo de reincorporarme al trabajo. Disfruté de una agradable estadía en las sierras de Córdoba. Las maravillas naturales y gastronómicas de la región, y la tranquilidad fueron los puntos altos.

Parte de mis horas de relax transcurrieron en la lectura de varias novelas, dentro de las cuales se encuentra el clásico de Homero: La Odisea. Precisamente, de ésta última recuerdo una situación que se asemeja a una encrucijada económica actual que enfrenta el gobierno entre priorizar el nivel de actividad y permitir que suba el dólar, o estancamiento vs. devaluación.

Antes, déjeme contarle la escena de La Odisea que se me vino a la mente.

En la obra griega, existe un momento crítico que Ulises, el protagonista que volvía a la ciudad de Ítaca, tuvo que afrontar cuando su embarcación se dirigía hacia a un peligroso estrecho marítimo, azotado por dos calamidades: Escila y Caribdis.

Escila era un monstruo horripilante y despiadado que vivía en uno de los acantilados. En tanto, Caribdis era un temible torbellino de agua que se tragaba todo lo que se le pasaba por delante. Cualquier embarcación que quisiera evitar uno de los dos peligros, indefectiblemente se acercaba al otro.

La historia cuenta que Ulises, ante la difícil decisión, optó por alejarse de Caribdis y pasar más cerca de Escila. El barco finalmente supera el desafío aunque a un precio elevado porque 6 tripulantes fueron devorados por el monstruo.


La Odisea versión argentina

Salvando las distancias, el gobierno enfrenta un dilema similar al de Ulises, en su camino para reducir la inflación. En este caso, las amenazas a la vista son el bajo nivel de actividad y la devaluación (suba excesiva del dólar).

Y le explico el porqué.

Es de público conocimiento que el objetivo macroeconómico más importante del gobierno es bajar la inflación. Para ello, tiene dos frentes de combate.

Uno está en el plano fiscal e implica abatir el déficit fiscal (gastos del Estado que exceden los ingresos). La sangría lleva a que el gobierno se financie con emisión. Y como la emisión alimenta la inflación, es necesario bajar el gasto público en forma gradual, según el Ministerio de Hacienda.

Ahora bien, ante la “lentitud” de la corrección fiscal, es en el segundo frente de batalla, el monetario, donde recaen los mayores esfuerzos. En este lado, el Banco Central está absorbiendo los pesos que se imprimen para financiar los gastos (que bajan muy de a poco).

La aspiración de pesos se hace ofreciendo Letras a cambio. En este punto, aparece la importancia de la tasa de interés, que es el premio que tienen dichas letras.

A mayor tasa, mayor absorción de pesos, pero también mayores problemas para la actividad (por el encarecimiento del crédito). Cuando el costo financiero se mantiene elevado durante mucho tiempo, las personas y las empresas tienen problemas para financiarse.

Asimismo, la tasa de interés también compite con el dólar, en tanto induce a que los argentinos prioricemos el peso frente al billete verde. Es decir, la tasa puede aplacar parcialmente el tipo de cambio.

Y acá se ve el dilema con las tasas.

Ante pocas novedades fiscales, el Banco Central es el que debe actuar para combatir la inflación y sacar del sistema los pesos que emite por la ventanilla del Tesoro. En su cruzada, la entidad cuenta con una sola herramienta: la tasa de interés. Pero al mover los hilos de esta variable afecta indirectamente otras dos: el nivel de actividad o el precio del dólar.

Este delicado equilibrio en el que debe moverse la gestión actual me recuerda a los peligros de Escila y Caribdis.

Bajar las tasas de interés y dejar 100% libre al dólar podría derivar en una corrida cambiaria y, en última instancia, agregarle más nafta a la inflación. Éste es el“riesgo del dólar” y se vio en las últimas semanas cuando el BCRA redujo el costo del dinero.

Con pesos menos atractivos, el dólar tomó envión. Hoy la cotización se ubica en torno a los $ 15,50, pero la semana pasada superó los $ 16. Esto significó una escalada de 20% en lo que va el año y 63% desde antes de la unificación del mercado cambiario.




Semejante salto encendió las alarmas en el Banco Central, que debió aumentar la tasa de interés (de 30% a 37%). Como correlato, vimos un efecto inmediato en el tipo de cambio, que perdió más de 50 centavos en pocos días.

Pero al hacer esto, ahora mueve su “embarcación” hacia la otra amenaza: un bajo nivel de actividad.

El estancamiento (o peor, la recesión) es un estado que todo político desea evitar porque mina cualquier aspiración a futuro, máxime cuando la economía argentina lleva cuatro años sin crecer y con las elecciones legislativas de 2017 que se ven en el horizonte cercano. Así, el tiempo para enfriar la economía con tasas altas se reduce día tras día.

Por lo tanto, considero que el presente actual de tasas elevadas no está destinado a durar para siempre debido a sus costosos efectos en la actividad y en la política —en Revancha Argentina usted encontrará una simple estrategia para aprovechar hoy mismo la coyuntura de tasas y tipo de cambio, y cosechar retornos seguros en dólares—.

Si bien no sabemos a ciencia cierta qué combinación de nivel de actividad y dólar buscará el gobierno, lo que es seguro es que necesitará de una sintonía muy fina con las tasas de interés (hasta que el déficit fiscal no baje y haga su contribución).

La tarea de la gestión de Macri es titánica: aplacar expectativas inflacionarias, evitando que el tipo de cambio se dispare y, al mismo tiempo, generando incentivos para un repunte de la actividad.

La Odisea argentina está lejos de terminar…