Andrea Paula Garfunkel, prima de Alberto Nisman, vuelca en este texto su
mirada aguda sobre la muerte del fiscal, a la que califica, sin
vueltas, de magnicidio. Atravesada por la tristeza y el vínculo
familiar, denuncia obstrucción por parte del Poder y pide que el caso se
esclarezca. El detalle "intrascendente" que, según dice, desbarata la
maniobra.
- ¿Y no tenés miedo? - pregunta mientras observo pasmada cómo desarticula en tres partes, frente a mis narices, su teléfono celular.
- ¡¿Miedo?! ¿Por qué debería tenerlo? ¿Qué estás haciendo?
- Y , es obvio, ¿no?
- No, es ridículo. Y no tengo miedo. No podría tenerlo.
- ¿Ah, no? ¿Y por qué?
- Porque cuando la inteligencia y la estupidez se encuentran, en caso de que ninguna de las dos ceda un ápice de su condición para verse doblegada por la otra, terminan bloqueando al miedo. No existe la más mínima chance de concebirlo.
- ¿Qué decís?
- Eso, que soy lo suficientemente lúcida como para entender y hacer una lectura fina de lo acontecido, y soy tan imbécil que olvidé el riesgo de exponerlo (...) en ese texto que se viralizó.
- Como tu primo ... Perdón.
- No. Mi primo no tuvo nada de imbécil. Todo lo contrario. Él tuvo coraje. Sabía en dónde se movía, tenía certeza del entramado que había descubierto, era consciente del riesgo que corría y aun así, amenazado hasta el tuétano, siguió adelante, cuando la mayoría se hubiese meado encima. Era su deber. Fue valiente. Harían falta muchos como él - digo mirándolo fijo, intimidándolo.
Hacía tiempo que no estaba en contacto con E. Me llamó para darme las condolencias en cuanto advirtió que era yo quien subyacía latente en el texto "Mi primo Alberto" ( ) No es mi deseo compartir con él la parodia que me motiva, ni confesarle que a partir de que mi texto fuera viralizado aparecieron repentinamente en mi Twitter nuevos seguidores que escriben en lengua árabe - fakes, presumo- , y que las estadísticas que ofrece Wordpress marcan picos de visita -inauditos- a mi sitio web personal. Me figuro a los chicos militantes, el nuevo cuadro de los servicios, forzados a leer textos de grandes escritores allí subidos, y no se me ocurre nada mejor que regocijarme. Pero no se lo digo. Mi hermetismo incita a que, en el transcurrir de la cena, E. haga uno y otro intento por obtener de mí alguna pista que lo oriente entre la sobredosis de información ( ) Conozco su técnica: en cualquier momento me va a contar una historia tendenciosa en la expectativa de que yo pise el palito ( ) E. saca la tablet y comienza una búsqueda. Ahí viene.
- Mirá - dice mientras gira la pantalla hacia mí.
- (...) Observá a Luppi, calzado con guantes de látex, intrusando ese departamento, buscando entre las ropas de su próxima víctima, encontrando su arma .
- Es la película Los últimos días de la víctima, de Aristarain, ¿no? (...) Ahora entra en el baño y le dispara en la sien a Julio de Grazia que está en la bañera. -¿Y? - lo interpelo otra vez. - Esperá Mirá lo que hace ahora -intenta capturarme E., mientras Luppi coloca el arma en la mano del muerto, y luego suelta el brazo para simular una posición de caída natural.
(...) Yo recuerdo que Luppi después de matarlo a De Grazia, con pericia de cerrajero, se las ingeniaba para salir del baño dejando la puerta cerrada con llave del lado de adentro. Al día siguiente leía satisfecho, en la portada del diario, el titular que anunciaba que el sujeto se había suicidado.
( ) Ahora comienza a contarme un episodio que se dio entre EE.UU. e Irán -Irangate, lo llama-, que se inició durante la presidencia de Jimmy Carter (1977-1981). A mitad de su mandato, una protesta estudiantil frente a la embajada norteamericana, en Teherán, le reprocha a Carter haber dado asilo al derrocado Sha, Reza Pahlevi. En ese trajín, un grupo de estudiantes ocupa la sede diplomática y toma como rehenes tanto a funcionarios de la embajada como a civiles americanos. (...) Carter, que está a meses de concluir su mandato y pretende ser reelecto, necesita acordar la pronta liberación para garantizarse así el triunfo sobre su oponente, el republicano Ronald Reagan, pero ignora por completo que éste trae entre manos una "Sorpresa de Octubre".
( ) "Sorpresa de Octubre" pretendió ser una maniobra oculta, (...) en la que participaron la inteligencia francesa, la CIA, Irán, Israel, en donde se "negociaron" beneficios (armas), a cambio del retraso intencionado de la liberación de los rehenes, con el propósito de perjudicar las posibilidades de Carter.
( ) - No te quiero aburrir -dice E.- pero uno a uno, los involucrados, fueron muriendo misteriosamente antes dedeclarar. ( )
Desconozco si lo que me cuenta E. es cierto, pero a mí me incita a pensar en los archivos de ingreso y egreso a La Rosada y el incendio en el edificio Alas y Iron Mountain y la mujer NN quemada en Puerto Madero ( )
Quedo ausente, abstraída en la tristeza de asumir que, cuando el Poder está involucrado, la Verdad acaba siendo "un nuevo desaparecido" (...). No existe esclarecimiento posible si se actúa solo con el ánimo de obstrucción, que desvía irremediablemente el rumbo de cualquier caso en el laberinto intencional y malicioso de la irresolución y la impunidad. Un nuevo caso de encubrimiento.
( ) Mi primo Alberto dormía con pijama. Al despertar cada mañana, se lo quitaba y lo dejaba tirado. Quien haya podido acceder a las imágenes de su dormitorio que constan en el expediente, descubrirá el pijama de mi primo doblado sobre una banqueta al costado de la cama. Ese detalle "intrascendente" tiene una única explicación: mi primo Alberto, el sábado por la noche, no durmió en su cama. No hubiera podido. Agonizaba en el baño. Caso resuelto.
( ) Lo único que reconforta un poco (...) es que este magnicidio manifiesta la certeza y veracidad de la denuncia de mi primo Alberto; así como la voluntad misma de interferir a toda costa en su pronta resolución, reafirma esta hipótesis y, a la vez, devela el estado de desesperación que se vive en los confines del Poder cuando se los ve actuar en su pico de torpeza y canallada, en plena campaña. El oscurecimiento forzado solo deja ver la luz.
- ¡¿Miedo?! ¿Por qué debería tenerlo? ¿Qué estás haciendo?
- Y , es obvio, ¿no?
- No, es ridículo. Y no tengo miedo. No podría tenerlo.
- ¿Ah, no? ¿Y por qué?
- Porque cuando la inteligencia y la estupidez se encuentran, en caso de que ninguna de las dos ceda un ápice de su condición para verse doblegada por la otra, terminan bloqueando al miedo. No existe la más mínima chance de concebirlo.
- ¿Qué decís?
- Eso, que soy lo suficientemente lúcida como para entender y hacer una lectura fina de lo acontecido, y soy tan imbécil que olvidé el riesgo de exponerlo (...) en ese texto que se viralizó.
- Como tu primo ... Perdón.
- No. Mi primo no tuvo nada de imbécil. Todo lo contrario. Él tuvo coraje. Sabía en dónde se movía, tenía certeza del entramado que había descubierto, era consciente del riesgo que corría y aun así, amenazado hasta el tuétano, siguió adelante, cuando la mayoría se hubiese meado encima. Era su deber. Fue valiente. Harían falta muchos como él - digo mirándolo fijo, intimidándolo.
Hacía tiempo que no estaba en contacto con E. Me llamó para darme las condolencias en cuanto advirtió que era yo quien subyacía latente en el texto "Mi primo Alberto" ( ) No es mi deseo compartir con él la parodia que me motiva, ni confesarle que a partir de que mi texto fuera viralizado aparecieron repentinamente en mi Twitter nuevos seguidores que escriben en lengua árabe - fakes, presumo- , y que las estadísticas que ofrece Wordpress marcan picos de visita -inauditos- a mi sitio web personal. Me figuro a los chicos militantes, el nuevo cuadro de los servicios, forzados a leer textos de grandes escritores allí subidos, y no se me ocurre nada mejor que regocijarme. Pero no se lo digo. Mi hermetismo incita a que, en el transcurrir de la cena, E. haga uno y otro intento por obtener de mí alguna pista que lo oriente entre la sobredosis de información ( ) Conozco su técnica: en cualquier momento me va a contar una historia tendenciosa en la expectativa de que yo pise el palito ( ) E. saca la tablet y comienza una búsqueda. Ahí viene.
- Mirá - dice mientras gira la pantalla hacia mí.
- (...) Observá a Luppi, calzado con guantes de látex, intrusando ese departamento, buscando entre las ropas de su próxima víctima, encontrando su arma .
- Es la película Los últimos días de la víctima, de Aristarain, ¿no? (...) Ahora entra en el baño y le dispara en la sien a Julio de Grazia que está en la bañera. -¿Y? - lo interpelo otra vez. - Esperá Mirá lo que hace ahora -intenta capturarme E., mientras Luppi coloca el arma en la mano del muerto, y luego suelta el brazo para simular una posición de caída natural.
(...) Yo recuerdo que Luppi después de matarlo a De Grazia, con pericia de cerrajero, se las ingeniaba para salir del baño dejando la puerta cerrada con llave del lado de adentro. Al día siguiente leía satisfecho, en la portada del diario, el titular que anunciaba que el sujeto se había suicidado.
( ) Ahora comienza a contarme un episodio que se dio entre EE.UU. e Irán -Irangate, lo llama-, que se inició durante la presidencia de Jimmy Carter (1977-1981). A mitad de su mandato, una protesta estudiantil frente a la embajada norteamericana, en Teherán, le reprocha a Carter haber dado asilo al derrocado Sha, Reza Pahlevi. En ese trajín, un grupo de estudiantes ocupa la sede diplomática y toma como rehenes tanto a funcionarios de la embajada como a civiles americanos. (...) Carter, que está a meses de concluir su mandato y pretende ser reelecto, necesita acordar la pronta liberación para garantizarse así el triunfo sobre su oponente, el republicano Ronald Reagan, pero ignora por completo que éste trae entre manos una "Sorpresa de Octubre".
( ) "Sorpresa de Octubre" pretendió ser una maniobra oculta, (...) en la que participaron la inteligencia francesa, la CIA, Irán, Israel, en donde se "negociaron" beneficios (armas), a cambio del retraso intencionado de la liberación de los rehenes, con el propósito de perjudicar las posibilidades de Carter.
( ) - No te quiero aburrir -dice E.- pero uno a uno, los involucrados, fueron muriendo misteriosamente antes dedeclarar. ( )
Desconozco si lo que me cuenta E. es cierto, pero a mí me incita a pensar en los archivos de ingreso y egreso a La Rosada y el incendio en el edificio Alas y Iron Mountain y la mujer NN quemada en Puerto Madero ( )
Quedo ausente, abstraída en la tristeza de asumir que, cuando el Poder está involucrado, la Verdad acaba siendo "un nuevo desaparecido" (...). No existe esclarecimiento posible si se actúa solo con el ánimo de obstrucción, que desvía irremediablemente el rumbo de cualquier caso en el laberinto intencional y malicioso de la irresolución y la impunidad. Un nuevo caso de encubrimiento.
( ) Mi primo Alberto dormía con pijama. Al despertar cada mañana, se lo quitaba y lo dejaba tirado. Quien haya podido acceder a las imágenes de su dormitorio que constan en el expediente, descubrirá el pijama de mi primo doblado sobre una banqueta al costado de la cama. Ese detalle "intrascendente" tiene una única explicación: mi primo Alberto, el sábado por la noche, no durmió en su cama. No hubiera podido. Agonizaba en el baño. Caso resuelto.
( ) Lo único que reconforta un poco (...) es que este magnicidio manifiesta la certeza y veracidad de la denuncia de mi primo Alberto; así como la voluntad misma de interferir a toda costa en su pronta resolución, reafirma esta hipótesis y, a la vez, devela el estado de desesperación que se vive en los confines del Poder cuando se los ve actuar en su pico de torpeza y canallada, en plena campaña. El oscurecimiento forzado solo deja ver la luz.