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Se redoblan las presiones para que Massa se baje, mientras la UCR entra en ebullición

El artículo 5° de la Resolución de la Convención Nacional de la UCR celebrada en Gualeguaychú, abre la puerta para una estrategia electoral menos cerrada que lo que parece el acuerdo con el PRO y la Coalición Cívica. Dice el artículo en cuestión: “Para lograr la mayor competitividad posible en las elecciones provinciales y municipales, los acuerdos electorales nacionales con las fuerzas integrantes de la coalición deberán contemplar las condiciones políticas locales. Al efecto, se autorizará, de manera excepcional, la adhesión electoral de las categorías a cargos provinciales y/o municipales con otros candidatos presidenciales que no integren la coalición suscripta. En ningún caso se autorizarán adhesiones que incluyan otros candidatos a cargos de legisladores nacionales, ni de parlamentarios del Mercosur si llegaran a elegirse, que no sean miembros de la coalición política nacional en la cual se integre la Unión Cívica Radical”. Es decir que queda abierta la posibilidad para que el radicalismo acuerde, por ejemplo con el Frente Renovador, llevar listas para legisladores provinciales, intendentes y hasta gobernadores colgadas de la boleta presidencial de Sergio Massa, o de otro candidato. Estas “excepciones”, que prometen ser muchas, apuntan sin duda a descomprimir la división interna del partido, que quedó plasmada en la Convención entre la mayoría controlada por Ernesto Sanz y la minoría que responde a Julio Cobos, Ricardo Alfonsín y Gerardo Morales. Con la vía de escape que abre el artículo 5°, este último podría, por ejemplo en Jujuy, adherir sus candidatos locales a la boleta de Massa. De ser así, se presentaría una dualidad por lo menos extraña: en los distritos donde se autorice la excepción, los candidatos radicales para cargos locales irían con un candidato presidencial y los candidatos para cargos nacionales con otro.
Si en Buenos Aires, donde predomina el alfonsinismo, llegara a plantearse esta excepción, como las primarias provinciales serán el mismo día que las nacionales -el 9 de agosto- el radicalismo se estaría movilizando al mismo tiempo detrás de Massa y de Macri, según de qué cargos se trate. Obviamente, un absurdo político que le restaría toda credibilidad a quien intente ponerlo en práctica. En síntesis, detrás de una aparente calma, en el seno de la nueva alianza forjada en Gualeguaychú hay un tembladeral en plena evolución.

Ola de presiones

Paralelamente, horas después de que Sanz logró su cometido en la Convención, empezaron a coincidir distintas presiones sobre Sergio Massa, todas con un mismo objetivo: que reconsidere la posibilidad de abandonar la carrera presidencial y bajar a la candidatura para gobernador. Varios operadores sciolistas están llevando adelante el esfuerzo, al que también aporta lo suyo Aníbal Fernández. Curiosamente, desde la vereda del peronismo disidente, Eduardo Duhalde también propicia la misma salida para evitar que la UCR se quede tal vez con la mayor parte de las gobernaciones y una participación importante en el gabinete de Macri. Los que le están hablando al oído al tigrense más o menos le dicen todos lo mismo: que él no tiene financiamiento ni estructura nacional suficiente para competir con la alianza Macri-Sanz y que se arriesga a quedar tercero, lejos del ballotage y sólo con un buen resultado en Buenos Aires, que en todo caso le serviría a Francisco de Narváez quien, en caso de llegar a gobernador, se quedaría con los restos massismo. De ser así, el tigrense podría ser acusado de haberle hecho perder al peronismo unas cuantas gobernaciones. La alianza de Massa con José Manuel de la Sota, en la cual están trabajando varios operadores para que ambos compitan en una interna común, mejoraría algo la actual posición de debilidad de los renovadores. Pero no solucionaría el problema central: la falta de financiación para competir con la caja del Estado nacional más la bonaerense, en el caso de Scioli, y la solvencia del Estado porteño de la que disfruta Macri.
Presionado tal vez como nunca, a Massa le toca mover y lo que decida en los próximos quince días sería determinante para su estrategia electoral.