Al menos por ahora, Cristina Fernández de Kirchner ha elegido el
conflicto como táctica en el frente financiero externo, intentando
utilizar el tema para resolver problemas en el cabotaje político, y
quizá hasta la economía en crisis. Muchos sospechan que ella pretende
que ese conflicto la acompañe hasta el final de su mandato presidencial,
una situación que sí resulta en extremo problemática para todos los que
no son cristinistas, por sus consecuencias sobre la actividad de la
economía, el empleo y el equilibrio social. Semejante sospecha tiene
fundamentos, no es una especulación caprichosa. Por ejemplo:
por CLAUDIO M. CHIARUTTINI
La conveniente y oportuna aparición del nieto de Estela de Carlotto; haber entregado al vicepresidente de la Nación, Amado Boudou, a la inocua e impotente oposición; el allanamiento a la Asociación de Fútbol Argentino, justo cuando se elige sucesor de Julio Humberto Grondona; o el lanzamiento de un plan mentiroso para aumentar el consumo; no evitó que el tema central de la semana haya sido el incumplimiento de pagos con los acreedores de la deuda pública externa.
En realidad, el Gobierno de Cristina Fernández pivoteó sobre 3 ejes a lo largo de la semana posterior al no pago de la deuda:
N°1
El 1er. eje es el repetido intento por imponer el “relato” de la ruptura de las relaciones con el mundo de las financias internacionales,
ya sea publicando solicitadas a doble página en los diarios más
influyentes del mundo de las finanzas, realizando discursos y
declaraciones con tono de barricada, tratando de desprestigiar a los holdouts o al juez Thomas Griesa,
como si se tratara de un intendente de Santiago del Estero o inundando
de rumores a los operadores de bonos para que los precios de los papeles
de deuda soberanos no se derrumben, como debería hacer ocurrido con la
declaración de default selectivo por las calificadoras de riesgo.
Para la Casa Rosada, todos los caminos son buenos para “embarrar la cancha” de una dura negociación, que no se quiere llevar adelante. Pero, además, con su lluvia de rumores, el Gobierno tiene desorientado al establishment, dado que mientras se intentan armar estructuras financieras para comprar los juicios (y los bonos en cartera) de los holdout y se solicita, por canales “no oficiales”,
la asistencia de gobiernos de la región para que formen parte de las
negociaciones; se busca hundirlas con maniobras o declaraciones
extemporáneas.
Es el caso de Citibank, que actúa como agente
pagador de la Argentina en Europa y Japón, y que es uno de los dos
bancos que encabezan las negociaciones más serias para comprarle el
juicio y los bonos a los holdouts. Sin embargo, en forma equivocada, la Presidente de la Nación calificó al Citibank USA como si fuera Citibank Argentina, y lanzó una virtual amenaza de quitarle la patente para operar a nivel local si no gira el pago a los 'holdin'.
Quitarle la autorizaciòn para operar en la Argentina al Citi
causaría un daño enorme al sistema financiero local, hoy poco afectado,
hasta ahora, por la declaración de default selectivo; y a nivel internacional, sería casi peor que la negativa a acatar el fallo del juez Thomas Griesa.
Espantado, un viejo banquero argentino, al conocer la declaración de Cristina Fernández, comentó: “Nadie
le quita la autorización de operar al Citi y queda indemne. El costo
para el país será enorme. No tanto en acceso al crédito, sino en
credibilidad. Además, si echan al Citi, el resto de los grandes bancos
extranjeros pueden irse detrás. No por solidaridad con los
estadounidenses, sino por miedo a que les ocurra lo mismo”.
Sin embargo, conocedor de los vericuetos del kirchnerismo, no temió decir: “Salvo
que haya algún empresario cercano del oficialismo que esté interesado
en comprar un banco grande. Como no hay ninguno en venta, salvo uno que
ya todos conocemos, se hizo la amenaza para bajar el precio. Pero
igualmente, no hoy ningún empresario K que tenga tanta plata como para
quedarse con los negocios del Citi”, explicó.
Más allá de las especulaciones, este juego del Gobierno de busca
que bancos (nacionales y extranjeros, incluso algunos regionales) y
empresarios formen una “vaquita” para comprar el juicio y los votos a los holdouts y acepten papeles de deuda del canje 2005 o Bonar 24 (como en el Caso Repsol), no termina de cerrarse dado que la
Casa Rosada no pone en claro si, una vez adquirida la causa judicial,
aceptará reabrir el canje, tal como ofreció Axel Kicillof a los holdouts en New York tantas veces.
Entonces surgen varias preguntas, por ahora, sin respuesta: ¿La Casa Rosada impulsa o boicotea los intentos de acortar el default?
¿Cristina Fernández elige una crisis de tiempo breve que le haga subir
en las encuestas (y de paso que concluya la vigencia de la cláusula
RUFO); o una crisis larga, hasta el final de su mandato, que transforme su decadencia política en una supuesta “batalla épica” nacionalista?
N°2
El 2do. eje sobre el que pivotea el Gobierno consiste en minimizar la situación económica. Los funcionarios reconocen que hay una crisis en ciernes, como si fuera consecuencia de la acción de los holdouts, pero no
aceptan que la Argentina hace más de 1 año que comenzó a transitar el
camino de una recesión que parece convertirse en un proceso de
estancamiento con inflación.
En uno de sus discursos de la semana que pasó, la Presidente de la Nación intentó afirmar que la
menor actividad económica no se circunscribe a la Argentina sino que es
un fenómeno que va desde China a Brasil, pasando por Estados Unidos y
la Unasur. Sin embargo, la verdad es que USA está dejando atrás
la recesión, lo mismo que Europa (aunque el Viejo Mundo lo hace a una
velocidad mucho menor). Pero Cristina mantiene el mismo latiguillo
político vigente desde 2008: “el mundo se no cayó encima”, lo que implica que la actual Administración no tiene responsabilidad alguna sobre la situación actual; o, tal como hace Axel Kicillof, manda al psicólogo a los industriales porque, según el funcionario, ven problemas donde no existen.
En realidad, si no hubiera problema de empleo, no se
explicaría la modificación del Plan Repos, ahora llamado ProEmPlear.
Tampoco se entendería el cambio en el Plan Progresar, para intentar forzar un ingreso de los estudiantes secundarios a empresas e industrias.
Es insólito creer que la crisis automotriz se puede paliar con un plan para cambiar ómnibus, cuando hace 2 semanas se habla de que el Plan ProCreAuto recibiría grandes modificaciones a causa del escaso éxito que ha tenido (se habrían colocado menos de 4.000 unidades, cuando se esperan 5 veces más, a estas alturas).
Lo que se nota es una gran necesidad de la Casa Rosada de mantener las puertas abiertas al blanqueo de capitales.
Sin embargo, reconocer un costo para los bancos, en la emisión de
Cedines, no incentivará la operatoria. En todo caso, es insuficiente
dada la profundidad de las modificaciones que reclamaron las
inmobiliarias, los Colegios de Escribanos y otras empresas del rubro.
En el fondo, la Casa Rosada vuelve con su fórmula “más de lo mismo” para atender los mismos problemas que en 2008. 2009 y 2013.
Hay que entender que en esos años otras fueron las condiciones
políticas y económicas, nacionales e internacionales que permitieron que
funcionaran los planes de venta en cuotas. En 2014 las medidas anunciadas por la Presidente de la Nación, aparecen como pobres, para no decir inservibles.
Incluso, no faltó el intento de inyectar una dosis de miedo en las palabras presidenciales cuando les dijo a los ciudadanos: "El que crea que va a salvar su trabajo comprando dólares, lo más probable es que lo pierda". La frase es la versión siglo 21 de “el que apuesta al dólar, pierde”, de Lorenzo Sigaut, ex ministro de Economía de Roberto Viola, en 1981.
La Presidente de la Nación busca evitar que la gente ahorre para que destine hasta el último peso al consumo. Puede parecer una buena idea... desde el punto de vista del análisis oficialista. Sin embargo, en medio de un default que puede agravarse y un Gobierno que no atina a acelerar el ritmo devaluatorio del peso, el riesgo a una devaluación mayor en el mediano plazo convierte en atractivo contener el consumo, convertir pesos en dólares y saber esperar el momento.
N°3
El 3er. eje sobre el cual pivoteó la Administración de Cristina Fernández en la semana fue “alinear la tropa”, para conocer sus verdaderas limitaciones dentro del ejercicio del poder.
Si bien la defensa del relato y las medidas de incentivo
para el consumo forman parte del repertorio de decisiones que excitan al
elector kirchnerista, Cristina Fernández necesita mostrar una
iniciativa política mayor que la de los liderazgos políticos locales +
imponer su agenda todos los días.
No refinanciar la deuda de las 4 provincias que se niegan a aprobar la nueva Ley para Hidrocarburos no Convencionales, “tirar al toro” al
vicepresidente de la Nación, Amado Boudou; la oportuna y conveniente
recuperación del nieto de Estela de Carlotto, mantener reuniones con
empresarios de diferentes rubros o difundir diferencias internas en el sciolismo o el massismo son parte del mismo objetivo: encapsular la escasa militancia que aún le va quedando al kirchnerismo.
Aún imbuida de Karl Schmid, Cristina Fernández apuesta a dividir entre “ellos” y “nosotros”, intenta potencia la recuperación en imagen e intención de voto que muestran las encuestas. Pero es una estrategia de muy menor impacto, aunque necesaria para un kirchnerismo que se viene “desflecando” desde la derrota electoral de 2013.
De todos modos, otra vez comete el mismo error Cristina Fernández: Desde que ganó las elecciones 2011 y lanzó “Unidos y Organizados”,
ha intentado que se unifiquen las conducciones y las agrupaciones que
forman parte del Frente para la Victoria. Sin embargo, el “vamos por todo” se impuso a la orden presidencial de ordenarse e integrarse. Las diferentes tribus del kichnerismo poco han hecho por trascender más allá del 2015. Sus liderazgos buscaron la renta rápida y segura, antes que apostar a proyectos políticos a futuro.
El cortoplacismo siempre operó a favor del kichnerismo. Néstor Kirchner planteaba sus movimientos políticos con “tranco corto”. Y Cristina Fernández imita esa tendencia, Carlos Zannini mediante, intentando desconocer que cuando Kirchner murió, en 2010, era obvio que perdía cualquier elección que disputara en el futuro próximo. La consecuencia es lo que vivimos hoy: todos los problemas se agolpan, ya no se pueden evitar los efectos y el costo de solucionarlos, es cada vez mayor, si se pueden solucionar.
Creer que basta con convocar al kirchnerismo a militar en la “Causa contra los Buitres” es no entender la gravedad de los problemas que acosan hoy a la Argentina. La épica populista jamás soluciona los problemas, los empeora.